PROLOGO DE LA PARTE SEGUNDA
La Teología
de la dominación, segunda parte de la obra, representa una lente distinta,
racional y objetiva donde se analizan los aspectos teológicos que tienen que
ver con el ejercicio del poder y la manipulación social en aras de mantener un
Sistema de vida que no sólo involucra las formas de actuar y de pensar, sino la
manera en que cada ser humano siente y se siente, en cómo se interpreta a sí
mismo y cómo interpreta su realidad social; un Sistema que construye en el
individuo una identidad marginal. Es así, bajo estas dos grandes columnas (la
política y la religiosa) que soportan y mantienen el poder en unas cuantas manos,
que se pretende enmarcar la totalidad del qué hacer y del qué pensar humanos,
como si no hubiera nada más fuera de estos límites. Ciertamente, bajo el
esquema sistémico, el marco de referencia social resultante, hace inviable
cualquier otra forma de hacer las cosas, de organizarse socialmente, de
establecer una economía, etc., por la sencilla razón de que estos elementos son
una parte del Sistema junto con todo el aparato legislativo, ideológico y
cultural que lo comprenden. Inclusive, en opinión de los “intelectuales”
sistémicos, que son los grandes conocedores de lo que defienden, lo que se
ubica fuera de los límites del Sistema, sea político, económico, teológico,
cultural, social, etc., se encuentra fuera de lugar y no puede ser aceptado.
Los cambios, anexiones o sustracciones de cualesquiera elementos que conforman
el marco de referencia sistémico, deben, para hacerse efectivos, exponerse al
juicio de los sistémicos y librarlo.
La mayoría de los ideólogos sostiene
que para resolver la problemática social actual, se requiere de nuevas formas
de actuar y de pensar, pero no salen del marco de referencia sistémico, por lo
que sus recomendaciones son en el sentido de resolver los aspectos negativos
del Sistema pero nunca plantean la necesidad de arrancarlo de raíz y re
inventar a la sociedad humana. Esto es parte de las barreras ideológicas a las
que se enfrenta un trabajo como este: ¿cómo convencer a la población de que el
Sistema en realidad es la peor plataforma para lograr un cambio positivo e
integral en la sociedad?. Si lo vemos día con día, en temas que involucran una
ampliación de las libertades inconscientes, el debate se recrudece de tal
forma, que exhibe la naturaleza represora del Sistema (v.g.: aborto, eutanasia,
etc.). Existe una burocracia ideológica que domina a la opinión pública, que es
parte del Sistema y defensora del mismo, que se encarga de testar todo producto
ideológico para determinar su validez sobre la base del marco de referencia
actual. Puede determinar varios tipos de peligro: el menos alarmante lo
representa aquella ideología que si bien perjudica a la sociedad en forma de
sub culturas ociosas, no pone en riesgo la continuidad del Sistema, y se la
tolera porque es una válvula que libera parte de la presión social; en cambio,
la que considera realmente peligrosa es la que pone en riesgo la continuidad
del Sistema, sin importar que represente un beneficio social. En el caso de las
religiones, cada una de ellas pasa por la báscula de esta burocracia y ellos
determinan si resulta positiva o negativa, dañina o benéfica. En general, las
religiones actuales pasan la prueba ya que no sólo ocasionan solo “daños
menores”, sino que contribuyen a la continuidad y, por lo tanto, a pesar de su
enorme influencia sobre las masas, al menos se las tolera.
El gran problema de cualquier teoría
que establezca la desintegración del Sistema, es decir, la desintegración de la
civilización actual como marco de referencia social, y que además coloque esta
opción como la única que la humanidad puede tomar, con todo y que se pueda
probar fehacientemente que el Sistema representa la involución de la especie y
que se pruebe que sobre la base del Sistema tampoco existe solución real de
cambio, es que el Sistema, al funcionar como gallina que protege a sus polluelos,
inyecta a toda persona bajo sus alas, un gran temor junto con la idea de una
consecuencia culposa, de aventurarse más allá de ella, y más aún, si se es
privilegiado del Sistema, directa o indirectamente, si se goza de una posición
social segura, de reconocimiento, etc., se antoja por completo innecesario
cambio sustancial alguno, no vaya a ser que el resultado nos deje en igualdad
de circunstancias a todos, es decir, se tiene miedo a la igualdad, a la
justicia y nadie quiere perder el fruto de su esfuerzo, no importa que sea en
pos de conservar a la especie o que sea en pos de recuperar nuestra capacidad
evolutiva. Este egoísmo e inseguridad personal, que es producto de los vicios
del Sistema, se acaba por imponer para negar las realidades objetivas del ser
humano, de igual manera que se rechazan automáticamente las filosofías, los
estudios, los análisis y las teorías resultantes que pongan en evidencia esta
realidad oculta. La consecuencia tiene dos efectos: 1) no sólo es la parálisis
social en lo sustancial, sino su decadencia; 2) una alta dinámica en lo
superfluo para compensar la primera. El primer punto se refuerza por el eje
espiritual del Sistema, es decir, por las religiones.
