CAPITULO TERCERO. El campo de acción del Sistema
Primer apartado
Las dimensiones sociales del Sistema
El Sistema es como
un cono. En la circunferencia se encuentran los ámbitos; en la altura, los
niveles y en el radio, la posición de los sistémicos. A mayor altura, el área
se reduce, lo cual corresponde al nivel socioeconómico; a menor circunferencia,
que tiene que ver con una mayor altura, se delimitan los ámbitos, y; la
posición de un borde lateral del cono a otra posición del borde, establece un
ángulo que da la tercera dimensión. Este ángulo determina la posición de los
sistémicos. ¿Es creíble la igualdad en una sociedad cónica? La respuesta es que
ni en un mismo nivel, pues siempre estará presente el marco de referencia de
los demás niveles.
Segundo apartado
Los ámbitos del Sistema
El Sistema, posee dos ámbitos: el
ámbito consciente y el inconsciente. Cada persona beneficiaria del Sistema, se
desarrolla en alguno de estos dos ámbitos, los cuales, se encuentran formando
los extremos de una línea recta, la primera dimensión del Sistema. El extremo
consciente, agrupa a los individuos que estando conscientes del funcionamiento
del Sistema, sus medios y herramientas, así como de sus repercusiones sociales
e individuales sobre las personas y el medio ambiente, fomentan su
perfeccionamiento y, a pesar de ser víctimas también del Sistema, son los
principales beneficiarios del mismo (obtienen libertad de acción a costa de perder
libertad del Ser) , razón por la cual intentan a toda costa preservarlo. Por el
lado de los inconscientes, funcionan exactamente del mismo modo que los
conscientes, pero lo hacen por imitación, pues no son plenamente conscientes de
sus actos y las consecuencias que se derivan de ellos, ni de sus alcances ni
tienen claridad de los objetivos reales que involucra su forma de vida y de
pensamiento; son los beneficiarios cómodos del Sistema. Por dar algunos
ejemplos tenemos que los restos de las monarquías europeas, las añejas
aristocracias ligadas al poder de los Estados, los grandes magnates comerciales
y muchos miembros de consorcios industriales, los políticos que operan en
logias delante o detrás del poder generalmente de repercusión internacional,
son ejemplares de los sistémicos conscientes. Por el lado de los cómodos, se
encuentran la gran mayoría de los deportistas profesionales que gozan de
sueldos insultantes, los cantantes, actores, músicos, periodistas,
comentaristas de los medios masivos de comunicación (principalmente dentro las
televisoras) y artistas de diversas disciplinas con pobres ofertas artísticas
que generalmente son apoyados por las grandes compañías del espectáculo; la
gran mayoría de los directores y gerentes de empresas grandes y medianas; los
ostentantes de cargos medios en los gobiernos y organismos políticos, puestos
ahí por relación de grupo o relación individual con gente ligada al poder,
algunos científicos y muchos intelectuales renombrados, entre otros. Estos
individuos son generalmente protagónicos y llevan al extremo las actitudes
intolerantes y de desprecio hacia otras clases sociales que caracteriza a los
sistémicos, si no de palabra, sí en la práctica, es decir, son completamente
funcionales para preservar y promover los dogmas sociales del Sistema. Son
seres con poca o nula consciencia social, tan torpes que piensan que nacieron
para mandar a quienes “nacieron para obedecer”, a quienes llaman ignorantes por
el hecho de no tener los medios para destacar bajo las normas del Sistema;
vinculan el éxito con el poder económico y la fama. Otros son tan “conscientes”
de su papel dentro de la sociedad, que hasta son capaces de defender a los más
desprotegidos organizando rifas, subastas y todo tipo de eventos donde sólo
asiste gente de “su clase”, donde se ofrecen manjares para comprar un plato de
arroz a los pobres y presentan grandes espectáculos para subsanar las
necesidades más elementales de los desposeídos; forman todo tipo de
organizaciones de asistencia pública, de las cuales obtienen ellos el mayor
beneficio, si no en dinero, sí en reconocimiento, en capital social y político.
