CAPITULO CUARTO. El Sistema y la economía
Primer apartado
Los objetivos económicos dentro del Sistema
La productividad,
es una medida de eficiencia de los procesos productivos. Bajo la óptica del
beneficio económico de los inversionistas, este aspecto es de trascendental
importancia porque significa que a mayor productividad, mayor ganancia.
Partiendo de:
Costo del producto
= Costo de MO + Costo de MP + otros costos y gastos + impuestos
Plusvalía = Precio
del producto – Costo del producto
Vemos que la
ganancia máxima se obtiene de reducir lo más posible el costo del producto
(esto se logra mediante la deuda) y aumentar lo más posible el precio del
producto (esto se logra mediante la escasez). Para reducir el costo de mano de
obra se paga lo menos posible si se contrata por destajo o se maximiza la
producción si se contrata por hora; para reducir el costo de materia prima se
establecen economías de escala, inventarios de costo mínimo y prebendas
políticas; para reducir los otros costos y gastos, se aplica reducción de
personal, apalancamiento financiero, etc.; para reducir los impuestos, se
recurre a la corrupción gubernamental, los atajos legales, la falsedad en
declaraciones y el aprovechamiento de todas las deducciones posibles. El precio
del producto tiene un límite máximo según infinidad de variables directas e
indirectas relacionadas con el mercado, la competencia y el poder adquisitivo
de los compradores. No entraremos en lecciones de economía, solamente
distinguiremos que el valor de la mano de obra es el que cubre los salarios
de los trabajadores, los sueldos de los empleados, los impuestos, la ganancia
de los inversionistas (plusvalía) y parte de los gastos. El costo de materia
prima podemos decir que prácticamente se transfiere íntegro al valor del
producto menos pérdidas y mermas, por lo que no representa ganancia a no ser de
transacciones comerciales simples de reventa; es, en todo caso, un ahorro. Lo
mismo pasa con el resto de los costos y gastos. La tecnología por su lado, no
aporta valor directamente al producto, sino que permite hacer más y mejor con
menos recursos, es decir, aporta valor indirectamente a través del ahorro por
eficiencia.
Se dice que un
cuerpo social con alta productividad, alcanza un mejor nivel de vida, sin
embargo, las medidas para aumentar la productividad, tienden cada vez más a la
sobre explotación de todos los recursos que intervienen en el proceso
productivo. En el aspecto que más nos interesa, el del bienestar de la gente,
el recurso humano es exigido cada vez más por tiempo de trabajo, por cantidad
de bienes o servicios que es capaz de generar por unidad de tiempo, a cambio de
menos garantías laborales y de seguridad social. Los datos de la misma OMC,
apuntan hacia un incremento de contratación de personal de confianza (con
mínimas prestaciones, sin remuneración de horas extra, sin fondo de retiro y
con poca o nula seguridad en el empleo) respecto al personal de base; muestran
una tendencia hacia incrementarse la rotación de personal y reducirse con esto
el tiempo promedio que un empleado permanece en una empresa, por lo que cada
vez menos, llega a adquirir derechos laborales, como por ejemplo, la
compensación económica que recibe al ser despedido. Bajo este panorama, la
recomendación que hace la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial y
el Fondo Monetario Internacional a los gobiernos de los países en desarrollo,
es modificar su reglamentación laboral, para permitir mayores libertades a los
inversionistas extranjeros tendientes a adquirir menores compromisos con la
masa laboral local y a la vez, permitir que los puestos de alto rango, sean
ocupados por personal importado, donde la diferencia de sueldos entre los
locales y los extranjeros es abismal y ofensiva (se tasa a los primeros de
acuerdo a la legislación local y a los segundos de acuerdo al promedio
internacional de los países desarrollados).
Por el lado de las
empresas de corte nacional, los inversionistas han promovido cambios en la
legislación que les permita crear sus propias universidades donde puedan acudir
solo los que posean un elevado nivel económico, mismos que al egresar, serán
los que ocupen los puestos de más altos ingresos. Estos cambios en la
legislación, también involucran el deterioro de la educación pública, con el
fin de elitizar el conocimiento técnico, científico y tecnológico, por un lado,
y desterrar la educación con consciencia social, por el otro. Un egresado que
pierde su conciencia social dada su educación universitaria, es alguien que en
vez haber progresado, ha retrocedido.
Estas y otras
políticas impuestas por los inversionistas, tanto locales como extranjeros, van
en contra del derecho social a la educación y en contra de muchos derechos
laborales ganados con antelación. El objetivo, como puede deducirse, es partir
al mundo en dos: uno para los económicamente pudientes, y otro, masivo y en
extremo acotado, para el resto de la población. Como se vio en el apartado “Los
fractales del Sistema”, tanto la educación como la actividad productiva, son
cada vez más sumergidos en un modelo que resulta un fractal del Sistema.
Los liderazgos
funcionales, son otro estigma del Sistema dentro del ámbito laboral. Personas
con menor capacidad y conocimientos suelen ser elegidos por conveniencia de
clase para dirigir a los demás. El mando adquirido por una cuestión estructural
de la organización, en general sobrepasa los límites de la irracionalidad, al
dotar a un individuo con poderes por encima de los derechos de otros, no solo
dentro de la empresa, sino que en muchos casos, fuera de ella, de tal suerte
que la sobrevivencia y las posibilidades de subsistencia de un individuo están
en función directa con el estado de ánimo de sus jefes. El caso más absurdo e
irracional de esta situación se da dentro de las fuerzas armadas, donde la vida
de un Ser Humano está supeditada al punto de vista de los mandos superiores, e
inclusive, a las ambiciones de poder de quienes lo ostentan a la vista de la
sociedad. Dentro de lo que se estableció en el apartado sobre la falsa
democracia, está latente la situación de que un solo individuo, durante cuatro
años, tiene en sus manos la vida de todo el planeta. Una irracionalidad tan
evidente solo es posible gracias a la existencia del Sistema. Aunque hay que
decirlo, el Presidente de la nación más poderosa del mundo, no es un
dictador, sino el esbirro de las grande
corporaciones, que son en realidad quienes gobiernan nuestras vidas.
En la actualidad,
no existe una organización lucrativa cuyo principal objetivo sea el interés
social (sería contradictorio). Todas sin excepción, comparten el objetivo
primario de incrementar el valor de la empresa, obviamente desde el punto de
vista económico. La justificación a este comportamiento, proviene de la idea
sistémica de que si una empresa se mantiene por encima de un rendimiento
crítico mínimo, los inversionistas pondrán su dinero en ella y con eso se
garantiza la fuente de trabajo y el bienestar general (cuando escucho esto, con
toda la convicción que pone el expositor, no puedo dejar de esbozar una sonrisa
sarcástica); es una verdad a medias. Como hemos visto, el bienestar no es
general, sino para unos cuantos, y la posesión por unos pocos del capital para
inversión, sólo genera mayor desigualdad al concentrar mucha riqueza en un
extremo y empobrecer al medio ambiente y a la sociedad por el otro. Si el
objetivo primario fuera en verdad el interés social, contrario a lo que se
afirma, no provocaría la quiebra de las empresas, tan solo limitaría significativamente
la inequitativa distribución de la riqueza generada, y con ello se lograría un
verdadero bienestar general. Sin ir demasiado al extremo, tan sólo considerando
una redistribución salarial más justa, el bienestar general se incrementaría
sustancialmente sin perjuicio alguno del inversionista (¡pobre!, no sería justo
que perdiera lo que tantas vidas y sufrimientos a costado al pueblo). Pongamos
un ejemplo sobre un caso real: en la empresa X, la tasa de rendimiento
neto anual es del 23% sobre la inversión inicial; a ese paso, la inversión a
valor real se recupera en 4 años. El director general gana al mes $700,000, los
directores de nivel inmediato inferior, ganan $300,000 y son 5; para el
siguiente nivel hacia abajo, hay 48 gerentes que ganan cada uno, $86,000;
después están 243 jefes de departamento que ganan cada uno, $25,000; hay un
nivel intermedio con 106 profesionistas de diversas disciplinas que ganan
$16,000 al mes cada uno; dentro de los niveles más bajos, se tienen 825
empleados con un sueldo de $5,000 y finalmente, a 215 con apenas $1,400
mensuales cada uno. Toda esta organización, eroga en sueldos y salarios, la
cantidad de $18’525,000 al mes. Un modo de vida holgado, sin grandes lujos pero
sin carencias, requiere de un ingreso de $25,000 al mes (30,000 USD por año);
si se divide el egreso total entre el número de empleados obtenemos $12,837.84,
es decir, la empresa no tiene capacidad para proveer bienestar para todos sus
empleados, sino en un 50%, y no solo eso, sino que con la distribución de riqueza
que ejerce, contribuye a generar mayores desigualdades. Luego hay un porcentaje
importante que va a parar a manos del gobierno, que se diluye en su aplicación.
Como establecimos
al principio, sin cambiar nada más que la distribución de la riqueza entre los
empleados, podemos obtener una situación más justa y provechosa para todos, por
ejemplo: $60,000 para el director general, $40,000 para cada director del
siguiente nivel, $30,000 para los gerentes, $22,000 para los jefes, $18,000
para los profesionistas, $10,000 para los empleados y $6,000 para los del
último nivel, sobrando $31,000, mas el ahorro de varios miles de pesos por
impuestos sobre el ingreso a tasa variable (ISR), lo cual permitiría recuperar
la inversión en menos tiempo y activar la economía local al impulsar el consumo
con un mayor poder adquisitivo de la población. Este esquema representa sólo
una parte muy pequeña de todos los cambios que se involucrarían para que una
empresa funcionara sobre el interés social. Ahora bien, ¿por qué algo tan
simple no se lleva a cabo? ¿acaso los teóricos de la administración no son
capaces de razonar con la misma simplicidad?. Una razón muy importante para no
hacerlo así, es que con un esquema similar, se pone en riesgo no a la empresa,
sino a la segmentación social basada en amurallar a las clases sociales vía la
desigualdad en el ingreso. Esto garantiza mantener el status quo basado
en clases.
Del ejemplo
anterior, alguien podría decir que es injusto que un empleado que gana $700,000
al mes, vea reducido drásticamente su sueldo a $60,000. Esa visión es
sistémica, ya que la óptica de este hecho es al contrario, es decir, no
representa una injusticia, sino haberla corregido. Nadie en una situación de
trabajo, es capaz de generar con este, un ingreso mensual de tales magnitudes,
por lo que resulta en un sobresueldo; por el contrario, el empleado que
menos gana, recibe un suprasueldo cuyo significado es la imposibilidad de
ejercer muchos de sus derechos sociales y humanos, cayendo la empresa con esto,
no solo en una situación de injusticia distributiva, sino en un crimen de lesa
humanidad. Lo peor es que lo saben.
Tanto a niveles locales como
internacionales, las grandes empresas acaparadoras, por un lado exprimen a los
productores y por el otro, se enriquecen con los consumidores finales. El
ejemplo más claro de esto, es el mercado del café. Las principales empresas
empaquetadoras y distribuidoras de café, son empresas que en su país de origen
no existe producción del café; la Starbuck Coffe, compra a Etiopía café en
cereza (tal como se cosecha), a razón de 0.60 centavos de dólar la libra,
mientras que la vende mucho más cara sin proceso alguno. Obviamente las
empresas alemanas e italianas que compran ese café, después de procesarlo, lo
venden todavía más caro de tal manera que el consumidor final acaba pagando por
el grano molido y tostado de entre 6 y 15 dólares la libra; a los productores
mexicanos, empresas como la Nestlé, les compra el kilogramo de grano a 2.80
pesos y después de procesarlo hasta nivel soluble, lo vende a más de 30 pesos.
