miércoles, 27 de junio de 2012

El Sistema del Poder Vol. 1. Cap. 4


CAPITULO CUARTO. El Sistema y la economía


Primer apartado
Los objetivos económicos dentro del Sistema

La productividad, es una medida de eficiencia de los procesos productivos. Bajo la óptica del beneficio económico de los inversionistas, este aspecto es de trascendental importancia porque significa que a mayor productividad, mayor ganancia. Partiendo de:

Costo del producto = Costo de MO + Costo de MP + otros costos y gastos + impuestos
Plusvalía = Precio del producto – Costo del producto

Vemos que la ganancia máxima se obtiene de reducir lo más posible el costo del producto (esto se logra mediante la deuda) y aumentar lo más posible el precio del producto (esto se logra mediante la escasez). Para reducir el costo de mano de obra se paga lo menos posible si se contrata por destajo o se maximiza la producción si se contrata por hora; para reducir el costo de materia prima se establecen economías de escala, inventarios de costo mínimo y prebendas políticas; para reducir los otros costos y gastos, se aplica reducción de personal, apalancamiento financiero, etc.; para reducir los impuestos, se recurre a la corrupción gubernamental, los atajos legales, la falsedad en declaraciones y el aprovechamiento de todas las deducciones posibles. El precio del producto tiene un límite máximo según infinidad de variables directas e indirectas relacionadas con el mercado, la competencia y el poder adquisitivo de los compradores. No entraremos en lecciones de economía, solamente distinguiremos que el valor de la mano de obra es el que cubre los salarios de los trabajadores, los sueldos de los empleados, los impuestos, la ganancia de los inversionistas (plusvalía) y parte de los gastos. El costo de materia prima podemos decir que prácticamente se transfiere íntegro al valor del producto menos pérdidas y mermas, por lo que no representa ganancia a no ser de transacciones comerciales simples de reventa; es, en todo caso, un ahorro. Lo mismo pasa con el resto de los costos y gastos. La tecnología por su lado, no aporta valor directamente al producto, sino que permite hacer más y mejor con menos recursos, es decir, aporta valor indirectamente a través del ahorro por eficiencia.

Se dice que un cuerpo social con alta productividad, alcanza un mejor nivel de vida, sin embargo, las medidas para aumentar la productividad, tienden cada vez más a la sobre explotación de todos los recursos que intervienen en el proceso productivo. En el aspecto que más nos interesa, el del bienestar de la gente, el recurso humano es exigido cada vez más por tiempo de trabajo, por cantidad de bienes o servicios que es capaz de generar por unidad de tiempo, a cambio de menos garantías laborales y de seguridad social. Los datos de la misma OMC, apuntan hacia un incremento de contratación de personal de confianza (con mínimas prestaciones, sin remuneración de horas extra, sin fondo de retiro y con poca o nula seguridad en el empleo) respecto al personal de base; muestran una tendencia hacia incrementarse la rotación de personal y reducirse con esto el tiempo promedio que un empleado permanece en una empresa, por lo que cada vez menos, llega a adquirir derechos laborales, como por ejemplo, la compensación económica que recibe al ser despedido. Bajo este panorama, la recomendación que hace la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional a los gobiernos de los países en desarrollo, es modificar su reglamentación laboral, para permitir mayores libertades a los inversionistas extranjeros tendientes a adquirir menores compromisos con la masa laboral local y a la vez, permitir que los puestos de alto rango, sean ocupados por personal importado, donde la diferencia de sueldos entre los locales y los extranjeros es abismal y ofensiva (se tasa a los primeros de acuerdo a la legislación local y a los segundos de acuerdo al promedio internacional de los países desarrollados).

Por el lado de las empresas de corte nacional, los inversionistas han promovido cambios en la legislación que les permita crear sus propias universidades donde puedan acudir solo los que posean un elevado nivel económico, mismos que al egresar, serán los que ocupen los puestos de más altos ingresos. Estos cambios en la legislación, también involucran el deterioro de la educación pública, con el fin de elitizar el conocimiento técnico, científico y tecnológico, por un lado, y desterrar la educación con consciencia social, por el otro. Un egresado que pierde su conciencia social dada su educación universitaria, es alguien que en vez haber progresado, ha retrocedido.

Estas y otras políticas impuestas por los inversionistas, tanto locales como extranjeros, van en contra del derecho social a la educación y en contra de muchos derechos laborales ganados con antelación. El objetivo, como puede deducirse, es partir al mundo en dos: uno para los económicamente pudientes, y otro, masivo y en extremo acotado, para el resto de la población. Como se vio en el apartado “Los fractales del Sistema”, tanto la educación como la actividad productiva, son cada vez más sumergidos en un modelo que resulta un fractal del Sistema.

Los liderazgos funcionales, son otro estigma del Sistema dentro del ámbito laboral. Personas con menor capacidad y conocimientos suelen ser elegidos por conveniencia de clase para dirigir a los demás. El mando adquirido por una cuestión estructural de la organización, en general sobrepasa los límites de la irracionalidad, al dotar a un individuo con poderes por encima de los derechos de otros, no solo dentro de la empresa, sino que en muchos casos, fuera de ella, de tal suerte que la sobrevivencia y las posibilidades de subsistencia de un individuo están en función directa con el estado de ánimo de sus jefes. El caso más absurdo e irracional de esta situación se da dentro de las fuerzas armadas, donde la vida de un Ser Humano está supeditada al punto de vista de los mandos superiores, e inclusive, a las ambiciones de poder de quienes lo ostentan a la vista de la sociedad. Dentro de lo que se estableció en el apartado sobre la falsa democracia, está latente la situación de que un solo individuo, durante cuatro años, tiene en sus manos la vida de todo el planeta. Una irracionalidad tan evidente solo es posible gracias a la existencia del Sistema. Aunque hay que decirlo, el Presidente de la nación más poderosa del mundo, no es un dictador,  sino el esbirro de las grande corporaciones, que son en realidad quienes gobiernan nuestras vidas.

En la actualidad, no existe una organización lucrativa cuyo principal objetivo sea el interés social (sería contradictorio). Todas sin excepción, comparten el objetivo primario de incrementar el valor de la empresa, obviamente desde el punto de vista económico. La justificación a este comportamiento, proviene de la idea sistémica de que si una empresa se mantiene por encima de un rendimiento crítico mínimo, los inversionistas pondrán su dinero en ella y con eso se garantiza la fuente de trabajo y el bienestar general (cuando escucho esto, con toda la convicción que pone el expositor, no puedo dejar de esbozar una sonrisa sarcástica); es una verdad a medias. Como hemos visto, el bienestar no es general, sino para unos cuantos, y la posesión por unos pocos del capital para inversión, sólo genera mayor desigualdad al concentrar mucha riqueza en un extremo y empobrecer al medio ambiente y a la sociedad por el otro. Si el objetivo primario fuera en verdad el interés social, contrario a lo que se afirma, no provocaría la quiebra de las empresas, tan solo limitaría significativamente la inequitativa distribución de la riqueza generada, y con ello se lograría un verdadero bienestar general. Sin ir demasiado al extremo, tan sólo considerando una redistribución salarial más justa, el bienestar general se incrementaría sustancialmente sin perjuicio alguno del inversionista (¡pobre!, no sería justo que perdiera lo que tantas vidas y sufrimientos a costado al pueblo). Pongamos un ejemplo sobre un caso real: en la empresa X, la tasa de rendimiento neto anual es del 23% sobre la inversión inicial; a ese paso, la inversión a valor real se recupera en 4 años. El director general gana al mes $700,000, los directores de nivel inmediato inferior, ganan $300,000 y son 5; para el siguiente nivel hacia abajo, hay 48 gerentes que ganan cada uno, $86,000; después están 243 jefes de departamento que ganan cada uno, $25,000; hay un nivel intermedio con 106 profesionistas de diversas disciplinas que ganan $16,000 al mes cada uno; dentro de los niveles más bajos, se tienen 825 empleados con un sueldo de $5,000 y finalmente, a 215 con apenas $1,400 mensuales cada uno. Toda esta organización, eroga en sueldos y salarios, la cantidad de $18’525,000 al mes. Un modo de vida holgado, sin grandes lujos pero sin carencias, requiere de un ingreso de $25,000 al mes (30,000 USD por año); si se divide el egreso total entre el número de empleados obtenemos $12,837.84, es decir, la empresa no tiene capacidad para proveer bienestar para todos sus empleados, sino en un 50%, y no solo eso, sino que con la distribución de riqueza que ejerce, contribuye a generar mayores desigualdades. Luego hay un porcentaje importante que va a parar a manos del gobierno, que se diluye en su aplicación.

Como establecimos al principio, sin cambiar nada más que la distribución de la riqueza entre los empleados, podemos obtener una situación más justa y provechosa para todos, por ejemplo: $60,000 para el director general, $40,000 para cada director del siguiente nivel, $30,000 para los gerentes, $22,000 para los jefes, $18,000 para los profesionistas, $10,000 para los empleados y $6,000 para los del último nivel, sobrando $31,000, mas el ahorro de varios miles de pesos por impuestos sobre el ingreso a tasa variable (ISR), lo cual permitiría recuperar la inversión en menos tiempo y activar la economía local al impulsar el consumo con un mayor poder adquisitivo de la población. Este esquema representa sólo una parte muy pequeña de todos los cambios que se involucrarían para que una empresa funcionara sobre el interés social. Ahora bien, ¿por qué algo tan simple no se lleva a cabo? ¿acaso los teóricos de la administración no son capaces de razonar con la misma simplicidad?. Una razón muy importante para no hacerlo así, es que con un esquema similar, se pone en riesgo no a la empresa, sino a la segmentación social basada en amurallar a las clases sociales vía la desigualdad en el ingreso. Esto garantiza mantener el status quo basado en clases.
Del ejemplo anterior, alguien podría decir que es injusto que un empleado que gana $700,000 al mes, vea reducido drásticamente su sueldo a $60,000. Esa visión es sistémica, ya que la óptica de este hecho es al contrario, es decir, no representa una injusticia, sino haberla corregido. Nadie en una situación de trabajo, es capaz de generar con este, un ingreso mensual de tales magnitudes, por lo que resulta en un sobresueldo; por el contrario, el empleado que menos gana, recibe un suprasueldo cuyo significado es la imposibilidad de ejercer muchos de sus derechos sociales y humanos, cayendo la empresa con esto, no solo en una situación de injusticia distributiva, sino en un crimen de lesa humanidad. Lo peor es que lo saben.