La alianza Estado – Iglesia tiene una
larga y antigua historia, pero para el mundo occidental, resultó crucial en
tiempos de Constantino. Sin esa alianza no es posible entender nuestra realidad
social actual ni se puede explicar certeramente la historia desde entonces
hasta nuestros días. Del mismo modo resultó crucial para los musulmanes la
alianza surgida de la Guerra Santa emprendida por Mahoma. Este tipo específico
de alianzas, ha puesto a la religión en una posición más relevante de la que
tenía en la antigüedad estando en presencia de un Estado laico; pasó de ser
solo una herramienta para la dominación, a ser parte del marco de referencia
social, indispensable para lograr la cohesión de las personas pertenecientes a
un pueblo. De esta forma, vemos cómo cuando el marco legal falla en someter a
sus juicios una postura social, la religión entra al quite acudiendo a aspectos
moralistas, de consciencia culposa o simplemente impositiva so pena de
excomunión, expulsión o rechazo.; la “condena divina” convertida en bayoneta.
Sin embargo a pesar de las similitudes
con la dominación socio política, a la dominación religiosa se le distingue por
tres aspectos: 1) Notablemente, tanto en líderes como en seguidores, la
prepotencia y pedantería de las personas por motivo de pertenencia a un nivel
religioso, no se compara contra lo que encontramos en el ámbito político
económico (es más notoria la religiosa); 2) Su legitimidad entre la población
no depende de patrañas como la seudo democracia, y; 3) Comercia con intangibles
fuera de esta vida, por lo que nadie “de este lado” sabe si cumple o no lo
prometido (los políticos han aprendido de esto).
La religión, salvo excepciones, por
haberse sabido adaptar a la coexistencia con otra forma de dominación, es capaz
de mantenerse evolucionando de acuerdo a los cambios en el entorno socio
político, sin importar que vaya de un extremo a otro (v.g. , La Iglesia
Ortodoxa Rusa o La Teología de la Liberación).
Otras manifestaciones híbridas que
podríamos definir como político religiosas, son aquellas sectas donde prevalece
el mito religioso pero el tinte es primordialmente político económico, como es
el caso de los grupos masones, los caballeros de colón, los rosacruces, etc.,
en su mayoría producto de la fusión Religión – Grupo sectario.
La religión, como forma de dominación y
como punta de lanza para la intervención de un pueblo sobre otro, no había sido
tan importante políticamente sino hasta la consolidación del cristianismo.
Ninguna otra religión había salido con tal fuerza e influencia fuera de los
límites de una cultura, como lo fue el cristianismo. El islamismo, de hecho,
trata de seguir senderos similares para imponerse a lo largo y ancho del mundo
árabe. Paradójicamente, la antecesora de estas dos vertientes, es decir, el
judaísmo, por definición no podía ser compartida, mucho menos impuesta, a otros
pueblos fuera del pueblo israelí. Esta punta de lanza también funciona como
fuente de resistencia política, generalmente aliada a los conservadores, a los
sistémicos avasalladores. La historia de México desde la Colonia, está plagada
de intervenciones de la clase clerical con repercusiones de altísimo impacto
socio político, no siempre reconocidas por los historiadores, ni cabalmente
registradas por estos. ¿Qué no podremos decir de Europa?
Sin embargo, la conquista del Imperio
más poderoso de todos los tiempos por parte del cristianismo, es decir, del
Imperio Romano, pone de manifiesto el tremendo poder de la religión cuando se
impone o propone a otros pueblos, no importa qué tanto poder político,
económico y militar posea. Desde el sentido mismo de la palabra religión, que
es religio (Lt. escrúpulo, delicadeza), unión, se establece un
Estado teológico, que el hombre lo ha convertido en un Estado teocrático, que
se protocoliza con la fundación del Vaticano, siendo que el Cristo no vino a
establecer una religión, mucho menos un Estado, sino una Iglesia, que es una
filosofía de vida, que si bien manda tolerar al Sistema hasta que llegue el
tiempo de su destrucción, también manda alejarse de sus vicios y evitar caer en
la tentación de participar con él en pos de sus beneficios. Ya en el corazón de
la obra se analizarán más a fondo estos y otros temas controversiales.
En algún lugar del
mundo, a 9 de enero de 2006, siendo las 05:13 hrs.
Masquerpa
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