El productor gana, en un buen año, alrededor del 30% sobre el producto,
mientras el acaparador gana el 1000%. Los acaparadores son en este mercado
quienes establecen los precios para cada etapa del proceso, pese a no ser
productores, y el control del mercado lo logran gracias a tres pilares: 1) el
secuestro de la tecnología; 2) las ligas con el poder político, y; 3) las
economías de escala.
En resumen, las empresas
productivas no persiguen objetivos sociales de justicia, sino beneficios
económicos para los dueños del capital y los dueños del poder, y con ello la
generación y preservación de las distintas clases sociales. Cuando hablan de su
contribución al bienestar social, tratan de justificar su existencia con una verdad
muy a medias o muy a décimas, cuando su existencia ya está justificada desde el
punto de vista de los bienes y servicios necesarios que producen, lo que no
justifica su forma de operar respecto a sus empleados, respecto a la sociedad y
al medio ambiente. La llamada Iniciativa Privada, no es más que una sarta de
enfermos mentales, enfermos inconscientes de dinero y de poder: son sus únicos
objetivos de vida sin importarles los demás ni el medio ambiente. La idea
sistémica inoculada de que el éxito viene cuando se adquiere fama y / o dinero,
es normal bajo el marco de referencia capitalista; si Rafael, en el infierno,
es invitado a concursar en lanzar escupitajos a los transeúntes, tendrá éxito
si logra acertar el mayor número de intentos, aunque este éxito, antes que
proveerle un desarrollo personal, lo desmerita. Las personas enfermas de este
mal, pero que no son ricos, pueden provenir de cualquier condición social;
sueñan con tener mucho dinero y los que lo logran, son “poseídos” por su propia
riqueza material; de la codicia por el dinero viene la codicia por el poder.
Los negocios nunca se piensan en función de hacer el bien por el bien mismo,
sino en función de hacer dinero, nada más, no hace falta buscar otras
justificaciones. Así lo exige el Sistema y así hay que hacerlo.
Todos, influidos inconscientemente
por el Sistema, hemos planeado alguna vez iniciar un negocio propio o ser
importantes ejecutivos de una gran empresa, todo para cumplir el sueño
sistémico de la riqueza material y con esta, obtener el respeto y el
reconocimiento de los demás. Estos objetivos tan pobres y a la vez tan
difíciles de alcanzar para la mayoría, mantiene a la población sumergida en la
frustración, y en algunas capas sociales, el rencor social que deriva en
responder a esta violencia, con más violencia. Querer destacar dentro del grupo
social, es una condición natural para muchas especies, incluida la nuestra. El
problema son los valores errados y sustancialmente pobres que nos impone el
Sistema para alcanzar objetivos igualmente pobres, aunado a los métodos de
repercusión negativa que pone a nuestro alcance, sean legales o ilegales, donde
la mayoría son de cualquier forma, inmorales y atentatorios de la especie.
Estos valores, basados en la riqueza material, son los que promueven y a la vez
justifican la proliferación de emporios comerciales y financieros que
contribuyen a la desigualdad social y a poner en cada vez menos manos,
proporcionalmente hablando, un poder indebido, inmoral y en extremo peligroso
para la humanidad. El que paga, manda, y el que manda, busca su beneficio; la
voz de la razón se apaga desde cualquier nivel: primero está la inoculación de
dogmas y, si no funciona, sigue el aislamiento y, si no funciona, viene la
persecución y, si no funciona, la cooptación. El asesinato, aunque vigente, ha
demostrado ser contraproducente. Cualquiera de nosotros, para sobrevivir,
necesitamos incorporarnos de una o de otra manera al modelo económico de
sometimiento por deuda; a vender nuestro trabajo con tal de recuperar una pequeña
parte que nos permita seguir viviendo y así poder seguir laborando y
enriqueciendo a nuestros acreedores. Ellos no generan valor, sólo deuda.
Segundo apartado
Las castas laborales
El Sistema
laboral, como fractal del Sistema mundial, divide no solo al trabajo, sino a
las personas. Las castas o clases sociales, se manifiestan en una organización
productiva como puestos o cargos, con facultades explícitas e implícitas que
atentan contra los derechos humanos y sociales de los empleados. Muchas de las
reglas que se aplican como garantías individuales o de grupo fuera de la
empresa, no valen dentro de la misma; las empresas dentro del Sistema funcionan
como bunkers donde están primero los objetivos internos (aquellos que la OMC
llama “derechos de los inversionistas”), y después los objetivos individuales y
sociales donde se incrustan los derechos naturales de la gente, y donde la
libertad adquiere un carácter de negociación, negación y elemento de control.
Una alegoría muy demostrativa de esto, se presentaba en una caricatura de la
Warner Brothers: el coyote y el perro, fuera del trabajo llevaban una relación
de amistad y respeto, contrario a la relación que llevaban cuando están
trabajando: se podían destrozar de cualquier forma, aunque siempre salía perdiendo
el coyote. Es como pasar de una realidad a otra muy distinta. En la realidad
sistémica, tanto dentro de la empresa como fuera de ella, siempre hay un
perdedor porque como se ha dicho, la empresa es un fractal del Sistema, es
decir, es el mismo Sistema en pequeño, aunque cambian algunas reglas,
generalmente hacia una mayor conveniencia del inversionista y un mayor
perjuicio del trabajador. La salvedad en los fractales empresariales, es que en
ellos no se establecen clases laborales nocivas, ya que estas se dan en función
de la actividad productiva o especialidad; lo que se establece es algo más
arcaico: son las castas laborales. Dentro de la empresa, el jefe
puede humillar y ofender al empleado, y esto se hace extensivo fuera de la
empresa siempre que la relación laboral subsista; caso contrario cuando el
empleado se desprende de la organización: ahí el jefe lo piensa dos veces antes
de intentar ejercer su dominio sobre el ex trabajador, al menos deja de tener
el privilegio auto concedido de ordenarle qué hacer, de criticarle y mantener
una clara línea divisoria a nivel social.
Durante la época victoriana, las
castas laborales eran toda una realidad dentro y fuera de la empresa,
inclusive, por el simple hecho de poseer un título como Médico, Abogado, etc., eran
motivo suficiente para ejercer dominio sobre las personas que carecían de
estudios académicos, bajo el pretexto de relacionar esta dominación con el
respeto (otra de las irracionalidades del Sistema, de hecho se podía hablar de
un “respetable abogado”, pero nunca de un “respetable mesero”, a no ser en tono
de burla, por ejemplo). Esto se hacía más evidente si estaba de por medio un
título nobiliario. En la actualidad, dependiendo del país de que se trate, esta
distinción entre personas, establece un rango que interviene definitivamente en
las relaciones interpersonales de la comunidad, donde los que obtienen mayores
ingresos, o pertenecen al cuerpo gobernante, u ostentan puestos de mayor
jerarquía, son quienes llevan la ventaja de antemano para cualquier asunto,
sobre el resto de la población y sintomáticamente reciben un mejor trato por
parte de todas las instancias gubernamentales, llegando incluso al servilismo
sumiso y descarado de estas. Esta condición irracional, provoca dos fenómenos
nocivos desde el punto de vista del nivel académico o profesional: 1) que la
mayoría de la gente aspire a ostentar un título no por lo que representa a
nivel de conocimientos, sino por lo que representa socialmente en ingresos,
respeto y privilegios; y 2) que las personas que no tienen la oportunidad de
obtener un título o pese a este, no encuentran las mismas oportunidades para
satisfacer su necesidad de poder y riqueza, forman grupos cuyos métodos para
sobresalir socialmente, los convierte en seres nocivos (delincuentes, como los
define el Sistema): asesinos, ladrones, narcotraficantes, secuestradores,
terroristas, etc., que forman mafias, pandillas, cárteles y toda una red de
“delincuencia organizada” que no pudo acceder a los métodos convencionales de
dominación y acumulación de riqueza, y crea los suyos propios, pero no por eso
dejan de ser sistémicos. Hay que decir que la “delincuencia organizada”, rara
vez se da por sí misma, normalmente es organizada desde arriba.
El valor
intrínseco de cada Ser Humano dentro del Sistema, se tasa de acuerdo a su poder
económico, político o social (aquí entra lo académico); nada que ver con el
desarrollo personal ni otros aspectos realmente significativos como son los
valores y principios (los auténticos, no los que el Sistema establece).
Podemos concluir que mientras
exista en la práctica la diferenciación entre personas a partir de su condición
laboral, educativa, económica o política, el Sistema seguirá gozando de cabal
salud en perjuicio de la especie humana.
Sin embargo, no solo
en las empresas se reproduce el Sistema, sino en organizaciones de todo tipo,
desde asociaciones deportivas hasta toda clase de grupos organizados que cubren
una amplia gama de actividades humanas dirigidas a la sociedad o a sí mismas.
En general, toda organización humana con una estructura organizativa vertical,
donde existen niveles de autoridad que pueden repercutir en los derechos
naturales de otros, es un fractal del Sistema. Toda rama que cae al río, se
mueve con el río.
Tercer apartado
La economía como medida de valor social
La economía
personal o de grupo, desde el punto de vista del Sistema, por ser un resultado
directo de la actividad comercial (la madre de las desgracias humanas), es el
principal punto de vista para evaluar a la persona o grupo. Bajo esta óptica,
el éxito social está en función del ingreso monetario, pero ¿realmente este
elemento es una medida racional del éxito?. Muchos boxeadores, deportistas,
artistas, cantantes, actores, comerciantes, etc., obtienen ingresos mucho mayores de lo que
pueden gastar racionalmente y sin embargo, gran parte de ellos dejan mucho que
desear en lo que se refiere a su calidad humana. Una habilidad que gracias a la
mercadotecnia se convierte en una mina de oro, tiene que ver sólo en una parte
muy pequeña con el valor de la persona; para el Sistema, no existe un amplio
arco iris de elementos de los cuales dependa la evaluación del Ser Humano como
ente social, y como no existen, tampoco los promueve. Para el Sistema, el
Sistema es algo serio, no se toma a juego. El Sistema no otorga valor a los
valores intrínsecos del Ser Humano, sino que antepone a todos ellos, el ingreso
monetario, el cual no es un valor propiamente, sino una condición, generalmente
resultado de la corrupción del medio. Esta irracionalidad se puede resumir con
esta frase: “dime cuánto ganas y te diré cuánto vales”; o en esta otra: “yo si
quiero ser alguien en la vida” (ya que se refiere sólo a la fama o al dinero).
Hay personas que poseen generalmente, no por méritos propios, sino a consecuencia
de las herencias obligadas del Sistema, una condición económica holgada. A
contraparte, se encuentran las principales víctimas del Sistema, que son los
desposeídos. En muchos casos, no media diferencia, humanísticamente hablando,
entre pobres y ricos; las diferencias vienen más por el lado de la cultura (no
del conocimiento de la misma, sino de la forma de comportamiento social) y de
la economía. Un individuo burgués suele ser tan ignorante y mediocre como uno
de clase baja, solo cambia su forma de manifestar esa ignorancia; de igual
modo, un burgués culto e inteligente, puede encontrar su equivalente en un
individuo de clase baja, con todo y que este último no haya tenido las mismas
facilidades que el primero para desarrollar sus habilidades y conocimientos. Es
de idiotas criticar la falta de cultura o preparación de quienes no han tenido
los medios para desarrollarse, pero es de perversos quienes lo hacen a
sabiendas que las oportunidades dadas a unos, son condición de cancelarlas a
otros. La única crítica válida, es la que parte de condiciones de igualdad
sistémica entre crítico y criticado.