Tanto a niveles locales como internacionales, las grandes empresas acaparadoras, por un lado exprimen a los productores y por el otro, se enriquecen con los consumidores finales. El ejemplo más claro de esto, es el mercado del café. Las principales empresas empaquetadoras y distribuidoras de café, son empresas que en su país de origen no existe producción del café; la Starbuck Coffe, compra a Etiopía café en cereza (tal como se cosecha), a razón de 0.60 centavos de dólar la libra, mientras que la vende mucho más cara sin proceso alguno. Obviamente las empresas alemanas e italianas que compran ese café, después de procesarlo, lo venden todavía más caro de tal manera que el consumidor final acaba pagando por el grano molido y tostado de entre 6 y 15 dólares la libra; a los productores mexicanos, empresas como la Nestlé, les compra el kilogramo de grano a 2.80 pesos y después de procesarlo hasta nivel soluble, lo vende a más de 30 pesos. El productor gana, en un buen año, alrededor del 30% sobre el producto, mientras el acaparador gana el 1000%. Los acaparadores son en este mercado quienes establecen los precios para cada etapa del proceso, pese a no ser productores, y el control del mercado lo logran gracias a tres pilares: 1) el secuestro de la tecnología; 2) las ligas con el poder político, y; 3) las economías de escala.

En resumen, las empresas productivas no persiguen objetivos sociales de justicia, sino beneficios económicos para los dueños del capital y los dueños del poder, y con ello la generación y preservación de las distintas clases sociales. Cuando hablan de su contribución al bienestar social, tratan de justificar su existencia con una verdad muy a medias o muy a décimas, cuando su existencia ya está justificada desde el punto de vista de los bienes y servicios necesarios que producen, lo que no justifica su forma de operar respecto a sus empleados, respecto a la sociedad y al medio ambiente. La llamada Iniciativa Privada, no es más que una sarta de enfermos mentales, enfermos inconscientes de dinero y de poder: son sus únicos objetivos de vida sin importarles los demás ni el medio ambiente. La idea sistémica inoculada de que el éxito viene cuando se adquiere fama y / o dinero, es normal bajo el marco de referencia capitalista; si Rafael, en el infierno, es invitado a concursar en lanzar escupitajos a los transeúntes, tendrá éxito si logra acertar el mayor número de intentos, aunque este éxito, antes que proveerle un desarrollo personal, lo desmerita. Las personas enfermas de este mal, pero que no son ricos, pueden provenir de cualquier condición social; sueñan con tener mucho dinero y los que lo logran, son “poseídos” por su propia riqueza material; de la codicia por el dinero viene la codicia por el poder. Los negocios nunca se piensan en función de hacer el bien por el bien mismo, sino en función de hacer dinero, nada más, no hace falta buscar otras justificaciones. Así lo exige el Sistema y así hay que hacerlo.
Todos, influidos inconscientemente por el Sistema, hemos planeado alguna vez iniciar un negocio propio o ser importantes ejecutivos de una gran empresa, todo para cumplir el sueño sistémico de la riqueza material y con esta, obtener el respeto y el reconocimiento de los demás. Estos objetivos tan pobres y a la vez tan difíciles de alcanzar para la mayoría, mantiene a la población sumergida en la frustración, y en algunas capas sociales, el rencor social que deriva en responder a esta violencia, con más violencia. Querer destacar dentro del grupo social, es una condición natural para muchas especies, incluida la nuestra. El problema son los valores errados y sustancialmente pobres que nos impone el Sistema para alcanzar objetivos igualmente pobres, aunado a los métodos de repercusión negativa que pone a nuestro alcance, sean legales o ilegales, donde la mayoría son de cualquier forma, inmorales y atentatorios de la especie. Estos valores, basados en la riqueza material, son los que promueven y a la vez justifican la proliferación de emporios comerciales y financieros que contribuyen a la desigualdad social y a poner en cada vez menos manos, proporcionalmente hablando, un poder indebido, inmoral y en extremo peligroso para la humanidad. El que paga, manda, y el que manda, busca su beneficio; la voz de la razón se apaga desde cualquier nivel: primero está la inoculación de dogmas y, si no funciona, sigue el aislamiento y, si no funciona, viene la persecución y, si no funciona, la cooptación. El asesinato, aunque vigente, ha demostrado ser contraproducente. Cualquiera de nosotros, para sobrevivir, necesitamos incorporarnos de una o de otra manera al modelo económico de sometimiento por deuda; a vender nuestro trabajo con tal de recuperar una pequeña parte que nos permita seguir viviendo y así poder seguir laborando y enriqueciendo a nuestros acreedores. Ellos no generan valor, sólo deuda.

Segundo apartado
Las castas laborales

El Sistema laboral, como fractal del Sistema mundial, divide no solo al trabajo, sino a las personas. Las castas o clases sociales, se manifiestan en una organización productiva como puestos o cargos, con facultades explícitas e implícitas que atentan contra los derechos humanos y sociales de los empleados. Muchas de las reglas que se aplican como garantías individuales o de grupo fuera de la empresa, no valen dentro de la misma; las empresas dentro del Sistema funcionan como bunkers donde están primero los objetivos internos (aquellos que la OMC llama “derechos de los inversionistas”), y después los objetivos individuales y sociales donde se incrustan los derechos naturales de la gente, y donde la libertad adquiere un carácter de negociación, negación y elemento de control. Una alegoría muy demostrativa de esto, se presentaba en una caricatura de la Warner Brothers: el coyote y el perro, fuera del trabajo llevaban una relación de amistad y respeto, contrario a la relación que llevaban cuando están trabajando: se podían destrozar de cualquier forma, aunque siempre salía perdiendo el coyote. Es como pasar de una realidad a otra muy distinta. En la realidad sistémica, tanto dentro de la empresa como fuera de ella, siempre hay un perdedor porque como se ha dicho, la empresa es un fractal del Sistema, es decir, es el mismo Sistema en pequeño, aunque cambian algunas reglas, generalmente hacia una mayor conveniencia del inversionista y un mayor perjuicio del trabajador. La salvedad en los fractales empresariales, es que en ellos no se establecen clases laborales nocivas, ya que estas se dan en función de la actividad productiva o especialidad; lo que se establece es algo más arcaico: son las castas laborales. Dentro de la empresa, el jefe puede humillar y ofender al empleado, y esto se hace extensivo fuera de la empresa siempre que la relación laboral subsista; caso contrario cuando el empleado se desprende de la organización: ahí el jefe lo piensa dos veces antes de intentar ejercer su dominio sobre el ex trabajador, al menos deja de tener el privilegio auto concedido de ordenarle qué hacer, de criticarle y mantener una clara línea divisoria a nivel social.

Durante la época victoriana, las castas laborales eran toda una realidad dentro y fuera de la empresa, inclusive, por el simple hecho de poseer un título como Médico, Abogado, etc., eran motivo suficiente para ejercer dominio sobre las personas que carecían de estudios académicos, bajo el pretexto de relacionar esta dominación con el respeto (otra de las irracionalidades del Sistema, de hecho se podía hablar de un “respetable abogado”, pero nunca de un “respetable mesero”, a no ser en tono de burla, por ejemplo). Esto se hacía más evidente si estaba de por medio un título nobiliario. En la actualidad, dependiendo del país de que se trate, esta distinción entre personas, establece un rango que interviene definitivamente en las relaciones interpersonales de la comunidad, donde los que obtienen mayores ingresos, o pertenecen al cuerpo gobernante, u ostentan puestos de mayor jerarquía, son quienes llevan la ventaja de antemano para cualquier asunto, sobre el resto de la población y sintomáticamente reciben un mejor trato por parte de todas las instancias gubernamentales, llegando incluso al servilismo sumiso y descarado de estas. Esta condición irracional, provoca dos fenómenos nocivos desde el punto de vista del nivel académico o profesional: 1) que la mayoría de la gente aspire a ostentar un título no por lo que representa a nivel de conocimientos, sino por lo que representa socialmente en ingresos, respeto y privilegios; y 2) que las personas que no tienen la oportunidad de obtener un título o pese a este, no encuentran las mismas oportunidades para satisfacer su necesidad de poder y riqueza, forman grupos cuyos métodos para sobresalir socialmente, los convierte en seres nocivos (delincuentes, como los define el Sistema): asesinos, ladrones, narcotraficantes, secuestradores, terroristas, etc., que forman mafias, pandillas, cárteles y toda una red de “delincuencia organizada” que no pudo acceder a los métodos convencionales de dominación y acumulación de riqueza, y crea los suyos propios, pero no por eso dejan de ser sistémicos. Hay que decir que la “delincuencia organizada”, rara vez se da por sí misma, normalmente es organizada desde arriba.

El valor intrínseco de cada Ser Humano dentro del Sistema, se tasa de acuerdo a su poder económico, político o social (aquí entra lo académico); nada que ver con el desarrollo personal ni otros aspectos realmente significativos como son los valores y principios (los auténticos, no los que el Sistema establece).

Podemos concluir que mientras exista en la práctica la diferenciación entre personas a partir de su condición laboral, educativa, económica o política, el Sistema seguirá gozando de cabal salud en perjuicio de la especie humana.

Sin embargo, no solo en las empresas se reproduce el Sistema, sino en organizaciones de todo tipo, desde asociaciones deportivas hasta toda clase de grupos organizados que cubren una amplia gama de actividades humanas dirigidas a la sociedad o a sí mismas. En general, toda organización humana con una estructura organizativa vertical, donde existen niveles de autoridad que pueden repercutir en los derechos naturales de otros, es un fractal del Sistema. Toda rama que cae al río, se mueve con el río.

Tercer apartado
La economía como medida de valor social

La economía personal o de grupo, desde el punto de vista del Sistema, por ser un resultado directo de la actividad comercial (la madre de las desgracias humanas), es el principal punto de vista para evaluar a la persona o grupo. Bajo esta óptica, el éxito social está en función del ingreso monetario, pero ¿realmente este elemento es una medida racional del éxito?. Muchos boxeadores, deportistas, artistas, cantantes, actores, comerciantes, etc.,  obtienen ingresos mucho mayores de lo que pueden gastar racionalmente y sin embargo, gran parte de ellos dejan mucho que desear en lo que se refiere a su calidad humana. Una habilidad que gracias a la mercadotecnia se convierte en una mina de oro, tiene que ver sólo en una parte muy pequeña con el valor de la persona; para el Sistema, no existe un amplio arco iris de elementos de los cuales dependa la evaluación del Ser Humano como ente social, y como no existen, tampoco los promueve. Para el Sistema, el Sistema es algo serio, no se toma a juego. El Sistema no otorga valor a los valores intrínsecos del Ser Humano, sino que antepone a todos ellos, el ingreso monetario, el cual no es un valor propiamente, sino una condición, generalmente resultado de la corrupción del medio. Esta irracionalidad se puede resumir con esta frase: “dime cuánto ganas y te diré cuánto vales”; o en esta otra: “yo si quiero ser alguien en la vida” (ya que se refiere sólo a la fama o al dinero). Hay personas que poseen generalmente, no por méritos propios, sino a consecuencia de las herencias obligadas del Sistema, una condición económica holgada. A contraparte, se encuentran las principales víctimas del Sistema, que son los desposeídos. En muchos casos, no media diferencia, humanísticamente hablando, entre pobres y ricos; las diferencias vienen más por el lado de la cultura (no del conocimiento de la misma, sino de la forma de comportamiento social) y de la economía. Un individuo burgués suele ser tan ignorante y mediocre como uno de clase baja, solo cambia su forma de manifestar esa ignorancia; de igual modo, un burgués culto e inteligente, puede encontrar su equivalente en un individuo de clase baja, con todo y que este último no haya tenido las mismas facilidades que el primero para desarrollar sus habilidades y conocimientos. Es de idiotas criticar la falta de cultura o preparación de quienes no han tenido los medios para desarrollarse, pero es de perversos quienes lo hacen a sabiendas que las oportunidades dadas a unos, son condición de cancelarlas a otros. La única crítica válida, es la que parte de condiciones de igualdad sistémica entre crítico y criticado.

Ahora bien, para no dejar el tema sin la contra parte, mencionaré lo que a mi pobre juicio, representa el verdadero valor de las personas: es la capacidad de amar a los semejantes y actuar en consecuencia como una condición de sobrevivencia de la especie, sin perjuicio de ninguno de los miembros de la comunidad; la aceptación del Ser Humano diverso y el respeto por lo diferente; la comprensión hacia aquellos que no gozan de muchas facultades o de ninguna y su protección; el respeto al medio ambiente y su preservación como ecosistema proveedor de vida. El valor de un Ser Humano no puede estar en función de lo que es capaz de adquirir para sí mismo, sino en lo que es capaz de aportar para el desarrollo de la especie y la preservación de su entorno.

Sin embargo, para el Sistema todo lo que aporte continuidad y sostenimiento de la sociedad de clases, es decir, que contribuya a la desigualdad, la segmentación y las ponga en evidencia, es sujeto de valor; mientras que todo aquello que aporta igualdad y unidad, es desmeritado y recluido en el romanticismo impráctico. Este es el núcleo filosófico del Sistema por el cual, de una manera que parecería ciertamente incomprensible, se derivan las tareas contra la individualización de las personas porque, ¿qué más puede señalar la consumación de una individualidad si no es la desigualdad? ¿acaso la homogeneización que persigue el Sistema no es un proyecto de igualdad?. Ciertamente se habla de cosas distintas: en primer lugar, la desigualdad sistémica es de orden económico, de lo cual se deriva la desigualdad social en todos sus componentes, donde la homogeneización es por estrato social, donde de ninguna manera se mezcla a las clases sociales. En segundo lugar, la individualización es de carácter accesorio, de condición de vida, no de libertad de pensamiento, actividades de autogestión o filosofía de vida. El Sistema siempre tiende a confundir a la gente con verdades a medias.

El Sistema protege la segmentación humana en clases, dando siempre más oportunidad a los que tienen y entre más tienen mucha más oportunidad de seguir acumulando; y menos oportunidades, inclusive llegando a la represión, el despojo y la marginación, a quienes no tienen nada o tienen poco. En México existe un sorteo millonario llamado Melate, que reproduce parte de esta filosofía: para el primer lugar (quien acierta 6 números de 51 posibles), obtiene millones de dólares, mientras el segundo lugar (acierta 5 y un adicional, es decir, en la realidad también acierta 6 de los 51 posibles) obtiene un 2% respecto al primer lugar. Además que, probabilísticamente hablando, los resultados no coinciden con la estadística: hay corrupción.

Cuarto apartado

Tierra, capital y trabajo: referentes del poder


La riqueza, su producción, origen, destino y significado, representa un tema clave para entender por qué se mueve el Sistema, cómo se mueve y hacia dónde. Retomando de la parte introductoria de esta obra, el tema de la historia del Sistema, recordemos que el sedentarismo se hizo posible gracias al comercio, donde los recursos lejanos se encontraban al alcance de otros grupos en los puntos de intercambio de productos. Estos recursos, por sí mismos, en su estado natural, sin intervención alguna del Ser Humano, no tenían valor. Lo que les daba valor era el trabajo de quien los recolectaba: días, meses o años para llegar a ellos y transportarlos a donde pudieran ser usados o comercializados; trabajo para extraerlos, cargarlos, almacenarlos y transformarlos (algunos de ellos); entre más trabajo y conocimiento se invirtiera en encontrarlos, y en los procesos subsecuentes hasta obtener un producto final o una materia prima, mayor era el valor que adquiría el material. De esta condición surge una equivalencia de valor en base a ese trabajo y conocimiento, entre unos productos y otros, entre unos materiales y otros, etc. Entonces el objeto adquiere el valor que el Ser Humano le aporta; es como si el objeto absorbiese trabajo y conocimiento humano, sea directo o indirecto, y lo conservase dentro de sí para que a partir de ese momento, adquiera su valor. Ese objeto con valor, es una unidad de riqueza: representa un trabajo hecho y un conocimiento aplicado. La utilidad del objeto, el material con que está hecho, la abundancia o escasez y su calidad, son causa de incremento o decremento del valor del objeto, por lo tanto, son factores de riqueza. Ahora bien, la escasez sumada a la acumulación, representa el ideal de riqueza (si el oro no fuera escaso, su acumulación no tendría sentido para obtener riqueza); en contraparte la abundancia, hace irrelevante la acumulación y el valor, decrece. En una sociedad evolucionada, el concepto de riqueza, simplemente no tendría el mismo sentido, sino sería reemplazado por su antecesor: el concepto de utilidad. Por ejemplo, el aire, hay que cuidarlo por su utilidad; es indispensable para vivir, aunque para el Sistema, es irrelevante mientras no pueda ser comercializado. Esta es la diferencia principal respecto a los recursos.

Ya con el sedentarismo y la propiedad de la tierra, los materiales que en ella se encuentran adquieren un valor aún antes de que intervenga la mano del hombre directamente sobre ellos. Entonces el contenedor tierra, que nada valía, también adquiere un valor por los materiales que proporciona y pasa a formar parte de la riqueza, del mismo modo que su capacidad para producir. Es obvio que la tierra destinada al cultivo, entre mayor capacidad de producir alimentos tenga, tendrá un valor más alto que la tierra que nada puede aportar. Los suministros necesarios para la producción, además del trabajo y que antes no tenían un valor establecido, tales como el agua, el clima (considerándolo de tal manera), etc., adquieren también un valor en base a su aportación para producir riqueza; se convierten en factores de riqueza. Del valor de la tierra, deviene la lucha por su posesión, y de la posesión, la posibilidad de explotación y enajenación. Pero, ¿es racional la enajenación por medio de la venta de la tierra? ¿es racional la propiedad privada de la tierra? Bajo la óptica del Sistema, no puede ser de otra forma, ya que resulta lo más lógico, pero fuera de esta perspectiva, nosotros y todo ser vivo en la tierra, pertenecemos a la tierra, es la madre y como tal, no se la puede vender, tomarla como nodriza para que aquellos excedentes que nos proporciona puedan estar al alcance de quienes los necesitan a cambio de una renta. Un abuso como este, innegable en todo tiempo y circunstancia, resulta lógico para el Sistema de tal forma que es considerado como uno de sus pilares en el modelo capitalista y se lo protege; la propiedad de la tierra es una de las más grandes aberraciones de nuestras civilizaciones. Asociar la tierra con la posibilidad de comer y por lo tanto, de sobrevivir, en nuestros tiempos es más artificial que efectiva; en unas zonas del globo muchos mueren de hambre y en otras, se desperdicia mucha comida.

La riqueza, como tal, no engendra poder, sino que es útil como herramienta de subsistencia. La riqueza desde el punto de vista del Sistema es la acumulación de bienes con valor, en pocas manos. Un hombre rico es poderoso en la medida que sus semejantes carecen de lo que a él le sobra. Entonces, adueñarse de cosas de valor que a los demás les falta, equivale a adueñarse de la voluntad y del trabajo de quienes tienen necesidades insatisfechas. Ya en el colmo de esta condición, no importa si eso que a unos les sobra y a otros les falta, es por definición necesario para quienes no lo tienen. La forma “decente” de enriquecerse de acuerdo al Sistema, son el comercio con ganancia, la explotación privada de los recursos naturales y la compra barata del trabajo, lo cual es en realidad, el despojo de una parte del valor añadido por el trabajador, sin mencionar la cancelación de muchos sus derechos naturales para que la explotación funcione. Es así que si en el Sistema hay quien pueda controlar la abundancia y la escasez, puede entonces tener el poder. Tras las palabras de Mayer Amschel Rothschild (Mayer Amschel Bauer), declaradas en 1790: ”Déjeme publicar y controlar el dinero de una nación y no me preocupare de quien escribe las leyes.”, se esconde nuestra terrible realidad, ya que, efectivamente, quienes emiten y controlan el dinero, son quienes tienen el poder bajo un Sistema donde el dinero lo es todo.

Los esenios comercializaban sus productos o su trabajo directamente, pero no ejercían el comercio como actividad económica, por considerarla inmoral (no se equivocaban). El Sistema establece los límites y las reglas del mercado, beneficiando al comercio por sobre los derechos de los productores y los consumidores. Es tal el cinismo de las clases opulentas, que reclaman como derechos, los abusos que alrededor del mundo cometen. Baste consultar las reglas y recomendaciones de la OMC, donde se establecen muchas prerrogativas para los inversionistas que van en contra de los derechos de la población donde operan18.

Por el lado de la explotación, la plusvalía capitalista, aunque en forma indirecta, es una medida fiel de la injusticia social distributiva. En todos los países del mundo donde los grandes inversionistas tienen intereses, el saqueo de la riqueza del país sede, se compone en buena medida de plusvalía capitalista. Esto no difiere en mucho respecto a la óptica económica de Karl Marx, pero el fenómeno de creación de pobreza se ha visto maximizado por el hecho de que la burguesía, ha dejado de ser local, para dar paso a una burguesía internacional, y que los recursos económicos excedentes, van a parar a bancos, que en lugar de colocar créditos para el común de las personas, financian instrumentos de dominación tales como el FMI y el Banco Mundial. El dinero físico (papel moneda) de los ahorradores, sirve entre otras cosas, a los Bancos para hacer exhibiciones en el momento que lo requiere y para pequeños créditos en efectivo, por lo que una parte del dinero en el mundo, sólo existe dentro de los ordenadores. Si los créditos rebasan la capacidad de pago globalizada (por falta de dinero circulante),  se crea una distorsión del mercado financiero que tiende a reajustarse de acuerdo al esquema crediticio vigente, y los pueblos son los que pagan tal reajuste a expensas de reducir su capacidad de compra y entrando en recesión.