Ahora bien, para
no dejar el tema sin la contra parte, mencionaré lo que a mi pobre juicio,
representa el verdadero valor de las personas: es la capacidad de amar a los
semejantes y actuar en consecuencia como una condición de sobrevivencia de la
especie, sin perjuicio de ninguno de los miembros de la comunidad; la
aceptación del Ser Humano diverso y el respeto por lo diferente; la comprensión
hacia aquellos que no gozan de muchas facultades o de ninguna y su protección;
el respeto al medio ambiente y su preservación como ecosistema proveedor de
vida. El valor de un Ser Humano no
puede estar en función de lo que es capaz de adquirir para sí mismo, sino en lo
que es capaz de aportar para el desarrollo de la especie y la preservación de
su entorno.
Sin embargo, para
el Sistema todo lo que aporte continuidad y sostenimiento de la sociedad de
clases, es decir, que contribuya a la desigualdad, la segmentación y las ponga
en evidencia, es sujeto de valor; mientras que todo aquello que aporta igualdad
y unidad, es desmeritado y recluido en el romanticismo impráctico. Este es el
núcleo filosófico del Sistema por el cual, de una manera que parecería
ciertamente incomprensible, se derivan las tareas contra la individualización
de las personas porque, ¿qué más puede señalar la consumación de una
individualidad si no es la desigualdad? ¿acaso la homogeneización que persigue
el Sistema no es un proyecto de igualdad?. Ciertamente se habla de cosas
distintas: en primer lugar, la desigualdad sistémica es de orden económico, de
lo cual se deriva la desigualdad social en todos sus componentes, donde la
homogeneización es por estrato social, donde de ninguna manera se mezcla a las clases
sociales. En segundo lugar, la individualización es de carácter accesorio, de
condición de vida, no de libertad de pensamiento, actividades de autogestión o
filosofía de vida. El Sistema siempre tiende a confundir a la gente con
verdades a medias.
El Sistema protege
la segmentación humana en clases, dando siempre más oportunidad a los que
tienen y entre más tienen mucha más oportunidad de seguir acumulando; y menos
oportunidades, inclusive llegando a la represión, el despojo y la marginación,
a quienes no tienen nada o tienen poco. En México existe un sorteo millonario
llamado Melate, que reproduce parte de esta filosofía: para el primer
lugar (quien acierta 6 números de 51 posibles), obtiene millones de dólares,
mientras el segundo lugar (acierta 5 y un adicional, es decir, en la realidad
también acierta 6 de los 51 posibles) obtiene un 2% respecto al primer lugar.
Además que, probabilísticamente hablando, los resultados no coinciden con la
estadística: hay corrupción.
Cuarto apartado
Tierra, capital y trabajo: referentes del poder
La riqueza, su
producción, origen, destino y significado, representa un tema clave para
entender por qué se mueve el Sistema, cómo se mueve y hacia dónde. Retomando de
la parte introductoria de esta obra, el tema de la historia del Sistema,
recordemos que el sedentarismo se hizo posible gracias al comercio, donde los
recursos lejanos se encontraban al alcance de otros grupos en los puntos de
intercambio de productos. Estos recursos, por sí mismos, en su estado natural,
sin intervención alguna del Ser Humano, no tenían valor. Lo que les daba valor
era el trabajo de quien los recolectaba: días, meses o años para llegar a ellos
y transportarlos a donde pudieran ser usados o comercializados; trabajo para
extraerlos, cargarlos, almacenarlos y transformarlos (algunos de ellos); entre
más trabajo y conocimiento se invirtiera en encontrarlos, y en los procesos
subsecuentes hasta obtener un producto final o una materia prima, mayor era el
valor que adquiría el material. De esta condición surge una equivalencia de
valor en base a ese trabajo y conocimiento, entre unos productos y otros, entre
unos materiales y otros, etc. Entonces el objeto adquiere el valor que el Ser
Humano le aporta; es como si el objeto absorbiese trabajo y conocimiento
humano, sea directo o indirecto, y lo conservase dentro de sí para que a partir
de ese momento, adquiera su valor. Ese objeto con valor, es una unidad de
riqueza: representa un trabajo hecho y un conocimiento aplicado. La utilidad
del objeto, el material con que está hecho, la abundancia o escasez y su
calidad, son causa de incremento o decremento del valor del objeto, por lo
tanto, son factores de riqueza. Ahora bien, la escasez sumada a la acumulación,
representa el ideal de riqueza (si el oro no fuera escaso, su acumulación no
tendría sentido para obtener riqueza); en contraparte la abundancia, hace
irrelevante la acumulación y el valor, decrece. En una sociedad
evolucionada, el concepto de riqueza, simplemente no tendría el mismo sentido,
sino sería reemplazado por su antecesor: el concepto de utilidad. Por
ejemplo, el aire, hay que cuidarlo por su utilidad; es indispensable para
vivir, aunque para el Sistema, es irrelevante mientras no pueda ser
comercializado. Esta es la diferencia principal respecto a los recursos.
Ya con el sedentarismo y la
propiedad de la tierra, los materiales que en ella se encuentran adquieren un
valor aún antes de que intervenga la mano del hombre directamente sobre ellos.
Entonces el contenedor tierra, que nada valía, también adquiere un valor por
los materiales que proporciona y pasa a formar parte de la riqueza, del mismo
modo que su capacidad para producir. Es obvio que la tierra destinada al
cultivo, entre mayor capacidad de producir alimentos tenga, tendrá un valor más
alto que la tierra que nada puede aportar. Los suministros necesarios para la
producción, además del trabajo y que antes no tenían un valor establecido,
tales como el agua, el clima (considerándolo de tal manera), etc., adquieren
también un valor en base a su aportación para producir riqueza; se convierten
en factores de riqueza. Del valor de la tierra, deviene la lucha por su
posesión, y de la posesión, la posibilidad de explotación y enajenación. Pero,
¿es racional la enajenación por medio de la venta de la tierra? ¿es racional la
propiedad privada de la tierra? Bajo la óptica del Sistema, no puede ser de
otra forma, ya que resulta lo más lógico, pero fuera de esta perspectiva,
nosotros y todo ser vivo en la tierra, pertenecemos a la tierra, es la madre y
como tal, no se la puede vender, tomarla como nodriza para que aquellos
excedentes que nos proporciona puedan estar al alcance de quienes los necesitan
a cambio de una renta. Un abuso como este, innegable en todo tiempo y
circunstancia, resulta lógico para el Sistema de tal forma que es considerado
como uno de sus pilares en el modelo capitalista y se lo protege; la
propiedad de la tierra es una de las más grandes aberraciones de nuestras
civilizaciones. Asociar la tierra con la posibilidad de comer y por lo
tanto, de sobrevivir, en nuestros tiempos es más artificial que efectiva; en
unas zonas del globo muchos mueren de hambre y en otras, se desperdicia mucha
comida.
La riqueza, como tal, no engendra
poder, sino que es útil como herramienta de subsistencia. La riqueza desde el
punto de vista del Sistema es la acumulación de bienes con valor, en pocas
manos. Un hombre rico es poderoso en la medida que sus semejantes carecen de lo
que a él le sobra. Entonces, adueñarse de cosas de valor que a los demás les
falta, equivale a adueñarse de la voluntad y del trabajo de quienes tienen
necesidades insatisfechas. Ya en el colmo de esta condición, no importa si
eso que a unos les sobra y a otros les falta, es por definición necesario para
quienes no lo tienen. La forma “decente” de enriquecerse de acuerdo al Sistema,
son el comercio con ganancia, la explotación privada de los recursos naturales
y la compra barata del trabajo, lo cual es en realidad, el despojo de una parte
del valor añadido por el trabajador, sin mencionar la cancelación de muchos sus
derechos naturales para que la explotación funcione. Es así que si en el
Sistema hay quien pueda controlar la abundancia y la escasez, puede entonces
tener el poder. Tras las palabras de Mayer Amschel Rothschild (Mayer Amschel
Bauer), declaradas en 1790: ”Déjeme publicar y controlar el dinero de una
nación y no me preocupare de quien escribe las leyes.”, se esconde nuestra
terrible realidad, ya que, efectivamente, quienes emiten y controlan el dinero,
son quienes tienen el poder bajo un Sistema donde el dinero lo es todo.
Los esenios
comercializaban sus productos o su trabajo directamente, pero no ejercían el
comercio como actividad económica, por considerarla inmoral (no se
equivocaban). El Sistema establece los límites y las reglas del mercado,
beneficiando al comercio por sobre los derechos de los productores y los
consumidores. Es tal el cinismo de las
clases opulentas, que reclaman como derechos, los abusos que alrededor del
mundo cometen. Baste consultar las reglas y recomendaciones de la OMC,
donde se establecen muchas prerrogativas para los inversionistas que van en
contra de los derechos de la población donde operan18.
Por el lado de la
explotación, la plusvalía capitalista, aunque en forma indirecta, es una
medida fiel de la injusticia social distributiva. En todos los países del
mundo donde los grandes inversionistas tienen intereses, el saqueo de la
riqueza del país sede, se compone en buena medida de plusvalía capitalista.
Esto no difiere en mucho respecto a la óptica económica de Karl Marx, pero el
fenómeno de creación de pobreza se ha visto maximizado por el hecho de que la
burguesía, ha dejado de ser local, para dar paso a una burguesía internacional,
y que los recursos económicos excedentes, van a parar a bancos, que en lugar de
colocar créditos para el común de las personas, financian instrumentos de
dominación tales como el FMI y el Banco Mundial. El dinero físico (papel
moneda) de los ahorradores, sirve entre otras cosas, a los Bancos para hacer
exhibiciones en el momento que lo requiere y para pequeños créditos en
efectivo, por lo que una parte del dinero en el mundo, sólo existe dentro de
los ordenadores. Si los créditos rebasan la capacidad de pago globalizada (por
falta de dinero circulante), se crea una
distorsión del mercado financiero que tiende a reajustarse de acuerdo al
esquema crediticio vigente, y los pueblos son los que pagan tal reajuste a
expensas de reducir su capacidad de compra y entrando en recesión.