Para los inversionistas internacionales no bastan los modelos sistémicos intangibles (leyes, reglamentos “sentido común”, cultura sistémica, etc.), desde donde se puede decir que es normal que un porcentaje importante de las ganancias netas, vaya a parar a manos de los dueños de los medios de producción, pero si además estos recursos terminan fuera del país donde se producen, fuera de cualquier control y fuera del alcance de la masa productora, se determina entonces una forma de saqueo que exprime a la sociedad sin devolverle nada, antes al contrario, la riqueza así obtenida se utiliza para ejercer mayores presiones económicas y mayor control tanto político como social. El resultado neto, es una distribución de la riqueza altamente discrecional. Este fenómeno de fuga legal (aunque inmoral) de capitales, es responsable de las altas tasas de miseria alrededor del mundo. La tecnología juega un papel primordial para mantener esto. El Gran Clan Mundial (GCM), se adueña de ella, ya sea para incrementar sus ganancias, o para detener el desarrollo de la misma si así conviene a sus intereses. La globalización que promueve, carece de elementos de identidad capaces de unificar al mundo bajo su control; lo más que ha logrado, es inducir el concepto de occidentalismo, como el modelo ideal para la vida en sociedad, para gobernar y ser gobernados, para el progreso y el desarrollo humano: toda una entelequia que ayuda a mantener la mente atrapada en el día a día, en objetivos prefabricados que poco o nada tienen que ver el crecimiento del Ser y su posterior liberación. El arma del Sistema, es el dinero, y con él manipula todo lo susceptible de ser corrompido: si A no se corrompe, lo harán B y C, donde A, B y C, pueden ser personas, gobernantes, organizaciones, culturas, ideas y casi cualquier cosa, porque casi cualquier cosa tiene cifrado su destino por la economía. Hay pocas cosas que el dinero no puede comprar, pero el dinero puede acabar con ellas en función de la pérdida de la consciencia. Luego viene el concepto de interés, que dicho sea de paso, representa dinero que no existe, pero se exige como si existiera, así que siempre, habrá quien no pueda pagarlo perdiendo con ello su patrimonio (recesión + inflación eternas). El control por presiones económicas, se complementa con otra invención del Sistema: el dinero volátil. Este dinero no tiene un correspondiente con los bienes existentes al día de hoy, es decir, representa bienes a futuro, bienes que son intangibles: trabajo que no se ha hecho, conocimiento que no se ha aplicado, recursos que no existen; es riqueza ficticia que sin embargo, genera poder real. Como un sistema económico basado en “dinero sobrante”, provoca presiones inflacionarias que deterioran aún más el nivel de vida de la población, gran parte de este dinero ficticio, no se encuentra en forma de papel moneda, sino en documentos tipo certificado, hipoteca o pagaré. Estos documentos hacen posible tener una “riqueza” económica que no representa un valor equivalente al presente, sino a futuro y evita, al no estar como papel moneda, el efecto inflacionario por un lado, y por el otro, asegura que la riqueza real en bienes y servicios que se produzca durante los próximos años, ya esté comprometida con los dueños futuros, poseedores de los documentos y que intervienen muy poco o no intervienen en la generación de esa riqueza. Veamos un ejemplo sencillo:

Un productor, solicita un crédito para desarrollar su negocio. El crédito se agota pero la riqueza apenas inicia la recuperación. El producto, antes de que exista, ya tienen un nuevo dueño. Los intereses por el crédito, se pagan con la nueva producción durante un tiempo determinado, pero para pagar el principal, es necesario una sobreproducción y condiciones del mercado adecuadas para colocarla. El valor del producto, lo determinan las condiciones del mercado, pero generalmente será inferior al valor del documento de deuda a futuro. Esta diferencia de valor, es la plusvalía capitalista del inversionista, que es una riqueza que representa cosas que aún no existen, pero que en cuanto existan, serán propiedad no de quien las produjo, sino del poseedor del documento. Si a este esquema agregamos inflación (indispensable para el modelo capitalista), el productor, no el acreedor, tendrá que absorber las pérdidas. Este sencillo ejemplo de generación de riqueza intangible, reproducido millones de veces en todos los ámbitos productivos, crea una burbuja de tal magnitud, que llega a rebasar la capacidad de producción presente y futura que pueda darle satisfacción, de tal modo que a falta de bienes para cubrirla, se recurre a nuevos créditos comprometiendo ya no sólo la producción a más largo plazo, sino las libertades y la soberanía del tejido social dependiente, y es lógico, al acreedor de grandes cantidades de dinero, no le conviene tampoco hacer efectivo su derecho a apoderarse de los medios de producción, al menos no hacerlo todos a la vez, porque en ese momento se rompería la burbuja provocando una escalada inflacionaria incontrolable que les haría perder gran parte del valor de sus posesiones. Entonces las deudas permanecen hasta hacerse impagables, y además de la miseria que generan y de ser un medio de control, crecen exponencialmente dados intereses sobre intereses, sanciones, intereses moratorios, gastos de renegociación y otros de diversa índole aplicables todos al deudor, haciendo prácticamente imposible siquiera pensar en que el trabajo productivo sea capaz de proporcionar bienestar a quienes lo ejercen, es decir, la masa trabajadora. La riqueza garantizada así a futuro, representa también la garantía de más miseria futura. Los productores, desde los más pequeños hasta los más grandes, cada vez, tienen que avanzar más rápido para mantener su competitividad. Es una carrera donde los más fuertes (muchos de ellos lo son por romper las reglas que imponen a los demás), terminan imponiéndose a los más débiles; donde cada vez se exige más a los empleados para cubrir las expectativas de los inversionistas, las cuales son exclusivamente económicas. Las empresas no son, como muchos románticamente creen, organizaciones cuyo objetivo sería producir bienes y servicios de calidad para elevar el nivel de vida de la población al satisfacer sus necesidades. No, esa visión es mercadotécnica y no se ajusta a la realidad. Las empresas son unidades productivas de recursos económicos para satisfacer las necesidades de poder de los inversionistas; todo lo demás puesto en el área de producción, son métodos, estrategias, políticas etc., que sirven para cumplir dicho fin más eficientemente.

Dentro de la normatividad sistémica, el robo institucional ocupa la parte esencial. No sólo es la plusvalía capitalista que va a parar a manos de los inversionistas, pues antes de convertirse en ganancia, los excedentes del trabajo de los productores, pasan por un filtro en forma de sobresueldos para los directores y otro tipo de empleados especialistas. Un Gerente normalmente “gana” en sueldo y prestaciones mucho más de lo que su trabajo representa en valor, siendo que en muchos casos, su trabajo ni siquiera es necesario para la producción ni aporta valor al producto, sino que tiene por encomienda, mantener el “orden” y asegurarse que las cosas se hagan bien y a tiempo. Esta actividad bien podría ser eliminada si la estructura laboral no estuviera basada en los cánones de la sobre explotación del capital y sustentada en una organización de tipo monárquica con prerrogativas excesivas por un lado y con falta de libertades y cancelación de derechos por el otro. El robo institucional permite a los dueños del capital echar mano de fieles capataces que en el mejor de los casos desarrollan conjuntamente con sus acciones persecutorias, actividades de planeación, dirección y control de la producción, pero que solo en el ámbito romántico estas actividades resultan útiles, pues la verdadera razón de su existencia es ayudar a mantener una estratificación laboral que fomente, gracias a los sobresueldos, la estratificación social (las castas laborales, desde la perspectiva económica, se trasladan al tejido social en forma de clases sociales). En contraparte, una organización laboral desarrollada, no requiere de supervisores, pues su nivel de conocimiento respaldado por la suficiente autonomía y consciencia en sus labores, es más que suficiente para obtener excelentes resultados en sus actividades productivas. Las actividades de planeación, dirección y control, pasan a ser actividades predominantemente técnicas, susceptibles de ser programadas automáticamente por un ordenador. Para mantener una estructura social de clases bien definida, en una sociedad basada en el poder adquisitivo de cada estrato social, es necesario darle a cada estrato ese poder adquisitivo, y como el trabajo no genera más que una parte finita de riqueza, se tiene que tomar una parte del trabajo de los trabajadores para compensar el ingreso de los estratos superiores que tampoco poseen los bienes de capital, es decir, de los empleados de alto nivel. Todos los que hemos estado inmersos en una organización productiva capitalista, hemos sido testigos de que para algunos empleados, firmar cheques, autorizar procedimientos, regañar a sus subordinados, sembrar pánico laboral, y decir estupideces, les representa un ingreso económico muy por encima de lo que dichas actividades pueden producir por sí mismas, mucho menos fuera de la empresa. Entonces no es una condición de justicia el trato preferente para los empleados de alto nivel, sino una condición del Sistema. No olvidar que la organización social y sus injusticias, son producto en gran medida de la división del trabajo.19

Jean Baudrillard escribe “...que no hay más realidad que la de la acumulación económica, gigantesca engañifa de la acumulación, acumulación de tiempo, del valor, del sujeto, etc., el axioma, el mito de la acumulación real o posible nos determina completamente y sin embargo sabemos que nunca se acumula nada, que los stocks se devoran ellos mismos como las megalópolis modernas, como las memorias sobrecargadas.” Respecto a los productos, esto es correcto: sin el movimiento y consumo de los productos, la producción simplemente, se detendría. Para producir mil refrigeradores, debe existir la expectativa real de colocarlos en el mercado, y para producir los siguientes mil, los primeros deben haber sido colocados en su mayoría. ¿pero qué pasa con su equivalente monetario? Este se mueve constantemente y se acumula en las cuentas. La acumulación del tiempo, del valor, del sujeto, etc., desaparece porque se convierte, mediante el modelo económico, en acumulación de capital. Es así que toda actividad humana, tiene su correspondiente monetario.

Supongamos que una persona desarrolla un software y lo vende a muchos usuarios durante un tiempo determinado. El valor de su trabajo es recuperado con unas cuantas copias, después sólo incide el costo de ventas y otros gastos administrativos, mismos que se recuperan inmediatamente con las ventas y queda una ganancia. Esa ganancia ya no tiene un producto o servicio que represente su valor. La riqueza monetaria entonces encuentra su correspondiente en el trabajo de quienes compran el software, riqueza del trabajo que no proviene de la utilización del software, ya que apenas lo va a empezar a usar. Entonces el dinero que se usó para comprar el software, proviene de un trabajo previo y, quienes pagaron por ese trabajo, también debieron generar riqueza antes de obtener el bien o servicio adquirido, es decir, pagan con trabajo que no tiene que ver con el producto comprado. Sucesivamente, vamos retrocediendo hasta el productor de bienes básicos, quien para desarrollar su ciclo económico debe contar con un capital inicial, producir, vender y entonces comprar lo que necesita para seguir produciendo. Visto desde ese ángulo, podemos entonces decir que el productor de software se apropia del trabajo del productor de bienes básicos, y encuentra el correspondiente monetario a su software, en el capital inicial del productor primario. Ese capital inicial pudo provenir de muy diversas fuentes, pero en última instancia, corresponde al valor de un pedazo de tierra, la cual es limitada. Obviamente, el dinamismo de los ciclos económicos con el valor aportado en cada etapa, hace que se pueda prescindir del valor inicial de la tierra, pero entonces lo que permanece, es la apropiación del trabajo de quienes se encuentran en cada etapa de un ciclo económico. El valor agregado se va acumulando en cada etapa y va conformando lo que al final se denomina plusvalía. Este capital, si pensamos en un equilibrio entre valor financiero y productos, se supone que representa un porcentaje del valor de los productos y servicios puestos en el mercado. Pero como hemos visto, no hay tal por un desfase temporal; muchos de los productos y servicios que produjeron esta plusvalía, ya no están en el mercado, porque si se trata de servicios prestados, ya no existen, si se trata de bienes de consumo perecedero, la mayoría tampoco existe, y si se trata de bienes duraderos, se han devaluado fuera de los aparadores. Para que el ciclo económico tenga pues sentido, debe haber una producción posterior de bienes y servicios equivalentes al capital acumulado con los anteriores. Como nos enseñaban en las clases de economía, para explicar el fenómeno de la inflación, nos ponían el trillado ejemplo de los pollos. Si en una comunidad cerrada, había diez pollos y diez monedas, cada pollo costaría una moneda, pero si había veinte monedas y los mismos diez pollos, cada pollo costaría dos monedas. Yo me preguntaba ¿y si nos comemos los pollos, de qué le servirán al vendedor las diez o veinte monedas? Tiene que producir más pollos y tiene que devolver de alguna manera las monedas a los compradores para repetir el ciclo. Pero como buen capitalista, el productor no devolverá las diez monedas, se quedará con unas cuantas (las más que pueda). Entonces para que sus siguientes diez pollos no pierdan valor en el mercado por haberse quedado con unas monedas, necesita del Estado para que este reponga las monedas faltantes y los pollos sigan costando lo mismo. Este ciclo es perverso porque si quitamos las partes intermedias, concluimos que el Estado produce monedas y las inyecta al mercado que, por sus características, promueve que la mayoría vayan a parar a manos del explotador. En una sociedad de consumo, esta acumulación monetaria representa poder. El capital fluye y se estaciona en las organizaciones donde sus entradas superan a sus salidas (no podía ser de otra forma, a menos de organizaciones subsidiadas por el gobierno o respaldadas por recursos ilícitos, que pueden ser privadas o públicas). La acumulación generalmente está generando a su vez más recursos monetarios, ya sea como inversiones en la bolsa de valores, o como inversión directa en nuevos proyectos. El éxito financiero de cualquier organización radica en que su capital nunca deja de producir más capital. El Sistema provee de las condiciones para que esto se mantenga, a costa de la idiosincrasia de los pueblos, a costa del medio ambiente, a costa de infinidad de cosas más valiosas que los productos producidos por las grandes empresas, esas que van tomando cada vez más control de todo lo que mueve al mundo, porque bajo su condición de vida, no les queda otro camino: o siguen ascendiendo y acumulando o se mueren. Esta escalada está cada vez más hambrienta de equilibrios, y en esa búsqueda, crea cada vez más desequilibrios en otros ámbitos, principalmente relacionados con la injusticia distributiva y el medio ambiente.

El capital va ganando la batalla a la tierra y al trabajo como referentes del poder, pero necesariamente, directa o indirectamente, necesita de estos últimos para mantener la supremacía. Cuando el trabajador sea dueño de su trabajo y la tierra deje de ser posesión, el capital habrá perdido muchas de sus capacidades de influencia política y social, porque como bien decía Adam Smith, el capital es la acumulación de trabajo. Esto nos pone en posición de preguntar ¿el capital que generan los trabajadores, adónde va a parar? Restando todos los rubros dirigidos a la producción y al pago de impuestos, los excedentes de ese trabajo van a parar a los bolsillos de los inversionistas en forma de plusvalía, capital que les permite preservar la explotación laboral, la dominación social a través del dipolo escasez – riqueza, e incrementar la influencia política a través de presiones económicas, todo lo cual lleva el proceso a una espiral o círculo vicioso cuya única solución apunta al resquebrajamiento inducido de la estructura socio económica, es decir, a la anarquía irracional que fomente la autodestrucción del tejido social, o a la anarquía racional que inicie el proceso de reingeniería de las relaciones socio económicas, culturales y políticas hacia una organización más justa. Cualquiera de estas dos opciones, depende directamente del nivel de consciencia promedio de la sociedad al momento del resquebrajamiento.

Por el lado de la tierra, debemos agregar que además de ser fuente de recursos, es la base para la vivienda y el hábitat de las demás especies. La posesión de la misma es ya de suyo, una condición de injusticia: quien no la posee está desnudo, desnudez que se expresa en inseguridad, miseria, dependencia enfermiza y obligada, hambre, deterioro, enfermedad, etc. Cualquier ser vivo sobre la tierra tiene derecho a usar de los recursos que de la tierra provienen, pero al ser una posesión de otros, ese derecho se limita y en ocasiones se cancela. El Sistema establece que es ilegal ocupar una propiedad privada sin consentimiento del dueño, sin importar que esa propiedad esté ociosa, en el abandono; ¿Cuántas casas abandonadas hay en una ciudad y en contraste cuántas personas no tienen un techo donde vivir? Por un lado, se sobre explota irracionalmente la tierra y por el otro, grandes extensiones permanecen ociosas porque sus dueños o el Estado así lo determinan. Es falso que la tierra pueda tomarse como posesión; la tierra es, en todo caso, propiedad de todo ser vivo por igual y en función de sus necesidades naturales. Eso no quiere decir que el uso de la porción de tierra que cada quien necesita para vivir no deba ser respetado. Tan ciegos y absorbidos somos de los dogmas sistémicos, que necesitamos leyes para proteger y respetar la tierra y su natura. Mientras no haya consciencia, seguiremos necesitando esas leyes. Así de absurda es nuestra concepción. Garantizar la propiedad de la tierra contra las necesidades primordiales de los desposeídos, ha generado a través de la historia, más muertes que cualquier otra cosa, directa o indirectamente. De ahí se desprende el abuso, la codicia que genera maldad inconsciente (ver este tema en la parte tercera); la territorialidad que genera conflictos, guerra y hambre, y; la irresponsabilidad ecológica. El deterioro, la extinción de especies y los cambios climáticos agresivos a la vida actual, han engendrado una consciencia ecológica positiva, por lo que después de miles de años, nos damos cuenta que la explotación de los recursos, debe ser sustentable, argumento que encuentra barreras de diversa índole: por un lado, las grandes compañías que explotan y contaminan los recursos privilegiando el tema económico, y por el otro, los pueblos marginados sumergidos en la miseria que no encuentran más opción que atentar contra su entorno para sobrevivir. Aún así, bajo una concepción de producción sustentable de los recursos, sólo se alarga el tiempo para el colapso, como veremos en la cuarta parte de esta obra. Lo que se necesita no es desarrollo sustentable, sino detener la carrera por ganar la competencia en los mercados a costa del medio ambiente. El desarrollo no son edificios, ni siquiera industrias; el desarrollo es todo aquello que aporta valor a la sociedad sin perjuicio del medio ambiente, pero que quede claro que un automóvil no aporta valor a la sociedad ni al individuo, esa concepción es sistémica. Un automóvil aporta comodidad y contribuye a la eficiencia, pero a cambio, su producción y utilización, genera enormes desequilibrios ambientales. Las mayoría de las ventajas que proporciona un automóvil, no son permanentes; en cambio, muchos de los daños si lo son.

Quinto apartado

La viabilidad de la economía


La economía, vista como concepto sistémico, es un elemento básico para que funcione el mundo. Los “sabios” de Chicago, establecen muchos de los modelos vigentes para su desarrollo así como las teorías para su entendimiento y aplicación, donde todo apunta hacia la homogeneización de los principios que la sostienen, por supuesto, desde una perspectiva puramente sistémica y que va dirigida a establecer el imperialismo económico de las naciones desarrolladas donde tanto éstas como el resto de los naciones, estén supeditadas a los requerimientos de los inversionistas internacionales. La base tecnológica como pilar de la industria ha sido secuestrada en aras de conformar la amalgama: tecnología solo accesible por medios económico políticos y de clase social en su conjunto, junto con todo un aparato mercadotécnico de alto impacto mediático sobre la masa social en todos sus niveles, con lo cual se pretende normalizar las transacciones comerciales de toda índole como forma de dominación y sometimiento. Desde los modelos educativos hasta las teorías administrativas, están referidas a los modelos económicos actuales como signo de modernidad. Los viejos métodos, de pequeña escala, en la forma de vender y distribuir los productos, cada vez más son reemplazados por la nueva tendencia de macro mercados. La búsqueda de la eficiencia, al menos en el papel, es algo que ha rebasado con mucho a las necesidades humanas. No existe falta de producción, sino una distribución pervertida. A pesar de la eficiencia y productividad, la sociedad se enfrenta con problemas cada vez mayores para cubrir sus necesidades, sobretodo hablando de la clase trabajadora, la cual ha visto alejadas sus posibilidades de acceder a la interminable y creciente lista de bienes y servicios de no ser por medio del crédito, cuando por otro lado sus necesidades para moverse en un mundo cada más tecnificado van en aumento en la medida que nuevos productos y servicios se colocan en el mercado como artículos de primera necesidad (v.g. el teléfono, el automóvil, etc., y los servicios que estos artículos requieren). La competencia económica se convierte en competencia comercial y esta a su vez en una carrera tecnológica y de manipulación mercadotécnica, donde los menos beneficiados son los que menos tienen. La máxima del neoliberalismo económico de “hacer más ricos a los ricos para que, eventualmente, estos derramen sus excedentes sobre las clases inferiores”, refleja la tremenda irracionalidad de la economía moderna; equivale a decir “dejemos que los obesos tomen toda la comida que quieran y, cuando se sacien, dejen caer de la mesa unas cuantas migajas para que los hambrientos se alimenten”. La razón de tales enunciados, no es otra cosa que el interés de forzar la economía hacia las clases que pueden fomentar la producción y el comercio masivos de altos requerimientos económicos, sea por el costo de la tecnología o por cualquier otra circunstancia que represente una barrera para el inversionista pequeño o mediano; es asegurar que los dueños del mundo lo sigan siendo. La amenaza velada que se lanza es del tipo: “es imposible dar satisfacción a las necesidades sociales si no hay quien tenga la capacidad económica para formar industrias lo suficientemente grandes para producir lo que la sociedad requiere, de otra forma el mundo se paralizaría, vendría el desempleo y con ello el hambre”. Ya no nos prometen bienestar entendido como una forma de vida holgada, sin preocupaciones y llena de comodidades; ahora nos venden una idea de seguridad, estabilidad y mantenimiento que, en cualquier caso es tan falsa como falsos son los argumentos que las sostienen. Pero, ¿en verdad es imposible satisfacer las necesidades crecientes de la población sin la existencia de macro empresas? En el mundo, alrededor del 80% de los bienes y servicios producidos provienen de la micro y pequeña empresa, entonces lo anterior es mentira. Ahora bien, una micro o pequeña empresa, ya no digamos mediana, ciertamente no puede producir muchos de los bienes o servicios que producen las grandes empresas, como las automovilísticas, las de comunicaciones, farmacéuticas, etc. Sin embargo, los beneficios que estos bienes y servicios aportan son menores que los perjuicios y amenazas que provocan, principalmente en el sentido del riesgo que representa poner en unas cuantas manos tales recursos, que tienen su equivalente en lo que a poder se refiere, porque en la necesidad de incrementarlo y mantenerlo, se cometen toda clase de crímenes ecológicos, sociales, de libertades y derechos individuales20. Entonces, una forma para poner un límite a esta condición, es que para los productos que requieren una macro empresa para ser producidos, se instale un esquema comunitario, no privado; y que en los ramos donde los perjuicios sean mayores que los beneficios, se detengan hasta no resolverse su problemática (v.g.: los pesqueros a gran escala que están azolando la diversidad marina). La viabilidad económica del mundo, con todo y su Sistema, no depende de la viabilidad económica de los grandes productores de hidrocarburos o de cualquier otra rama industrial o de servicios. Lo que el Sistema está protegiendo no es la economía mundial sino la economía de los dueños del capital. Veamos: si los grandes buques pesqueros no pescan en Senegal, ¿los senegaleses sufrirán hambre porque su gobierno dejará de recibir las cuotas?. No, es porque los buques pesqueros de la Comunidad Europea que pescan en Senegal, acaban con los pescadores senegaleses al mismo ritmo que sus reservas marinas. Si las grandes compañías papeleras dejan de talar los bosques de Brasil, pueden quebrar con la consecuente pérdida de empleos, la disminución de las exportaciones trae como consecuencia la disminución de reservas y divisas, y el aumento de los precios internacionales genera escasez e inflación. Pero si se mantiene esa tala, en pocos años el agotamiento de los recursos provocará exactamente los mismos resultados y se sumará la extinción del recurso, el deterioro ambiental, el cambio climático, de consecuencias impredecibles, y los perdedores no sólo serán los explotadores, sino toda forma de vida.