Para los inversionistas
internacionales no bastan los modelos sistémicos intangibles (leyes,
reglamentos “sentido común”, cultura sistémica, etc.), desde donde se puede
decir que es normal que un porcentaje importante de las ganancias netas, vaya a
parar a manos de los dueños de los medios de producción, pero si además estos
recursos terminan fuera del país donde se producen, fuera de cualquier control
y fuera del alcance de la masa productora, se determina entonces una forma de
saqueo que exprime a la sociedad sin devolverle nada, antes al contrario, la
riqueza así obtenida se utiliza para ejercer mayores presiones económicas y
mayor control tanto político como social. El resultado neto, es una
distribución de la riqueza altamente discrecional. Este fenómeno de fuga legal
(aunque inmoral) de capitales, es responsable de las altas tasas de miseria
alrededor del mundo. La tecnología juega un papel primordial para mantener
esto. El Gran Clan Mundial (GCM), se adueña de ella, ya sea para incrementar
sus ganancias, o para detener el desarrollo de la misma si así conviene a sus
intereses. La globalización que promueve, carece de elementos de identidad
capaces de unificar al mundo bajo su control; lo más que ha logrado, es inducir
el concepto de occidentalismo, como el modelo ideal para la vida en sociedad,
para gobernar y ser gobernados, para el progreso y el desarrollo humano: toda
una entelequia que ayuda a mantener la mente atrapada en el día a día, en
objetivos prefabricados que poco o nada tienen que ver el crecimiento del Ser y
su posterior liberación. El arma del Sistema, es el dinero, y con él manipula
todo lo susceptible de ser corrompido: si A no se corrompe, lo harán B y C,
donde A, B y C, pueden ser personas, gobernantes, organizaciones, culturas,
ideas y casi cualquier cosa, porque casi cualquier cosa tiene cifrado su
destino por la economía. Hay pocas cosas que el dinero no puede comprar, pero
el dinero puede acabar con ellas en función de la pérdida de la consciencia.
Luego viene el concepto de interés, que dicho sea de paso, representa dinero
que no existe, pero se exige como si existiera, así que siempre, habrá quien no
pueda pagarlo perdiendo con ello su patrimonio (recesión + inflación eternas).
El control por presiones económicas, se complementa con otra invención del
Sistema: el dinero volátil. Este dinero no tiene un correspondiente con
los bienes existentes al día de hoy, es decir, representa bienes a futuro,
bienes que son intangibles: trabajo que no se ha hecho, conocimiento que no se
ha aplicado, recursos que no existen; es riqueza ficticia que sin embargo,
genera poder real. Como un sistema económico basado en “dinero sobrante”,
provoca presiones inflacionarias que deterioran aún más el nivel de vida de la
población, gran parte de este dinero ficticio, no se encuentra en forma de papel
moneda, sino en documentos tipo certificado, hipoteca o pagaré. Estos
documentos hacen posible tener una “riqueza” económica que no representa un
valor equivalente al presente, sino a futuro y evita, al no estar como papel
moneda, el efecto inflacionario por un lado, y por el otro, asegura que la
riqueza real en bienes y servicios que se produzca durante los próximos años,
ya esté comprometida con los dueños futuros, poseedores de los documentos y que
intervienen muy poco o no intervienen en la generación de esa riqueza. Veamos
un ejemplo sencillo:
Un productor, solicita un crédito
para desarrollar su negocio. El crédito se agota pero la riqueza apenas inicia
la recuperación. El producto, antes de que exista, ya tienen un nuevo dueño.
Los intereses por el crédito, se pagan con la nueva producción durante un
tiempo determinado, pero para pagar el principal, es necesario una
sobreproducción y condiciones del mercado adecuadas para colocarla. El valor
del producto, lo determinan las condiciones del mercado, pero generalmente será
inferior al valor del documento de deuda a futuro. Esta diferencia de valor, es
la plusvalía capitalista del inversionista, que es una riqueza que representa
cosas que aún no existen, pero que en cuanto existan, serán propiedad no de
quien las produjo, sino del poseedor del documento. Si a este esquema agregamos
inflación (indispensable para el modelo capitalista), el productor, no el
acreedor, tendrá que absorber las pérdidas. Este sencillo ejemplo de generación
de riqueza intangible, reproducido millones de veces en todos los ámbitos
productivos, crea una burbuja de tal magnitud, que llega a rebasar la capacidad
de producción presente y futura que pueda darle satisfacción, de tal modo que a
falta de bienes para cubrirla, se recurre a nuevos créditos comprometiendo ya
no sólo la producción a más largo plazo, sino las libertades y la soberanía del
tejido social dependiente, y es lógico, al acreedor de grandes cantidades de
dinero, no le conviene tampoco hacer efectivo su derecho a apoderarse de los
medios de producción, al menos no hacerlo todos a la vez, porque en ese momento
se rompería la burbuja provocando una escalada inflacionaria incontrolable que
les haría perder gran parte del valor de sus posesiones. Entonces las deudas permanecen
hasta hacerse impagables, y además de la miseria que generan y de ser un medio
de control, crecen exponencialmente dados intereses sobre intereses, sanciones,
intereses moratorios, gastos de renegociación y otros de diversa índole
aplicables todos al deudor, haciendo prácticamente imposible siquiera pensar en
que el trabajo productivo sea capaz de proporcionar bienestar a quienes lo
ejercen, es decir, la masa trabajadora. La riqueza garantizada así a futuro,
representa también la garantía de más miseria futura. Los productores, desde
los más pequeños hasta los más grandes, cada vez, tienen que avanzar más rápido
para mantener su competitividad. Es una carrera donde los más fuertes (muchos
de ellos lo son por romper las reglas que imponen a los demás), terminan
imponiéndose a los más débiles; donde cada vez se exige más a los empleados
para cubrir las expectativas de los inversionistas, las cuales son
exclusivamente económicas. Las empresas no son, como muchos románticamente
creen, organizaciones cuyo objetivo sería producir bienes y servicios de
calidad para elevar el nivel de vida de la población al satisfacer sus
necesidades. No, esa visión es mercadotécnica y no se ajusta a la realidad. Las
empresas son unidades productivas de recursos económicos para satisfacer las
necesidades de poder de los inversionistas; todo lo demás puesto en el área de
producción, son métodos, estrategias, políticas etc., que sirven para cumplir
dicho fin más eficientemente.
Dentro de la
normatividad sistémica, el robo institucional ocupa la parte esencial. No sólo
es la plusvalía capitalista que va a parar a manos de los inversionistas, pues
antes de convertirse en ganancia, los excedentes del trabajo de los
productores, pasan por un filtro en forma de sobresueldos para los directores y
otro tipo de empleados especialistas. Un Gerente normalmente “gana” en sueldo y
prestaciones mucho más de lo que su trabajo representa en valor, siendo que en
muchos casos, su trabajo ni siquiera es necesario para la producción ni aporta
valor al producto, sino que tiene por encomienda, mantener el “orden” y
asegurarse que las cosas se hagan bien y a tiempo. Esta actividad bien podría
ser eliminada si la estructura laboral no estuviera basada en los cánones de la
sobre explotación del capital y sustentada en una organización de tipo
monárquica con prerrogativas excesivas por un lado y con falta de libertades y
cancelación de derechos por el otro. El robo institucional permite a los dueños
del capital echar mano de fieles capataces que en el mejor de los casos
desarrollan conjuntamente con sus acciones persecutorias, actividades de
planeación, dirección y control de la producción, pero que solo en el ámbito
romántico estas actividades resultan útiles, pues la verdadera razón de su
existencia es ayudar a mantener una estratificación laboral que fomente,
gracias a los sobresueldos, la estratificación social (las castas laborales,
desde la perspectiva económica, se trasladan al tejido social en forma de
clases sociales). En contraparte, una organización laboral desarrollada, no
requiere de supervisores, pues su nivel de conocimiento respaldado por la
suficiente autonomía y consciencia en sus labores, es más que suficiente para
obtener excelentes resultados en sus actividades productivas. Las actividades
de planeación, dirección y control, pasan a ser actividades predominantemente
técnicas, susceptibles de ser programadas automáticamente por un ordenador. Para
mantener una estructura social de clases bien definida, en una sociedad basada
en el poder adquisitivo de cada estrato social, es necesario darle a cada
estrato ese poder adquisitivo, y como el trabajo no genera más que una
parte finita de riqueza, se tiene que tomar una parte del trabajo de los
trabajadores para compensar el ingreso de los estratos superiores que tampoco
poseen los bienes de capital, es decir, de los empleados de alto nivel. Todos
los que hemos estado inmersos en una organización productiva capitalista, hemos
sido testigos de que para algunos empleados, firmar cheques, autorizar procedimientos,
regañar a sus subordinados, sembrar pánico laboral, y decir estupideces, les
representa un ingreso económico muy por encima de lo que dichas actividades
pueden producir por sí mismas, mucho menos fuera de la empresa. Entonces no es
una condición de justicia el trato preferente para los empleados de alto nivel,
sino una condición del Sistema. No olvidar que la organización social y sus
injusticias, son producto en gran medida de la división del trabajo.19
Jean Baudrillard
escribe “...que no hay más realidad que la de la acumulación económica,
gigantesca engañifa de la acumulación, acumulación de tiempo, del valor, del
sujeto, etc., el axioma, el mito de la acumulación real o posible nos determina
completamente y sin embargo sabemos que nunca se acumula nada, que los stocks
se devoran ellos mismos como las megalópolis modernas, como las memorias
sobrecargadas.” Respecto a los productos, esto es correcto: sin el
movimiento y consumo de los productos, la producción simplemente, se detendría.
Para producir mil refrigeradores, debe existir la expectativa real de
colocarlos en el mercado, y para producir los siguientes mil, los primeros
deben haber sido colocados en su mayoría. ¿pero qué pasa con su equivalente
monetario? Este se mueve constantemente y se acumula en las cuentas. La
acumulación del tiempo, del valor, del sujeto, etc., desaparece porque se
convierte, mediante el modelo económico, en acumulación de capital. Es así que
toda actividad humana, tiene su correspondiente monetario.
Supongamos que una
persona desarrolla un software y lo vende a muchos usuarios durante un tiempo
determinado. El valor de su trabajo es recuperado con unas cuantas copias,
después sólo incide el costo de ventas y otros gastos administrativos, mismos
que se recuperan inmediatamente con las ventas y queda una ganancia. Esa
ganancia ya no tiene un producto o servicio que represente su valor. La riqueza
monetaria entonces encuentra su correspondiente en el trabajo de quienes
compran el software, riqueza del trabajo que no proviene de la utilización del
software, ya que apenas lo va a empezar a usar. Entonces el dinero que se usó
para comprar el software, proviene de un trabajo previo y, quienes pagaron por
ese trabajo, también debieron generar riqueza antes de obtener el bien o
servicio adquirido, es decir, pagan con trabajo que no tiene que ver con el
producto comprado. Sucesivamente, vamos retrocediendo hasta el productor de
bienes básicos, quien para desarrollar su ciclo económico debe contar con un
capital inicial, producir, vender y entonces comprar lo que necesita para
seguir produciendo. Visto desde ese ángulo, podemos entonces decir que el
productor de software se apropia del trabajo del productor de bienes básicos, y
encuentra el correspondiente monetario a su software, en el capital inicial del
productor primario. Ese capital inicial pudo provenir de muy diversas fuentes,
pero en última instancia, corresponde al valor de un pedazo de tierra, la cual
es limitada. Obviamente, el dinamismo de los ciclos económicos con el valor
aportado en cada etapa, hace que se pueda prescindir del valor inicial de la
tierra, pero entonces lo que permanece, es la apropiación del trabajo de
quienes se encuentran en cada etapa de un ciclo económico. El valor agregado se
va acumulando en cada etapa y va conformando lo que al final se denomina
plusvalía. Este capital, si pensamos en un equilibrio entre valor financiero y
productos, se supone que representa un porcentaje del valor de los productos y
servicios puestos en el mercado. Pero como hemos visto, no hay tal por un
desfase temporal; muchos de los productos y servicios que produjeron esta
plusvalía, ya no están en el mercado, porque si se trata de servicios
prestados, ya no existen, si se trata de bienes de consumo perecedero, la
mayoría tampoco existe, y si se trata de bienes duraderos, se han devaluado
fuera de los aparadores. Para que el ciclo económico tenga pues sentido, debe
haber una producción posterior de bienes y servicios equivalentes al capital
acumulado con los anteriores. Como nos enseñaban en las clases de economía,
para explicar el fenómeno de la inflación, nos ponían el trillado ejemplo de
los pollos. Si en una comunidad cerrada, había diez pollos y diez monedas, cada
pollo costaría una moneda, pero si había veinte monedas y los mismos diez
pollos, cada pollo costaría dos monedas. Yo me preguntaba ¿y si nos comemos los
pollos, de qué le servirán al vendedor las diez o veinte monedas? Tiene que
producir más pollos y tiene que devolver de alguna manera las monedas a los
compradores para repetir el ciclo. Pero como buen capitalista, el productor no
devolverá las diez monedas, se quedará con unas cuantas (las más que pueda).