El Sistema hace inviable la economía sin los grandes consorcios internacionales y es verdad. Como el Sistema se considera a sí mismo inmortal, porque dice ser inherente a la humanidad, indispensable para el desarrollo de la civilización, entonces para mantenerse requiere identidad con sus pilares. Imaginemos que de repente, de un día para otro, el petróleo se agota o los grandes productores dejan de extraerlo. Vendría el caos, el hambre, la guerra e incontables catástrofes consecuencia de una economía y productividad sustentadas en este hidrocarburo. Tales pueden ser los alcances de estas consecuencias, que el Sistema mismo se vería en riesgo junto con la civilización actual. Si no hubiera forma de reemplazar el aporte del petróleo para el desarrollo, bendito el Sistema que lo protege por sobre todas las cosas, aunque sabemos que el uso de este hidrocarburo no es más que una coyuntura industrial que se ha hecho indispensable a fuerza de insistir en los modelos económicos del Sistema. La madre tierra está clamando por el abandono de esta fuente de energía pero los inversionistas conducirán la nave hasta el borde del abismo antes que reportar pérdidas económicas en sus negocios. ¿Sabrán cuál es el límite justo para detenerse antes de generar daños irreversibles? Obviamente que no, porque el límite ya fue rebasado hace tiempo. ¿Se detendrán los cazadores japoneses de ballenas antes de extinguirlas? Si, se detendrán pero no por una consciencia ecológica tardía, sino porque no será económicamente justificable para sus buques, salir a cazar a unas cuantas sobrevivientes. Lo mismo pasará en miles de ejemplos más alrededor del mundo. Sin embargo, sí habrá extinción de muchas especies porque los residentes locales que tienen bajos costos de operación para la explotación de los recursos, se encargarán de concluir la obra por hambre.

La economía del Sistema es viable sólo con Sistema. O dicho de otra forma, la versión del Sistema actual es viable sólo a expensas de los modelos económicos actuales. La necesidad de inversiones para sacar a una sociedad sistémica adelante, ha colocado a la humanidad en manos de quienes han acumulado suficiente poder económico y tecnológico para poder hacerlo. Pensemos lo grave de esta situación haciendo una analogía. Supongamos que el aire que respiramos dependiera de enormes plantas productoras, y que estas estuvieran en manos de un puñado de gentes. Para poder tener acceso al aire y por ende, a la vida, todo mundo tendría que dedicar su vida a trabajar para ganar dinero y así poder comprar el aire. El peligro que esto involucraría es obvio: la vida de todos estaría en manos de ese puñado de personas, aunque el peligro estaría atado indefinidamente porque bajo el modelo sistémico, los dueños de las plantas productoras de aire las mantendrían trabajando mientras se mantenga el incentivo económico como una condición de negocio. La lógica nos indica que el modelo racional sería que todos tuvieran garantizado el aire sin condición alguna y que tampoco nadie tuviera el control en exclusiva de su producción y distribución. Para que esta lógica funcionase, el modelo sistémico no podría ser el marco de referencia. Por eso muchas buenas ideas sobre justicia distributiva caen el en terreno de la utopía, porque bajo este modelo sistémico, su aplicación no es viable.
Aparentemente, esta analogía es una exageración, pero no es así, ya que como hemos visto, el poder deriva de la desigualdad social bajo el modelo escasez – acumulación y, son precisamente los satisfactores (reales o artificiales) que son susceptibles de entrar bajo este modelo, los mismos que persiguen (si son naturales) o crean (si son artificiales), los que codician el poder. Uno de los satisfactores naturales que está por pasar al dominio de los inversionistas, es el agua, so pretexto de su carencia. Así, bajo la “lógica” de que “lo que no cuesta no se cuida” (esa es la lógica que domina nuestra mente), si hablamos de dinero, se empieza a poner precio a un recurso que es un derecho y como tal, no puede tener dueño ni ser comercializado. Para cuando esta apropiación termine, la humanidad estará, más que nunca antes, en manos del GCM. Los inversionistas, buscan apoderarse de todo aquello que sea susceptible de ser comercializado o que sea clave para la producción. Por un lado, están los recursos naturales, renovables y no renovables, la tierra, el capital, el trabajo y el conocimiento técnico; y por el otro, los recursos tecnológicos. También entran las sustancias dañinas, por un lado, las permitidas están bajo el control del Estado y los particulares, mientras que las prohibidas, son controladas por las organizaciones delictivas, que a su vez, son organizadas por el Gran Clan Mundial. El modelo sistémico invita al comercio extensivo y expansivo por necesidad, como forma de acceder al poder o liberarse de su yugo, ya que como hemos visto, el poder económico, supera al poder político dada la corrupción del Sistema. Así que para mantener el poder en unos cuantos, ha sido necesario contar con la tecnología que, bajo el Sistema, sólo puede ser accesible para los poderosos.



Sexto apartado
El secuestro de la tecnología


La tecnología, es patrimonio de la humanidad, por lo que ponerla al alcance de todos gratuitamente debería estar garantizado a la población mundial en su beneficio: es un derecho elemental. Sin embargo, por ser cónclave del poder y del dominio, se la ha secuestrado por el Sistema y para el Sistema. Pero no sólo es el poder lo que la tecnología aporta, sino la posibilidad de trascender al tiempo, al espacio y al Sistema mismo. El robo a la humanidad que esto representa, se protege mediante “derechos” como pueden ser el de autor, el de propiedad intelectual, etc., y se le personaliza mediante patentes y marcas. El ocultamiento del Know How, es el pináculo del egoísmo humano, donde las grandes compañías internacionales y locales, compran la tecnología, promueven su desarrollo y obtienen un beneficio propio indebido, porque nadie puede apropiarse en exclusiva de lo que pertenece a toda la humanidad. El producto del ingenio y habilidad del Ser Humano pasa a manos privadas tal como si fuere una mercancía y se convierte en un instrumento más de dominación. Es un caso similar al de la tierra, que es de todos y para todos: humanos, animales y plantas. En el caso de la tecnología, es igual un bien común, directamente para nuestra especie e indirectamente para el entorno circundante. La tecnología fuera del control del GCM, representa un riesgo para el stablishment y para el Sistema mismo.

Desde el punto de vista del inventor, este no puede vender el producto de su ingenio porque no le pertenece, ya que su inteligencia es una condición de la especie y como tal, sus productos pertenecen a dicha especie y deben ser en beneficio de ella. Las habilidades y características de cualquier especie animal o vegetal (a excepción claro, de la nuestra), son del dominio de toda la especie y representa una condición de sobrevivencia. Cuando el Ser Humano trafica y dispone de manera discrecional de una de las características más importantes de sobrevivencia, pone en riesgo a una buena parte de dicha especie y coloca fronteras para su desarrollo global. Peor aún es cuando tal característica o las ganancias obtenidas de su explotación, sirven para someter a sus congéneres y mantenerlos alejados del bienestar que el desarrollo tecnológico puede proporcionarles. Casos como el de las comunicaciones electrónicas, la distribución de la electricidad doméstica, etc., que han enriquecido insultantemente a los “dueños” de esas tecnologías, porque tales tecnologías han sido centralizadas, impiden u obstaculizan que el individuo independiente genere las propias y han hecho que se convierta en un ser dependiente de las empresas que venden estos servicios.

La única razón de la existencia de un “Estado”, aunque el término aquí no es el preciso, es la de proporcionar los servicios que son producto inherente de la tecnología. Ya se pueden oír las voces que dicen por ejemplo que una televisora por cable no es viable sin cobrar por sus servicios de producción y transmisión, pero esas voces son completamente sistémicas, no entienden que es posible todo eso y más sin la presencia de un Sistema rector basado en el comercio, y no lo entienden porque sus mentes están regidas por los límites que les impone tal Sistema; es lógico que no se pueda entender que un objeto pueda flotar en el mar si jamás se ha visto ni concebido el mar. Las leyes de la naturaleza son rígidas, no así las leyes de convivencia inventadas por la humanidad. El mismo concepto de “Estado”, es contradictorio para este tiempo, más aún cuando se habla de un “Estado moderno”. Como hemos visto, el Estado, es el esqueleto del Sistema, su parte física, entonces es tan irracional como la esencia que le da validez. Una institución regidora de vidas, es sólo admisible para el Ser humano evolucionado en su consciencia, si de una granja de animales estamos hablando.

El secuestro de la tecnología ha provocado que ésta sea peligrosa en muchos casos cuando se encuentra en manos de gente sin consciencia: es como darle un revolver a un chimpancé. Esto se debe a que por su propia naturaleza, la tecnología apunta hacia la libertad y tiende a dispararla, tal como sucede con la Internet (entre otros miles de casos de tecnologías del pasado y del presente), donde los usuarios, antes de estar preparados para su manejo, ya la tienen en sus manos y a falta de consciencia, la utilizan como un medio más para obtener poder y riqueza. La reacción del Estado no se hace esperar regulando lo más posible el uso de la nueva tecnología o de plano prohibiéndolo, pero sólo a nivel del individuo común, no a nivel inversionista o gobierno. La tecnología es un factor importantísimo para la libertad, por eso se la ha secuestrado.

Si pensamos que todos, bajo determinadas condiciones, tengan garantizado el uso o posesión de la tecnología necesaria para la vida física, social y productiva, no habría por ejemplo el robo de automóviles, de señales de TV, etc. Así como en algunos países está garantizada la educación escolar básica, igual se debe garantizar el acceso a la tecnología benéfica. Claro que antes que la tecnología, debe estar la alimentación como garantía civil. Cuando la tecnología, la alimentación, la educación, etc., estén garantizados para todos y exista igualdad en todo, se podrá hablar de democracia, entretanto, eso que llaman democracia, sólo es el juego perverso que apunta a justificar la dominación. “Si quieres que se te sigan cerrando las puertas, no votes”.

La enorme necesidad de producir los suficientes satisfactores tecnológicos sin un objetivo económico, sino como un derecho civil, derivaría en un reordenamiento industrial sin precedentes y en un crecimiento espectacular de la planta productiva capaz de ocupar a toda la población. Por supuesto los sistémicos no conciben algo así porque no ubican dónde están las ganancias y dónde el ganador. Por un lado se reconoce que el espacio por donde transitan los productos o las señales hertzianas que llegan al público consumidor son propiedad del Estado (entendido aquí según Montesquieu, es decir, propiedad de todos), por otro lado se concede su explotación a unos cuantos para que estos se enriquezcan y se prohíbe al resto de “todos” hacerlo. El espacio hertziano es una clara muestra de esta contradicción, que sin embargo se explica por el poder que subyace en la comunicación masiva.

El poder de esta forma de comunicación, a través del espacio hertziano, deriva en una visión enfermiza, que impone el Sistema a la población, de modo que todo suceso importante es motivo de ser comercializado gracias a estos medios: una tragedia, una gran injusticia, la muerte de un gran personaje, y todo aquél suceso que pueda ser tratado como espectáculo; el amarillismo, el morbo y la masificación de la información, son los elementos clave para dar ese “circo” que “tanto necesita” la población, donde en el fondo subyace una condición de mercado que por un lado tiende a idiotizar y manipular la forma de pensar del destinatario, y por el otro, a enriquecer y mantener el stablishment para beneplácito los remitentes. Un poder tan grande no puede estar, según los sistémicos, en manos de gente que ponga en duda las “bondades del Sistema”. Podemos compaginar esto con lo dicho sobre la oportunidad de expresión.

El Sistema entiende la vida como una escalera de privilegios. Las Ciudades modernas conservan una estructura del pasado, privilegiando su espacio a quienes pueden pagarlo. Por ejemplo, si todos tuvieran la posibilidad de comprar un automóvil, se crearía el caos. El espacio se diseña para la satisfacción de la gente según privilegios; se diseña para mantener la desigualdad, se abren o se cierran puertas de acuerdo al destinatario. En general se atenta contra la libertad natural desde todos los frentes, siendo que un privilegio dado a una clase, representa en muchos casos, una restricción para todas las demás. La propiedad privada más allá de lo que requiere una persona para vivir, además de ser un hurto a la humanidad, representa el inicio de la mala convivencia y la disgregación social. El Estado, que por medio de leyes protege esta desigualdad, es cómplice y promotor de la injusticia distributiva, siendo que no tiene la autoridad para privilegiar los derechos de unos por encima del derecho de otros (recordar que hablamos de derechos, no de normas). El Estado no tiene autoridad sobre ninguno de los derechos humanos, mucho menos puede erigirse como garante de ellos y nadie puede decidir sobre la vida de los demás.21 Tampoco la sociedad puede otorgar esta autoridad a nadie, porque son derechos inalienables, sujetos sólo a la condición humana y pertenecientes, nos guste o no, a cada persona por lo que no son transferibles, mucho menos cancelables. No es algo que se pueda dar o quitar. Es algo que se debe defender, como son el derecho a la alimentación y el derecho a acceder a la tecnología. Esto no quiere decir que se le regale la comida a nadie si puede proveérsela por sí mismo, sino que se garanticen los medios adecuados para que cada quien lo haga y esto, no debería ser tarea del Estado (entendido aquí como gobernantes), sino de la sociedad en su conjunto, es más, sin estas tareas, el Estado como lo conocemos, no justifica su existencia. Si nos creemos tan avanzados, no entiendo por qué necesitamos que alguien nos organice la existencia y nos garantice los satisfactores, pero es así por dos razones: 1) una sociedad dormida no tiene la capacidad para organizar su vida con autonomía; 2) la rigidez de las normas, la falta de libertad para pensar y hacer, el secuestro de la tecnología y el abismo entre los que tienen mucho y los que no tienen nada, hacen casi imposible que el común de la gente desarrolle soluciones por cuenta propia. A esto le llaman progreso. Desde Sócrates hasta Montesquieu, los grandes pensadores sociales, políticos y filosóficos, han partido convencidos de la idea que la vida del hombre en sociedad, debe estar regida por un gobierno; que unos cuantos digan qué es lo bueno, lo práctico, lo aceptable, lo conveniente y hasta lo lógico para todos, y el resto se rija por eso; del mismo modo, que nos digan qué es lo malo, lo impráctico, lo inaceptable, lo inconveniente y lo ilógico para que nos apartemos de ello bajo amenaza de sanciones, persecución o muerte. Estas formas de pensamiento sólo reflejan la enorme distancia entre una sociedad avanzada y las que hemos tenido a lo largo de la historia hasta nuestros días. Desde este punto de vista, socialmente no hemos avanzado un ápice; todavía seguimos atrapados en encontrar y llevar a efecto un sistema de gobierno idóneo, que por supuesto no existe bajo la custodia y guía del Sistema. La existencia del Estado tuvo justificación dentro de las primeras civilizaciones. Ahora intenta justificarse en base a todo lo que hemos aquí analizado, pero tales justificantes son un absurdo para una sociedad en consciencia.

Entre más obligaciones tiene un Estado con el pueblo que representa, más subdesarrollado y sometido es ese pueblo. La inadecuada organización social, el pobre desarrollo intelectual y las influencias negativas del Sistema, provocan un círculo vicioso de dependencia y control, ya que al delegar al Estado las tareas que corresponden a la sociedad, antes que resolver los problemas de fondo, institucionalizan la dependencia y alejan las posibilidades de que un individuo haga valer sus derechos. Por ejemplo, en algunos países se restringe la producción de energía fuera del ámbito Estatal o empresarial concesionado, ya sea para propio consumo o para comerciar libremente con ella, y claro, esto es así, porque el control de la energía es un cónclave del poder. Como se ha dicho, el Estado no tiene autoridad legítima sobre esto porque procurarse un satisfactor de vida por cuenta propia sin perjuicio de terceros ni del medio ambiente, es un derecho de todo Ser Humano sobre la tierra. El libre transito alrededor del mundo, tampoco puede ser restringido por cuestiones de nacionalidad ni por leyes de ningún tipo porque también es un derecho inalienable de las personas; antes de ser franceses, africanos o americanos, somos de este planeta y antes de eso somos seres autónomos, sociales sí, pero autónomos. No estamos conectados a una gran computadora que manipule nuestro libre albedrío y nuestra forma de actual y de pensar; estamos conectados a un Sistema que hace las veces de esa computadora. Existe pues un gradiente, auspiciado por el Sistema, entre el avance tecnológico (y su aprovechamiento en beneficio de la especie), y el desarrollo social basado en el desarrollo de la consciencia de especie (que veremos en la segunda parte de esta obra). Mientras este gradiente exista, la tecnología seguirá siendo peligrosa o al menos utilizada para mantener e incrementar el poder de unos cuantos sobre el resto.

Tenemos pues, derecho a toda tecnología benéfica que salga a la luz. Bajo las premisas del Sistema, el inventor se pierde en la esencia de un Ser económico, se aleja de la condición humana de solidaridad para adherirse a los buscadores de privilegios irracionales, a la adquisición de las libertades que el dinero y la fama conceden. De ahí los inventos perjudiciales y su puesta al servicio de personajes enfermos del Sistema; de ahí la parcialidad en los desarrollos industriales al no contemplar los daños que ciertas tecnologías producen al no ser integrales y holísticas.

Los inventores sistémicos, buscan el incentivo económico y de reconocimiento funcional antes que el incentivo ligado a la genialidad que es el invento mismo; antes del incentivo que representa el avance de la especie; antes del incentivo de hallar soluciones a problemas de la humanidad. ¿Qué orgullo racional, no contaminado por los filtros del Sistema, pueden tener los desarrolladores de las bombas atómicas y toda suerte de armas asesinas?

Séptimo apartado

La competitividad


El trípode mencionado en el Capítulo I: el secuestro de la tecnología, las economías de escala y el poder, son la base para mantener al mundo en movimiento a favor de los poderosos. Las grandes empresas, son las entidades sociales claves, junto con el Estado, para mantener funcionando la estructura de dominación del Sistema. No se concibe el poder económico de los inversionistas, sin la existencia de las empresas de explotación, producción y distribución de bienes, trabajo, servicios y capitales de gran escala. Estas empresas, no tendrían a su vez esa enorme capacidad de acumulación de riqueza sin la tecnología, sin la mano de obra barata, sin sus economías de escala y sin la protección del Estado. Cualquier persona o grupo que pretenda construir una empresa de gran capacidad financiera, requiere necesariamente de la tecnología y de la protección estatal; ya para mantenerse y mantener alejada a la competencia, necesita una economía de escala y alianzas con los gobiernos locales. Si se logra, además de los beneficios financieros, adquiere un poder de influencia social, cultural, jurídica y económica relevantes. Los problemas que vienen aparejados con esta visión, los padecemos día con día, desde el deterioro irresponsable del medio ambiente, la cancelación de muchos derechos humanos, la sobre explotación de los recursos y de las personas, hasta la consolidación de las fronteras socio económicas, la desigualdad y la injusticia que derivan en el empobrecimiento de la gente (intelectual, espiritual y material). Somos dominados por simples papeles, esos que llamamos dinero.

La competitividad juega aquí un papel preponderante por ser esta, la capacidad para competir mejor en los mercados. La competencia, pasa de ser una condición genética para la sobrevivencia de las especies, a ser una condición de cultura laboral para la sobrevivencia de las empresas (hemos pasado del darwinismo biológico, al darwinismo social y laboral). Un modelo de la selección natural de las especies, se copia para la selección artificial de los mercados, con lo cual se coloca a la humanidad en un salvajismo irracional, donde la sobrevivencia y la predominancia penden ya no de condiciones naturales, sino del constructo humano de la economía, la realidad creada, el mundo creado por los nuevos “dioses” humanos que en su búsqueda por la predominancia, encasillan a la otra realidad dentro de murallas donde su mano todo lo alcanza. Estos nuevos “dioses” han promovido una forma de organización social que si bien es tan sólo un espejismo, es lo suficientemente compleja para pasar como una nueva realidad, porque se traslada desde la realidad natural a semejanza artificial.