Entonces para que sus siguientes diez pollos no pierdan valor en el mercado por
haberse quedado con unas monedas, necesita del Estado para que este reponga las
monedas faltantes y los pollos sigan costando lo mismo. Este ciclo es perverso
porque si quitamos las partes intermedias, concluimos que el Estado produce
monedas y las inyecta al mercado que, por sus características, promueve que la
mayoría vayan a parar a manos del explotador. En una sociedad de consumo, esta
acumulación monetaria representa poder. El capital fluye y se estaciona en las
organizaciones donde sus entradas superan a sus salidas (no podía ser de otra
forma, a menos de organizaciones subsidiadas por el gobierno o respaldadas por
recursos ilícitos, que pueden ser privadas o públicas). La acumulación
generalmente está generando a su vez más recursos monetarios, ya sea como
inversiones en la bolsa de valores, o como inversión directa en nuevos
proyectos. El éxito financiero de cualquier organización radica en que su
capital nunca deja de producir más capital. El Sistema provee de las
condiciones para que esto se mantenga, a costa de la idiosincrasia de los
pueblos, a costa del medio ambiente, a costa de infinidad de cosas más valiosas
que los productos producidos por las grandes empresas, esas que van tomando
cada vez más control de todo lo que mueve al mundo, porque bajo su condición de
vida, no les queda otro camino: o siguen ascendiendo y acumulando o se mueren.
Esta escalada está cada vez más hambrienta de equilibrios, y en esa búsqueda,
crea cada vez más desequilibrios en otros ámbitos, principalmente relacionados
con la injusticia distributiva y el medio ambiente.
El capital va
ganando la batalla a la tierra y al trabajo como referentes del poder, pero
necesariamente, directa o indirectamente, necesita de estos últimos para
mantener la supremacía. Cuando el trabajador sea dueño de su trabajo y la
tierra deje de ser posesión, el capital habrá perdido muchas de sus capacidades
de influencia política y social, porque como bien decía Adam Smith, el capital
es la acumulación de trabajo. Esto nos pone en posición de preguntar ¿el
capital que generan los trabajadores, adónde va a parar? Restando todos los
rubros dirigidos a la producción y al pago de impuestos, los excedentes de ese
trabajo van a parar a los bolsillos de los inversionistas en forma de
plusvalía, capital que les permite preservar la explotación laboral, la
dominación social a través del dipolo escasez – riqueza, e incrementar la
influencia política a través de presiones económicas, todo lo cual lleva el
proceso a una espiral o círculo vicioso cuya única solución apunta al
resquebrajamiento inducido de la estructura socio económica, es decir, a la
anarquía irracional que fomente la autodestrucción del tejido social, o a la
anarquía racional que inicie el proceso de reingeniería de las relaciones socio
económicas, culturales y políticas hacia una organización más justa. Cualquiera
de estas dos opciones, depende directamente del nivel de consciencia promedio
de la sociedad al momento del resquebrajamiento.
Por el lado de la tierra, debemos agregar que además de ser fuente de recursos, es la base para la vivienda y el hábitat de las demás especies. La posesión de la misma es ya de suyo, una condición de injusticia: quien no la posee está desnudo, desnudez que se expresa en inseguridad, miseria, dependencia enfermiza y obligada, hambre, deterioro, enfermedad, etc. Cualquier ser vivo sobre la tierra tiene derecho a usar de los recursos que de la tierra provienen, pero al ser una posesión de otros, ese derecho se limita y en ocasiones se cancela. El Sistema establece que es ilegal ocupar una propiedad privada sin consentimiento del dueño, sin importar que esa propiedad esté ociosa, en el abandono; ¿Cuántas casas abandonadas hay en una ciudad y en contraste cuántas personas no tienen un techo donde vivir? Por un lado, se sobre explota irracionalmente la tierra y por el otro, grandes extensiones permanecen ociosas porque sus dueños o el Estado así lo determinan. Es falso que la tierra pueda tomarse como posesión; la tierra es, en todo caso, propiedad de todo ser vivo por igual y en función de sus necesidades naturales. Eso no quiere decir que el uso de la porción de tierra que cada quien necesita para vivir no deba ser respetado. Tan ciegos y absorbidos somos de los dogmas sistémicos, que necesitamos leyes para proteger y respetar la tierra y su natura. Mientras no haya consciencia, seguiremos necesitando esas leyes. Así de absurda es nuestra concepción. Garantizar la propiedad de la tierra contra las necesidades primordiales de los desposeídos, ha generado a través de la historia, más muertes que cualquier otra cosa, directa o indirectamente. De ahí se desprende el abuso, la codicia que genera maldad inconsciente (ver este tema en la parte tercera); la territorialidad que genera conflictos, guerra y hambre, y; la irresponsabilidad ecológica. El deterioro, la extinción de especies y los cambios climáticos agresivos a la vida actual, han engendrado una consciencia ecológica positiva, por lo que después de miles de años, nos damos cuenta que la explotación de los recursos, debe ser sustentable, argumento que encuentra barreras de diversa índole: por un lado, las grandes compañías que explotan y contaminan los recursos privilegiando el tema económico, y por el otro, los pueblos marginados sumergidos en la miseria que no encuentran más opción que atentar contra su entorno para sobrevivir. Aún así, bajo una concepción de producción sustentable de los recursos, sólo se alarga el tiempo para el colapso, como veremos en la cuarta parte de esta obra. Lo que se necesita no es desarrollo sustentable, sino detener la carrera por ganar la competencia en los mercados a costa del medio ambiente. El desarrollo no son edificios, ni siquiera industrias; el desarrollo es todo aquello que aporta valor a la sociedad sin perjuicio del medio ambiente, pero que quede claro que un automóvil no aporta valor a la sociedad ni al individuo, esa concepción es sistémica. Un automóvil aporta comodidad y contribuye a la eficiencia, pero a cambio, su producción y utilización, genera enormes desequilibrios ambientales. Las mayoría de las ventajas que proporciona un automóvil, no son permanentes; en cambio, muchos de los daños si lo son.
Quinto apartado
La viabilidad de la economía
La economía, vista
como concepto sistémico, es un elemento básico para que funcione el mundo. Los
“sabios” de Chicago, establecen muchos de los modelos vigentes para su
desarrollo así como las teorías para su entendimiento y aplicación, donde todo
apunta hacia la homogeneización de los principios que la sostienen, por
supuesto, desde una perspectiva puramente sistémica y que va dirigida a
establecer el imperialismo económico de las naciones desarrolladas donde tanto
éstas como el resto de los naciones, estén supeditadas a los requerimientos de
los inversionistas internacionales. La base tecnológica como pilar de la industria
ha sido secuestrada en aras de conformar la amalgama: tecnología solo accesible
por medios económico políticos y de clase social en su conjunto, junto con todo
un aparato mercadotécnico de alto impacto mediático sobre la masa social en
todos sus niveles, con lo cual se pretende normalizar las transacciones
comerciales de toda índole como forma de dominación y sometimiento. Desde los
modelos educativos hasta las teorías administrativas, están referidas a los
modelos económicos actuales como signo de modernidad. Los viejos métodos, de
pequeña escala, en la forma de vender y distribuir los productos, cada vez más
son reemplazados por la nueva tendencia de macro mercados. La búsqueda de la
eficiencia, al menos en el papel, es algo que ha rebasado con mucho a las
necesidades humanas. No existe falta de producción, sino una distribución
pervertida. A pesar de la eficiencia y productividad, la sociedad se enfrenta
con problemas cada vez mayores para cubrir sus necesidades, sobretodo hablando
de la clase trabajadora, la cual ha visto alejadas sus posibilidades de acceder
a la interminable y creciente lista de bienes y servicios de no ser por medio
del crédito, cuando por otro lado sus necesidades para moverse en un mundo cada
más tecnificado van en aumento en la medida que nuevos productos y servicios se
colocan en el mercado como artículos de primera necesidad (v.g. el teléfono, el
automóvil, etc., y los servicios que estos artículos requieren). La competencia
económica se convierte en competencia comercial y esta a su vez en una carrera
tecnológica y de manipulación mercadotécnica, donde los menos beneficiados son
los que menos tienen. La máxima del neoliberalismo económico de “hacer más
ricos a los ricos para que, eventualmente, estos derramen sus excedentes sobre
las clases inferiores”, refleja la tremenda irracionalidad de la economía
moderna; equivale a decir “dejemos que los obesos tomen toda la comida que
quieran y, cuando se sacien, dejen caer de la mesa unas cuantas migajas para
que los hambrientos se alimenten”. La razón de tales enunciados, no es otra
cosa que el interés de forzar la economía hacia las clases que pueden fomentar
la producción y el comercio masivos de altos requerimientos económicos, sea por
el costo de la tecnología o por cualquier otra circunstancia que represente una
barrera para el inversionista pequeño o mediano; es asegurar que los dueños del
mundo lo sigan siendo. La amenaza velada que se lanza es del tipo: “es
imposible dar satisfacción a las necesidades sociales si no hay quien tenga la
capacidad económica para formar industrias lo suficientemente grandes para
producir lo que la sociedad requiere, de otra forma el mundo se paralizaría,
vendría el desempleo y con ello el hambre”. Ya no nos prometen bienestar
entendido como una forma de vida holgada, sin preocupaciones y llena de
comodidades; ahora nos venden una idea de seguridad, estabilidad y
mantenimiento que, en cualquier caso es tan falsa como falsos son los
argumentos que las sostienen. Pero, ¿en verdad es imposible satisfacer las
necesidades crecientes de la población sin la existencia de macro empresas? En
el mundo, alrededor del 80% de los bienes y servicios producidos provienen de
la micro y pequeña empresa, entonces lo anterior es mentira. Ahora bien, una
micro o pequeña empresa, ya no digamos mediana, ciertamente no puede producir
muchos de los bienes o servicios que producen las grandes empresas, como las
automovilísticas, las de comunicaciones, farmacéuticas, etc. Sin embargo, los
beneficios que estos bienes y servicios aportan son menores que los perjuicios
y amenazas que provocan, principalmente en el sentido del riesgo que representa
poner en unas cuantas manos tales recursos, que tienen su equivalente en lo que
a poder se refiere, porque en la necesidad de incrementarlo y mantenerlo, se
cometen toda clase de crímenes ecológicos, sociales, de libertades y derechos
individuales20. Entonces, una forma
para poner un límite a esta condición, es que para los productos que requieren
una macro empresa para ser producidos, se instale un esquema comunitario, no
privado; y que en los ramos donde los perjuicios sean mayores que los
beneficios, se detengan hasta no resolverse su problemática (v.g.: los
pesqueros a gran escala que están azolando la diversidad marina). La viabilidad
económica del mundo, con todo y su Sistema, no depende de la viabilidad
económica de los grandes productores de hidrocarburos o de cualquier otra rama
industrial o de servicios. Lo que el Sistema está protegiendo no es la economía
mundial sino la economía de los dueños del capital. Veamos: si los grandes
buques pesqueros no pescan en Senegal, ¿los senegaleses sufrirán hambre porque
su gobierno dejará de recibir las cuotas?. No, es porque los buques pesqueros
de la Comunidad Europea que pescan en Senegal, acaban con los pescadores
senegaleses al mismo ritmo que sus reservas marinas. Si las grandes compañías
papeleras dejan de talar los bosques de Brasil, pueden quebrar con la
consecuente pérdida de empleos, la disminución de las exportaciones trae como
consecuencia la disminución de reservas y divisas, y el aumento de los precios
internacionales genera escasez e inflación. Pero si se mantiene esa tala, en
pocos años el agotamiento de los recursos provocará exactamente los mismos
resultados y se sumará la extinción del recurso, el deterioro ambiental, el
cambio climático, de consecuencias impredecibles, y los perdedores no sólo
serán los explotadores, sino toda forma de vida.
El Sistema hace
inviable la economía sin los grandes consorcios internacionales y es verdad.
Como el Sistema se considera a sí mismo inmortal, porque dice ser inherente a
la humanidad, indispensable para el desarrollo de la civilización, entonces
para mantenerse requiere identidad con sus pilares. Imaginemos que de repente,
de un día para otro, el petróleo se agota o los grandes productores dejan de
extraerlo. Vendría el caos, el hambre, la guerra e incontables catástrofes
consecuencia de una economía y productividad sustentadas en este hidrocarburo.
Tales pueden ser los alcances de estas consecuencias, que el Sistema mismo se
vería en riesgo junto con la civilización actual. Si no hubiera forma de
reemplazar el aporte del petróleo para el desarrollo, bendito el Sistema que lo
protege por sobre todas las cosas, aunque sabemos que el uso de este
hidrocarburo no es más que una coyuntura industrial que se ha hecho
indispensable a fuerza de insistir en los modelos económicos del Sistema. La
madre tierra está clamando por el abandono de esta fuente de energía pero los
inversionistas conducirán la nave hasta el borde del abismo antes que reportar
pérdidas económicas en sus negocios. ¿Sabrán cuál es el límite justo para
detenerse antes de generar daños irreversibles? Obviamente que no, porque el
límite ya fue rebasado hace tiempo. ¿Se detendrán los cazadores japoneses de
ballenas antes de extinguirlas? Si, se detendrán pero no por una consciencia
ecológica tardía, sino porque no será económicamente justificable para sus
buques, salir a cazar a unas cuantas sobrevivientes. Lo mismo pasará en miles
de ejemplos más alrededor del mundo. Sin embargo, sí habrá extinción de muchas
especies porque los residentes locales que tienen bajos costos de operación
para la explotación de los recursos, se encargarán de concluir la obra por
hambre.
La economía del
Sistema es viable sólo con Sistema. O dicho de otra forma, la versión del
Sistema actual es viable sólo a expensas de los modelos económicos actuales. La
necesidad de inversiones para sacar a una sociedad sistémica adelante, ha
colocado a la humanidad en manos de quienes han acumulado suficiente poder
económico y tecnológico para poder hacerlo. Pensemos lo grave de esta situación
haciendo una analogía. Supongamos que el aire que respiramos dependiera de
enormes plantas productoras, y que estas estuvieran en manos de un puñado de
gentes. Para poder tener acceso al aire y por ende, a la vida, todo mundo
tendría que dedicar su vida a trabajar para ganar dinero y así poder comprar el
aire. El peligro que esto involucraría es obvio: la vida de todos estaría en
manos de ese puñado de personas, aunque el peligro estaría atado
indefinidamente porque bajo el modelo sistémico, los dueños de las plantas
productoras de aire las mantendrían trabajando mientras se mantenga el
incentivo económico como una condición de negocio. La lógica nos indica que el
modelo racional sería que todos tuvieran garantizado el aire sin condición
alguna y que tampoco nadie tuviera el control en exclusiva de su producción y
distribución. Para que esta lógica funcionase, el modelo sistémico no podría ser
el marco de referencia. Por eso muchas buenas ideas sobre justicia distributiva
caen el en terreno de la utopía, porque bajo este modelo sistémico, su
aplicación no es viable.
Aparentemente,
esta analogía es una exageración, pero no es así, ya que como hemos visto, el
poder deriva de la desigualdad social bajo el modelo escasez – acumulación y,
son precisamente los satisfactores (reales o artificiales) que son susceptibles
de entrar bajo este modelo, los mismos que persiguen (si son naturales) o crean
(si son artificiales), los que codician el poder. Uno de los satisfactores
naturales que está por pasar al dominio de los inversionistas, es el agua, so
pretexto de su carencia. Así, bajo la “lógica” de que “lo que no
cuesta no se cuida” (esa es la lógica que domina nuestra mente), si
hablamos de dinero, se empieza a poner precio a un recurso que es un derecho y
como tal, no puede tener dueño ni ser comercializado. Para cuando esta
apropiación termine, la humanidad estará, más que nunca antes, en manos del GCM.
Los inversionistas, buscan apoderarse de todo aquello que sea susceptible de
ser comercializado o que sea clave para la producción. Por un lado, están los
recursos naturales, renovables y no renovables, la tierra, el capital, el
trabajo y el conocimiento técnico; y por el otro, los recursos tecnológicos.
También entran las sustancias dañinas, por un lado, las permitidas están bajo
el control del Estado y los particulares, mientras que las prohibidas, son
controladas por las organizaciones delictivas, que a su vez, son organizadas
por el Gran Clan Mundial. El modelo sistémico invita al comercio extensivo y
expansivo por necesidad, como forma de acceder al poder o liberarse de su yugo,
ya que como hemos visto, el poder económico, supera al poder político dada la
corrupción del Sistema. Así que para mantener el poder en unos cuantos, ha sido
necesario contar con la tecnología que, bajo el Sistema, sólo puede ser
accesible para los poderosos.
Sexto apartado
El secuestro de la tecnología
La tecnología, es patrimonio de la humanidad, por lo que
ponerla al alcance de todos gratuitamente debería estar garantizado a la
población mundial en su beneficio: es un derecho elemental. Sin embargo, por
ser cónclave del poder y del dominio, se la ha secuestrado por el Sistema y
para el Sistema. Pero no sólo es el poder lo que la tecnología aporta, sino
la posibilidad de trascender al tiempo, al espacio y al Sistema mismo. El
robo a la humanidad que esto representa, se protege mediante “derechos”
como pueden ser el de autor, el de propiedad intelectual, etc., y se le
personaliza mediante patentes y marcas. El ocultamiento del Know How, es el
pináculo del egoísmo humano, donde las grandes compañías internacionales y
locales, compran la tecnología, promueven su desarrollo y obtienen un beneficio
propio indebido, porque nadie puede apropiarse en exclusiva de lo que pertenece
a toda la humanidad. El producto del ingenio y habilidad del Ser Humano pasa a
manos privadas tal como si fuere una mercancía y se convierte en un instrumento
más de dominación. Es un caso similar al de la tierra, que es de todos y para
todos: humanos, animales y plantas. En el caso de la tecnología, es igual un
bien común, directamente para nuestra especie e indirectamente para el entorno
circundante. La tecnología fuera del control del GCM, representa un riesgo
para el stablishment y para el Sistema mismo.
Desde el punto de
vista del inventor, este no puede vender el producto de su ingenio porque no le
pertenece, ya que su inteligencia es una condición de la especie y como tal,
sus productos pertenecen a dicha especie y deben ser en beneficio de ella. Las
habilidades y características de cualquier especie animal o vegetal (a
excepción claro, de la nuestra), son del dominio de toda la especie y
representa una condición de sobrevivencia. Cuando el Ser Humano trafica y
dispone de manera discrecional de una de las características más importantes de
sobrevivencia, pone en riesgo a una buena parte de dicha especie y coloca
fronteras para su desarrollo global. Peor aún es cuando tal característica o
las ganancias obtenidas de su explotación, sirven para someter a sus congéneres
y mantenerlos alejados del bienestar que el desarrollo tecnológico puede
proporcionarles. Casos como el de las comunicaciones electrónicas, la
distribución de la electricidad doméstica, etc., que han enriquecido
insultantemente a los “dueños” de esas tecnologías, porque tales
tecnologías han sido centralizadas, impiden u obstaculizan que el individuo
independiente genere las propias y han hecho que se convierta en un ser
dependiente de las empresas que venden estos servicios.
La única razón de
la existencia de un “Estado”, aunque el término aquí no es el preciso,
es la de proporcionar los servicios que son producto inherente de la
tecnología. Ya se pueden oír las voces que dicen por ejemplo que una televisora
por cable no es viable sin cobrar por sus servicios de producción y
transmisión, pero esas voces son completamente sistémicas, no entienden que es
posible todo eso y más sin la presencia de un Sistema rector basado en el
comercio, y no lo entienden porque sus mentes están regidas por los límites que
les impone tal Sistema; es lógico que no se pueda entender que un objeto pueda
flotar en el mar si jamás se ha visto ni concebido el mar. Las leyes de la
naturaleza son rígidas, no así las leyes de convivencia inventadas por la
humanidad. El mismo concepto de “Estado”, es contradictorio para este
tiempo, más aún cuando se habla de un “Estado moderno”. Como hemos
visto, el Estado, es el esqueleto del Sistema, su parte física, entonces es tan
irracional como la esencia que le da validez. Una institución regidora de
vidas, es sólo admisible para el Ser humano evolucionado en su consciencia, si
de una granja de animales estamos hablando.
El secuestro de la
tecnología ha provocado que ésta sea peligrosa en muchos casos cuando se
encuentra en manos de gente sin consciencia: es como darle un revolver a un
chimpancé. Esto se debe a que por su propia naturaleza, la tecnología apunta
hacia la libertad y tiende a dispararla, tal como sucede con la Internet
(entre otros miles de casos de tecnologías del pasado y del presente), donde
los usuarios, antes de estar preparados para su manejo, ya la tienen en sus
manos y a falta de consciencia, la utilizan como un medio más para obtener
poder y riqueza. La reacción del Estado no se hace esperar regulando lo más
posible el uso de la nueva tecnología o de plano prohibiéndolo, pero sólo a
nivel del individuo común, no a nivel inversionista o gobierno. La tecnología
es un factor importantísimo para la libertad, por eso se la ha secuestrado.
Si pensamos que
todos, bajo determinadas condiciones, tengan garantizado el uso o posesión de
la tecnología necesaria para la vida física, social y productiva, no habría por
ejemplo el robo de automóviles, de señales de TV, etc. Así como en algunos
países está garantizada la educación escolar básica, igual se debe garantizar
el acceso a la tecnología benéfica. Claro que antes que la tecnología, debe
estar la alimentación como garantía civil. Cuando la tecnología, la
alimentación, la educación, etc., estén garantizados para todos y exista
igualdad en todo, se podrá hablar de democracia, entretanto, eso que llaman
democracia, sólo es el juego perverso que apunta a justificar la dominación. “Si
quieres que se te sigan cerrando las puertas, no votes”.