La competencia es parte de los instintos naturales (valga la redundancia) de las especies, incluyendo la nuestra. El modelo de competencia en la naturaleza tiene límites que se establecen, por una lado, por la muerte, derrota o sumisión, y por el otro, con la sobrevivencia, el triunfo o dominio. Cualesquiera de estos límites, a excepción de la muerte, a su vez, tienen un alcance definido dentro de rangos relativamente rígidos (se rebasan por evolución), lo que no ocurre con el mismo modelo aplicado a las empresas. En los mercados, la empresa que mejor compite nunca deja de crecer, ya sea financieramente, en influencia y poder, etc., a no ser que dependa de recursos finitos, pero para eso se cuenta con la diversificación de los mercados y el crecimiento horizontal. Antes de que una empresa competitiva esté en riesgo de perecer, puede llagar a niveles de crecimiento inimaginables, de tal suerte que en los mercados se genera una bola de nieve capaz de arrasar con cualquier cosa que se atraviese en su camino. Ya han promovido el secuestro de la tecnología y se han adueñado de ella; ya han generado miseria y deterioro social gracias a la sobre explotación de los trabajadores y al despojo a la sociedad; ya han deteriorado el medio ambiente y acabado con especies animales y vegetales; ya han promovido conflictos sociales y políticos, guerras, hambre, odios y fobias alrededor de todo el mundo con tal de mantener girando la bola de nieve que es la competencia irracional por los mercados. En cada momento que se llega a un límite de alguna índole, se abren nuevos espacios a costa de lo que sea. En cada límite que se rebasa, se tiene más fuerza y poder, y el límite absoluto y final es la destrucción total22.

Entonces la competitividad es mala cuando lo que está en juego es la base misma de la vida, así como los derechos de los trabajadores, clientes, proveedores y sociedad en su conjunto. Aunque la competencia es indispensable para avanzar en todos los ámbitos de la vida, por desgracia el Sistema implementa modelos de competencia irracionales que atentan contra la vida. Muy pronto, las grandes empresas, ahora renuentes a que se legisle a favor de la protección del ambiente si se atenta contra sus intereses, bogarán por que se legisle en este sentido cuando represente una barrera contra los nuevos competidores que carezcan de los recursos para cumplir la nueva legislación. Esto, si bien puede aportar beneficios ambientales, el costo será la apropiación de ciertos mercados por las empresas más fuertes, las cuales, bien podrán aumentar los precios de sus productos para deducir los costos de operación de costosos procesos anticontaminantes y de recuperación ambiental.

La competencia, para ser justa, requiere que todos los competidores tengan la misma oportunidad y el mismo marco legal. La extinta USRR, pagó la factura al querer competir con las empresas capitalistas, y aunque adoptó muchas de las reglas de competencia de los mercados internacionales, poco pudo contra las economías de escala, los modelos de movimiento de capitales y la inmoralidad en el ejercicio de la explotación de los recursos y de las personas. No quiere decir que el Estado soviético no haya caído en las mismas prácticas, sino que no tenía todas las piezas de dominó para sacarles un mejor provecho, básicamente por restricciones ideológicas inquebrantables y la falta de una competencia interna a manera de selección natural interna (carecía del modelo del darwinismo industrial).

Por el lado de la competencia individual, el mundo actual se encasilla sobre la búsqueda de falsos placeres, a vivir experiencias exclusivas momentáneas que denoten una supuesta superioridad, a recibir el reconocimiento social y por supuesto, a acumular riqueza para tener acceso a buena parte de las libertades conculcadas por el Sistema. Los reconocimientos, en las empresas sistémicas, parten de una falsa idea de éxito: el mejor obrero es el que más produce (a quien más se le roba trabajo), el mejor empleado es el que mejor cumple con los requerimientos de la empresa (el más dócil a los intereses de los dueños), el mejor director es el que logra conjuntar a los mejores obreros y empleados, y logra establecer las reglas y políticas de negocio que permitan lograr mayores ganancias a costa de lo que sea (el mejor capataz). En otras palabras, una empresa no admite sentimentalismos, no forma integralmente a las personas más allá de lo que signifique incrementar la productividad, más bien en ocasiones, si así conviene a sus intereses, las deformará (como lo ha hecho) ideológica, emocional, psicológica y culturalmente en pos de normalizar la vida alrededor del comercio y la economía y siempre, ofrecerá lo menos posible a la sociedad en todos los ámbitos.

La cultura de competencia en las empresas, es la que se basa en destruir al oponente, en dominar el mercado, en incrementar las ganancias y con todo ello, incrementar el poder socio – político. El objetivo final, es una especie de gobierno mundial.

Octavo apartado

El sustento de vida


Se tiene la idea de que el éxito de una persona está en función directa con su capacidad económica y claro, por tratarse de una organización civil nacida y desarrollada a partir del comercio, no podía ser de otra forma, pero liberándonos de esa estupidez, la persona de éxito debe ser revalorada bajo otro punto de vista, como puede ser la capacidad de sobrevivencia pero no como individuo y a costa de cuanto le rodea, sino como un todo que incluya no sólo a su especie, sino a todo lo que hay en el Universo como un sistema de vida. La tribu de los Yaraua, da valor a las personas en función de lo que estas logran en beneficio de toda la comunidad.

Dentro de la diversidad de vida vemos este mismo concepto de éxito: las especies de éxito son aquellas que han logrado trascender en el tiempo por encima de otras, donde el éxito individual, también está asociado a la sobrevivencia de la especie: cuando un macho se impone a los demás para ser el dominante, se convierte en el principal aporte genético de su grupo y sus mejores facultades se trasmiten a las nuevas generaciones. La falta de raciocinio de muchas especies, obliga a la naturaleza a establecer estas reglas para incrementar la probabilidad de sobrevivencia. Ya no es nuestro caso, supuestamente somos racionales y podríamos hacerlo diferente.

Pero la conservación de la vida, como primer objetivo de todo ser viviente, tiene un componente que sólo en la especie humana se le antepone. Este componente es la forma de vida, en general como vida social, más comúnmente conocida como estilo de vida. Ya no es tan importante comer sino gastar en comida; no es tan importante vestir para protección sino vestir para lucir; se tiende más al acondicionamiento físico para lucir el cuerpo que como una forma para estar saludable. Todo esto es natural, lo artificial viene cuando nos preocupa más lo superfluo que lo elemental. Todo esto también tiene su origen en la formación (o deformación) comercial de la que todos somos víctimas. En un suicidio, los determinantes son más de forma que de fondo: al haberse tergiversado los valores humanos, la forma se hace fondo y el fondo pierde validez. Nos hemos convertido en una sociedad de formas y sin fondo.
Una de las libertades que permanecen en el inconsciente es la de vestir lo que mejor nos acomode y no sólo como medida de rechazo o protesta, ni como búsqueda de aceptación; inclusive tenemos la libertad (inconsciente y conculcada, claro) de no llevar prenda alguna. Claro que bajo la educación (programación) sistémica, ejercer esta libertad puede causar “daño” moral a la mayoría o poner en riesgo a quien lo haga. Es por la influencia de la forma (que puede variar de una cultura a otra, de una época a otra, de un pueblo a otro), que se califica como correcta o incorrecta a cualquier actividad humana, o más aún, como aceptada aunque incorrecta y rechazada aunque correcta, donde lo correcto tiene que ver con un juicio de valor y lo aceptado con la norma. El juicio humano entonces se concentra en estupideces y pierde de foco aquello que realmente es importante para la humanidad, tal como pueden ser el descubrimiento del Sistema23, el descubrimiento y aplicación de las libertades inconscientes, el uso de la razón como norma de vida, el conocimiento de uno mismo y de nuestra especie, etc.

Vivir la vida en consciencia involucra vivir la vida con respeto, no como retórica ni como regla ética, sino como condición lógica. El respeto a nosotros mismos impone el respeto de los demás hacia nosotros y deriva en el respeto de nosotros hacia los demás. Cuando no impera la consciencia en un pueblo, como es el caso actual de esta humanidad, se hacen necesarias las normas, las leyes, las políticas, etc., y con estas, la persecución, el secuestro y el castigo; entonces el Estado se hace indispensable y su poder agobiante. Al final, lo peor: la humanidad se pierde en la promesa que nunca se cumple de ser coautora e intérprete de su Universo.

El éxito de esta humanidad no está cifrado en su civilización, sino en llegar a Ser lo que se Es, individual y colectivamente. El problema es que hemos perdido consciencia de lo que somos y la consecuencia, de no cambiar, tarde o temprano será el fracaso de la humanidad no sólo como civilización, sino como especie. Aunque la tecnología puede cambiar nuestro futuro fracaso a un éxito dentro de ciertos ámbitos. Como se ha analizado, las mejoras genéticas a partir de la tecnología, pueden crear, artificialmente, una nueva generación de individuos superiores, específicamente en los grupos humanos que tengan los medios y los recursos para propiciar esas mejoras. Entonces, la riqueza generada por el trabajador y puesta en manos de sus explotadores, más la tecnología robada a la humanidad, darían por resultado en el mediano plazo, la extinción de las clases inferiores, pero no como resultado de una evolución manipulada, sino como resultado de una decisión de los poderosos, por exterminio, abandono y muerte, no por cambio evolutivo. Estamos aportando todo lo necesario para nuestra propia escisión y posterior extinción como la parte más débil. ¿Cuántos han construido una máquina que los dejó sin trabajo? Ciertamente muchos, ¿cuántos estamos construyendo un mundo donde un día ya no seremos necesarios? Todos los de abajo. Al día de hoy, esta realidad no es consciencia, porque el producto de la cultura sistémica nos hace desestimar la suerte de los pobres, porque esa lástima por ellos sólo refleja el desconocimiento de nosotros mismos, y mientras sigamos detrás de la zanahoria (si no la tenemos) o protegiéndola de los demás (si ya la alcanzamos), seguiremos diciendo: “hágase la voluntad de Dios,... en las mulas de mi compadre”.


18 “En general, el principio primordial de la OMC, y de sus tratados, consiste en que la soberanía y los derechos democráticos tienen que estar subordinados a los derechos de los inversores.” Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.
19 He encontrado un análisis sencillo y claro al respecto. Consulte “La conquista del pan / División del trabajo” de P. Kropotkin:
20 Se sabe de farmacéuticas que han distribuido medicamentos contaminados por virus.
21 Luis de la Barreda, director del ICESI en México y ex ombudsman de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México, decía que << los derechos humanos apuntan a la defensa de la legalidad >>. Nada más impreciso: no se pueden mezclar cosas distintas sin la sospecha de un manoseo perverso de los conceptos o de una alarmante falta de conocimiento de los mismos (alarmante por provenir de quien supuestamente debe conocerlos). Los derechos humanos no tienen nada que ver con la legalidad, ya que existen con o sin ella, antes y después de cualquier legislación. En todo caso, la legislación, puede ser en el sentido de defender los derechos humanos, nunca a la inversa. Poner a los derechos humanos como pieza integrante de un Estado o como derivantes o derivados de alguna de sus partes, es ponerlos a expensas de ese Estado, bajo su control y discrecionalidad, una visión degradada de la condición humana como el sometimiento de una naturalidad a capricho de un constructo.
22 El león, compite con otros y si gana, adquiere poder sobre la manada y su territorio. Ahí queda, no hay más niveles hacia arriba, pero en los mercados, el límite se encuentra en el punto de destruir lo que se quiere dominar.
23 Saber quiénes, cómo y por qué nos rigen; qué dogmas se nos imponen para programarnos; cómo es que nos engañan; qué tan libres somos en nuestra manera de pensar y actuar; cuáles son los verdaderos valores humanos, etc..