La enorme
necesidad de producir los suficientes satisfactores tecnológicos sin un
objetivo económico, sino como un derecho civil, derivaría en un reordenamiento
industrial sin precedentes y en un crecimiento espectacular de la planta
productiva capaz de ocupar a toda la población. Por supuesto los sistémicos no
conciben algo así porque no ubican dónde están las ganancias y dónde el
ganador. Por un lado se reconoce que el espacio por donde transitan los
productos o las señales hertzianas que llegan al público consumidor son
propiedad del Estado (entendido aquí según Montesquieu, es decir, propiedad de
todos), por otro lado se concede su explotación a unos cuantos para que estos
se enriquezcan y se prohíbe al resto de “todos” hacerlo. El espacio
hertziano es una clara muestra de esta contradicción, que sin embargo se
explica por el poder que subyace en la comunicación masiva.
El poder de esta
forma de comunicación, a través del espacio hertziano, deriva en una visión
enfermiza, que impone el Sistema a la población, de modo que todo suceso
importante es motivo de ser comercializado gracias a estos medios: una
tragedia, una gran injusticia, la muerte de un gran personaje, y todo aquél
suceso que pueda ser tratado como espectáculo; el amarillismo, el morbo y la
masificación de la información, son los elementos clave para dar ese “circo”
que “tanto necesita” la población, donde en el fondo subyace una
condición de mercado que por un lado tiende a idiotizar y manipular la forma de
pensar del destinatario, y por el otro, a enriquecer y mantener el stablishment
para beneplácito los remitentes. Un poder tan grande no puede estar, según los
sistémicos, en manos de gente que ponga en duda las “bondades del Sistema”.
Podemos compaginar esto con lo dicho sobre la oportunidad de expresión.
El Sistema
entiende la vida como una escalera de privilegios. Las Ciudades modernas
conservan una estructura del pasado, privilegiando su espacio a quienes pueden
pagarlo. Por ejemplo, si todos tuvieran la posibilidad de comprar un automóvil,
se crearía el caos. El espacio se diseña para la satisfacción de la gente
según privilegios; se diseña para mantener la desigualdad, se abren o se
cierran puertas de acuerdo al destinatario. En general se atenta contra la
libertad natural desde todos los frentes, siendo que un privilegio dado a una
clase, representa en muchos casos, una restricción para todas las demás. La
propiedad privada más allá de lo que requiere una persona para vivir, además de
ser un hurto a la humanidad, representa el inicio de la mala convivencia y la
disgregación social. El Estado, que por medio de leyes protege esta
desigualdad, es cómplice y promotor de la injusticia distributiva, siendo que
no tiene la autoridad para privilegiar los derechos de unos por encima del
derecho de otros (recordar que hablamos de derechos, no de normas). El Estado no tiene autoridad sobre ninguno
de los derechos humanos, mucho menos puede erigirse como garante de ellos y
nadie puede decidir sobre la vida de los demás.21
Tampoco la sociedad puede otorgar esta autoridad a nadie, porque son derechos
inalienables, sujetos sólo a la condición humana y pertenecientes, nos guste o
no, a cada persona por lo que no son transferibles, mucho menos cancelables. No
es algo que se pueda dar o quitar. Es algo que se debe defender, como son el
derecho a la alimentación y el derecho a acceder a la tecnología. Esto no
quiere decir que se le regale la comida a nadie si puede proveérsela por sí
mismo, sino que se garanticen los medios adecuados para que cada quien lo haga
y esto, no debería ser tarea del Estado (entendido aquí como gobernantes), sino
de la sociedad en su conjunto, es más, sin estas tareas, el Estado como lo
conocemos, no justifica su existencia. Si nos creemos tan avanzados, no
entiendo por qué necesitamos que alguien nos organice la existencia y nos
garantice los satisfactores, pero es así por dos razones: 1) una sociedad
dormida no tiene la capacidad para organizar su vida con autonomía; 2) la
rigidez de las normas, la falta de libertad para pensar y hacer, el secuestro
de la tecnología y el abismo entre los que tienen mucho y los que no tienen
nada, hacen casi imposible que el común de la gente desarrolle soluciones por
cuenta propia. A esto le llaman progreso. Desde Sócrates hasta Montesquieu, los
grandes pensadores sociales, políticos y filosóficos, han partido convencidos
de la idea que la vida del hombre en sociedad, debe estar regida por un
gobierno; que unos cuantos digan qué es lo bueno, lo práctico, lo aceptable, lo
conveniente y hasta lo lógico para todos, y el resto se rija por eso; del mismo
modo, que nos digan qué es lo malo, lo impráctico, lo inaceptable, lo
inconveniente y lo ilógico para que nos apartemos de ello bajo amenaza de
sanciones, persecución o muerte. Estas formas de pensamiento sólo reflejan la
enorme distancia entre una sociedad avanzada y las que hemos tenido a lo largo
de la historia hasta nuestros días. Desde este punto de vista, socialmente no
hemos avanzado un ápice; todavía seguimos atrapados en encontrar y llevar a
efecto un sistema de gobierno idóneo, que por supuesto no existe bajo la
custodia y guía del Sistema. La existencia del Estado tuvo justificación dentro
de las primeras civilizaciones. Ahora intenta justificarse en base a todo lo
que hemos aquí analizado, pero tales justificantes son un absurdo para una
sociedad en consciencia.
Entre más
obligaciones tiene un Estado con el pueblo que representa, más subdesarrollado
y sometido es ese pueblo. La inadecuada organización social, el pobre
desarrollo intelectual y las influencias negativas del Sistema, provocan un
círculo vicioso de dependencia y control, ya que al delegar al Estado las
tareas que corresponden a la sociedad, antes que resolver los problemas de
fondo, institucionalizan la dependencia y alejan las posibilidades de que un
individuo haga valer sus derechos. Por ejemplo, en algunos países se restringe
la producción de energía fuera del ámbito Estatal o empresarial concesionado,
ya sea para propio consumo o para comerciar libremente con ella, y claro, esto
es así, porque el control de la energía es un cónclave del poder. Como
se ha dicho, el Estado no tiene autoridad legítima sobre esto porque procurarse
un satisfactor de vida por cuenta propia sin perjuicio de terceros ni del medio
ambiente, es un derecho de todo Ser Humano sobre la tierra. El libre transito
alrededor del mundo, tampoco puede ser restringido por cuestiones de
nacionalidad ni por leyes de ningún tipo porque también es un derecho inalienable
de las personas; antes de ser franceses, africanos o americanos, somos de este
planeta y antes de eso somos seres autónomos, sociales sí, pero autónomos. No
estamos conectados a una gran computadora que manipule nuestro libre albedrío y
nuestra forma de actual y de pensar; estamos conectados a un Sistema que hace
las veces de esa computadora. Existe pues un gradiente, auspiciado por el
Sistema, entre el avance tecnológico (y su aprovechamiento en beneficio de la
especie), y el desarrollo social basado en el desarrollo de la consciencia
de especie (que veremos en la segunda parte de esta obra). Mientras este gradiente
exista, la tecnología seguirá siendo peligrosa o al menos utilizada para
mantener e incrementar el poder de unos cuantos sobre el resto.
Tenemos pues, derecho a toda tecnología benéfica que
salga a la luz. Bajo las premisas del Sistema, el inventor se pierde en la
esencia de un Ser económico, se aleja de la condición humana de solidaridad
para adherirse a los buscadores de privilegios irracionales, a la adquisición
de las libertades que el dinero y la fama conceden. De ahí los inventos
perjudiciales y su puesta al servicio de personajes enfermos del Sistema; de
ahí la parcialidad en los desarrollos industriales al no contemplar los daños que
ciertas tecnologías producen al no ser integrales y holísticas.
Los inventores sistémicos, buscan
el incentivo económico y de reconocimiento funcional antes que el incentivo
ligado a la genialidad que es el invento mismo; antes del incentivo que representa
el avance de la especie; antes del incentivo de hallar soluciones a problemas
de la humanidad. ¿Qué orgullo racional, no contaminado por los filtros del
Sistema, pueden tener los desarrolladores de las bombas atómicas y toda suerte
de armas asesinas?
Séptimo apartado
La competitividad
El
trípode mencionado en el Capítulo I: el secuestro de la tecnología, las
economías de escala y el poder, son la base para mantener al mundo en
movimiento a favor de los poderosos. Las grandes empresas, son las entidades
sociales claves, junto con el Estado, para mantener funcionando la estructura
de dominación del Sistema. No se concibe el poder económico de los
inversionistas, sin la existencia de las empresas de explotación, producción y
distribución de bienes, trabajo, servicios y capitales de gran escala. Estas
empresas, no tendrían a su vez esa enorme capacidad de acumulación de riqueza
sin la tecnología, sin la mano de obra barata, sin sus economías de escala y
sin la protección del Estado. Cualquier persona o grupo que pretenda construir
una empresa de gran capacidad financiera, requiere necesariamente de la
tecnología y de la protección estatal; ya para mantenerse y mantener alejada a
la competencia, necesita una economía de escala y alianzas con los gobiernos locales.
Si se logra, además de los beneficios financieros, adquiere un poder de
influencia social, cultural, jurídica y económica relevantes. Los problemas que
vienen aparejados con esta visión, los padecemos día con día, desde el
deterioro irresponsable del medio ambiente, la cancelación de muchos derechos
humanos, la sobre explotación de los recursos y de las personas, hasta la
consolidación de las fronteras socio económicas, la desigualdad y la injusticia
que derivan en el empobrecimiento de la gente (intelectual, espiritual y
material). Somos dominados por simples papeles, esos que llamamos dinero.
La competitividad juega aquí un papel preponderante por
ser esta, la capacidad para competir mejor en los mercados. La competencia,
pasa de ser una condición genética para la sobrevivencia de las especies, a ser
una condición de cultura laboral para la sobrevivencia de las empresas (hemos
pasado del darwinismo biológico, al darwinismo social y laboral). Un modelo de
la selección natural de las especies, se copia para la selección artificial de
los mercados, con lo cual se coloca a la humanidad en un salvajismo irracional,
donde la sobrevivencia y la predominancia penden ya no de condiciones
naturales, sino del constructo humano de la economía, la realidad creada, el
mundo creado por los nuevos “dioses” humanos que en su búsqueda por la
predominancia, encasillan a la otra realidad dentro de murallas donde su mano
todo lo alcanza. Estos nuevos “dioses” han promovido una forma de
organización social que si bien es tan sólo un espejismo, es lo suficientemente
compleja para pasar como una nueva realidad, porque se traslada desde la
realidad natural a semejanza artificial.
La competencia es parte de los instintos naturales (valga
la redundancia) de las especies, incluyendo la nuestra. El modelo de
competencia en la naturaleza tiene límites que se establecen, por una lado, por
la muerte, derrota o sumisión, y por el otro, con la sobrevivencia, el triunfo
o dominio. Cualesquiera de estos límites, a excepción de la muerte, a su vez,
tienen un alcance definido dentro de rangos relativamente rígidos (se rebasan
por evolución), lo que no ocurre con el mismo modelo aplicado a las empresas.
En los mercados, la empresa que mejor compite nunca deja de crecer, ya sea
financieramente, en influencia y poder, etc., a no ser que dependa de recursos
finitos, pero para eso se cuenta con la diversificación de los mercados y el
crecimiento horizontal. Antes de que una empresa competitiva esté en riesgo de
perecer, puede llagar a niveles de crecimiento inimaginables, de tal suerte que
en los mercados se genera una bola de nieve capaz de arrasar con cualquier cosa
que se atraviese en su camino. Ya han promovido el secuestro de la tecnología y
se han adueñado de ella; ya han generado miseria y deterioro social gracias a
la sobre explotación de los trabajadores y al despojo a la sociedad; ya han
deteriorado el medio ambiente y acabado con especies animales y vegetales; ya
han promovido conflictos sociales y políticos, guerras, hambre, odios y fobias
alrededor de todo el mundo con tal de mantener girando la bola de nieve que es
la competencia irracional por los mercados. En cada momento que se llega a un
límite de alguna índole, se abren nuevos espacios a costa de lo que sea. En
cada límite que se rebasa, se tiene más fuerza y poder, y el límite absoluto y
final es la destrucción total22.
Entonces la competitividad es mala cuando lo que está en
juego es la base misma de la vida, así como los derechos de los trabajadores,
clientes, proveedores y sociedad en su conjunto. Aunque la competencia es
indispensable para avanzar en todos los ámbitos de la vida, por desgracia el
Sistema implementa modelos de competencia irracionales que atentan contra la
vida. Muy pronto, las grandes empresas, ahora renuentes a que se legisle a
favor de la protección del ambiente si se atenta contra sus intereses, bogarán
por que se legisle en este sentido cuando represente una barrera contra los
nuevos competidores que carezcan de los recursos para cumplir la nueva legislación.
Esto, si bien puede aportar beneficios ambientales, el costo será la
apropiación de ciertos mercados por las empresas más fuertes, las cuales, bien
podrán aumentar los precios de sus productos para deducir los costos de
operación de costosos procesos anticontaminantes y de recuperación ambiental.
La competencia, para ser justa, requiere que todos los
competidores tengan la misma oportunidad y el mismo marco legal. La extinta
USRR, pagó la factura al querer competir con las empresas capitalistas, y aunque
adoptó muchas de las reglas de competencia de los mercados internacionales,
poco pudo contra las economías de escala, los modelos de movimiento de
capitales y la inmoralidad en el ejercicio de la explotación de los recursos y
de las personas. No quiere decir que el Estado soviético no haya caído en las
mismas prácticas, sino que no tenía todas las piezas de dominó para sacarles un
mejor provecho, básicamente por restricciones ideológicas inquebrantables y la
falta de una competencia interna a manera de selección natural interna (carecía
del modelo del darwinismo industrial).
Por el lado de la
competencia individual, el mundo actual se encasilla sobre la búsqueda de
falsos placeres, a vivir experiencias exclusivas momentáneas que denoten una
supuesta superioridad, a recibir el reconocimiento social y por supuesto, a
acumular riqueza para tener acceso a buena parte de las libertades conculcadas
por el Sistema. Los reconocimientos, en las empresas sistémicas, parten de una
falsa idea de éxito: el mejor obrero es el que más produce (a quien más se le roba trabajo), el mejor empleado es
el que mejor cumple con los requerimientos de la empresa (el más dócil a los intereses de los dueños), el mejor
director es el que logra conjuntar a los mejores obreros y empleados, y logra
establecer las reglas y políticas de negocio que permitan lograr mayores
ganancias a costa de lo que sea (el mejor capataz).
En otras palabras, una empresa no admite sentimentalismos, no forma
integralmente a las personas más allá de lo que signifique incrementar la
productividad, más bien en ocasiones, si así conviene a sus intereses, las
deformará (como lo ha hecho) ideológica, emocional, psicológica y culturalmente
en pos de normalizar la vida alrededor del comercio y la economía y siempre, ofrecerá
lo menos posible a la sociedad en todos los ámbitos.
La cultura de
competencia en las empresas, es la que se basa en destruir al oponente, en
dominar el mercado, en incrementar las ganancias y con todo ello, incrementar
el poder socio – político. El objetivo final, es una especie de gobierno
mundial.
Octavo apartado
El sustento de vida
Se tiene la idea
de que el éxito de una persona está en función directa con su capacidad
económica y claro, por tratarse de una organización civil nacida y desarrollada
a partir del comercio, no podía ser de otra forma, pero liberándonos de esa
estupidez, la persona de éxito debe ser revalorada bajo otro punto de vista,
como puede ser la capacidad de sobrevivencia pero no como individuo y a costa
de cuanto le rodea, sino como un todo que incluya no sólo a su especie, sino a
todo lo que hay en el Universo como un sistema de vida. La tribu de los Yaraua, da valor a las personas en función de lo que estas
logran en beneficio de toda la comunidad.
Dentro de la diversidad de vida vemos este mismo concepto
de éxito: las especies de éxito son aquellas que han logrado trascender en el
tiempo por encima de otras, donde el éxito individual, también está asociado a
la sobrevivencia de la especie: cuando un macho se impone a los demás para ser
el dominante, se convierte en el principal aporte genético de su grupo y sus
mejores facultades se trasmiten a las nuevas generaciones. La falta de
raciocinio de muchas especies, obliga a la naturaleza a establecer estas reglas
para incrementar la probabilidad de sobrevivencia. Ya no es nuestro caso,
supuestamente somos racionales y podríamos hacerlo diferente.
Pero la conservación de la vida,
como primer objetivo de todo ser viviente, tiene un componente que sólo en la
especie humana se le antepone. Este componente es la forma de vida, en general como vida social, más comúnmente conocida
como estilo de vida. Ya no es
tan importante comer sino gastar en comida; no es tan importante vestir para
protección sino vestir para lucir; se tiende más al acondicionamiento físico
para lucir el cuerpo que como una forma para estar saludable. Todo esto es natural, lo artificial viene cuando nos preocupa
más lo superfluo que lo elemental. Todo esto también
tiene su origen en la formación (o deformación) comercial de la que todos somos
víctimas. En un suicidio, los determinantes son más de forma que de fondo: al
haberse tergiversado los valores humanos, la forma se hace fondo y el fondo
pierde validez. Nos hemos convertido en una sociedad de formas y sin fondo.
Una de las libertades que
permanecen en el inconsciente es la de vestir lo que mejor nos acomode y no
sólo como medida de rechazo o protesta, ni como búsqueda de aceptación;
inclusive tenemos la libertad (inconsciente y
conculcada, claro) de no llevar prenda alguna. Claro que bajo la
educación (programación) sistémica, ejercer esta libertad puede causar “daño”
moral a la mayoría o poner en riesgo a quien lo haga. Es por la influencia de
la forma (que puede variar de una cultura a otra, de una época a otra, de un
pueblo a otro), que se califica como correcta o incorrecta a cualquier
actividad humana, o más aún, como aceptada aunque incorrecta y rechazada aunque
correcta, donde lo correcto tiene que ver con un juicio de valor y lo aceptado
con la norma. El juicio humano entonces se concentra en estupideces y pierde de
foco aquello que realmente es importante para la humanidad, tal como pueden ser
el descubrimiento del Sistema23, el
descubrimiento y aplicación de las libertades inconscientes, el uso de la razón
como norma de vida, el conocimiento de uno mismo y de
nuestra especie, etc.
Vivir la vida en
consciencia involucra vivir la vida con respeto, no como retórica ni como regla ética, sino como condición lógica. El
respeto a nosotros mismos impone el respeto de los demás hacia nosotros y
deriva en el respeto de nosotros hacia los demás. Cuando no impera la
consciencia en un pueblo, como es el caso actual de esta humanidad, se hacen
necesarias las normas, las leyes, las políticas, etc., y con estas, la persecución,
el secuestro y el castigo; entonces el Estado se hace indispensable y su poder
agobiante. Al final, lo peor: la humanidad se pierde en la promesa que nunca se
cumple de ser coautora e intérprete de su Universo.
El éxito de esta
humanidad no está cifrado en su civilización, sino en llegar a Ser lo que se
Es, individual y colectivamente. El problema es que hemos perdido
consciencia de lo que somos y la consecuencia, de no cambiar, tarde o temprano
será el fracaso de la humanidad no sólo como civilización, sino como especie.
Aunque la tecnología puede cambiar nuestro futuro fracaso a un éxito dentro de
ciertos ámbitos. Como se ha analizado, las mejoras genéticas a partir de la
tecnología, pueden crear, artificialmente, una nueva generación de individuos
superiores, específicamente en los grupos humanos que tengan los medios y los
recursos para propiciar esas mejoras. Entonces, la riqueza generada por el
trabajador y puesta en manos de sus explotadores, más la tecnología robada a la
humanidad, darían por resultado en el mediano plazo, la extinción de las clases
inferiores, pero no como resultado de una evolución manipulada, sino como
resultado de una decisión de los poderosos, por exterminio, abandono y muerte,
no por cambio evolutivo. Estamos aportando todo lo necesario para nuestra
propia escisión y posterior extinción como la parte más débil. ¿Cuántos han
construido una máquina que los dejó sin trabajo? Ciertamente muchos, ¿cuántos
estamos construyendo un mundo donde un día ya no
seremos necesarios? Todos los de abajo. Al día de hoy, esta realidad no es
consciencia, porque el producto de la cultura sistémica nos hace desestimar la
suerte de los pobres, porque esa lástima por ellos sólo refleja el
desconocimiento de nosotros mismos, y mientras sigamos detrás de la zanahoria
(si no la tenemos) o protegiéndola de los demás (si ya la alcanzamos),
seguiremos diciendo: “hágase la voluntad de Dios,... en las mulas de mi
compadre”.
18
“En general, el principio primordial de la OMC, y de sus tratados, consiste en
que la soberanía y los derechos democráticos tienen que estar subordinados a
los derechos de los inversores.” Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.
19 He
encontrado un análisis sencillo y claro al respecto. Consulte “La conquista del
pan / División del trabajo” de P. Kropotkin:
20 Se sabe de
farmacéuticas que han distribuido medicamentos contaminados por virus.
21 Luis de la
Barreda, director del ICESI en México y ex ombudsman de la Comisión Nacional de
los Derechos Humanos en México, decía que <<
los derechos humanos apuntan a la defensa de la legalidad >>. Nada más impreciso: no se
pueden mezclar cosas distintas sin la sospecha de un manoseo perverso de los
conceptos o de una alarmante falta de conocimiento de los mismos (alarmante por
provenir de quien supuestamente debe conocerlos). Los derechos humanos no
tienen nada que ver con la legalidad, ya que existen con o sin ella, antes y
después de cualquier legislación. En todo caso, la legislación, puede ser en el
sentido de defender los derechos humanos, nunca a la inversa. Poner a los
derechos humanos como pieza integrante de un Estado o como derivantes o
derivados de alguna de sus partes, es ponerlos a expensas de ese Estado, bajo su
control y discrecionalidad, una visión degradada de la condición humana como el
sometimiento de una naturalidad a capricho de un constructo.
22 El león,
compite con otros y si gana, adquiere poder sobre la manada y su territorio.
Ahí queda, no hay más niveles hacia arriba, pero en los mercados, el límite se
encuentra en el punto de destruir lo que se quiere dominar.
23 Saber
quiénes, cómo y por qué nos rigen; qué dogmas se nos imponen para programarnos;
cómo es que nos engañan; qué tan libres somos en nuestra manera de pensar y
actuar; cuáles son los verdaderos valores humanos, etc..