Si bien todas estas actividades derivadas de su “consciencia social” atenúan en
alguna medida las injusticias del Sistema, no hacen nada por resolver el
problema de fondo porque no lo ubican o porque no les conviene. La existencia
de estas organizaciones altruistas representa el hecho de admitir que el
Sistema es injusto por necesidad; que hay que ayudar a los pobres pero sin
perder la distinción de clases que cada uno tiene. El
la cuarta parte de esta obra, trataremos a fondo a las organizaciones
altruistas dirigidas o promovidas por las clases pudientes. Ya cuando
alguien dentro del poder habla de acabar con la pobreza, o es un ignorante o es
un demagogo: no se puede acabar con la pobreza en una sociedad de clases,
aunque algunos podrán poner ejemplos de bajos índices de pobreza alrededor del
mundo, esto se llega a dar localmente debido a que la balanza comercial les
beneficia pasando la factura de su bienestar a los pueblos con pobreza. Esta
situación es fácil de probar analizando la ruta del dinero y la ruta de la
riqueza producida: quienes producen los bienes y servicios son los explotados
(tienen un déficit entre lo que producen y lo que reciben a cambio); quienes la
administran y los dueños de los medios de producción, son los beneficiarios de
la plusvalía (que es la forma técnica que Marx encontró para no llamarle por su
nombre: robo). A nivel empresa, a nivel país o bloque, esta regla se cumple, de
tal manera que sin la existencia de pobres, sería imposible la existencia de
ricos, como ya se pudo comprobar dentro de las sociedades supuestamente
comunistas: la producción de riqueza no alcanza para que la mayoría sea rico,
sólo para unos cuantos. De ahí la “maravilla” del capitalismo: todos pueden
llegar a ser ricos, claro, no al mismo tiempo, pues sin alguien a quién
explotar, no funciona. La acumulación de riqueza de uno, representa la
acumulación de necesidades insatisfechas de muchos.
Volviendo al tema central, a lo
largo de toda esta línea dimensional del Sistema, los individuos sujetos a
ella, tienen autonomía para hacer y deshacer contra o en pro de intereses
diversos, pero rara vez contra el Sistema mismo (cosa que llega a suceder
cuando son marginados, de alguna manera, de los beneficios del Sistema). Las
guerras, el deterioro ambiental por perseguir intereses económicos, la miseria,
la promoción de la ignorancia y la injusticia distributiva (como la principal
causa del mayor número de muertes en el mundo), son algunas de las
consecuencias más perniciosas que provienen de las actividades de estos grupos
humanos, tan soberbios y tan nocivos, que me avergüenzo de pertenecer a la
misma especie.
Los sistémicos
inconscientes no se dan cuenta que su estupidez va en relación directa con los
beneficios que les aporta el Sistema. Piensan que ellos no tienen nada que ver
con los males sociales, cuando en realidad son coautores de los mismos, al
menos implícitamente, porque si bien aparentemente no hacen nada directamente
por provocarlos, su forma de vida, el pensar y el hacer, el defender su
condición como bondad del Sistema a la cual dicen, todos pueden acceder, le
permite al Sistema promoverse, mantenerse y a la vez, liberar presiones
sociales. Estos sistémicos, forman una masa crítica a favor del Sistema. Un
ejemplo muy local, se da cuando los hijos, nietos, cónyuges u otros parientes
cercanos (sistémicos inconscientes) de antiguos dictadores (sistémicos
conscientes), y que durante los “buenos tiempos” nunca renegaron y más bien
festejaron los beneficios producto de los crímenes y atrocidades de su
benefactor, al llegar los “malos tiempos” y con ellos la persecución, se quejan
argumentando que ellos no tuvieron injerencia ni voz ni voto en las decisiones de
su pariente poderoso y, por ende, se consideran inocentes de toda culpa. Nada
más falso: aún cuando no hubiesen cometido delito o abuso alguno, al haber
recibido sin reparo ni consciencia alguna los beneficios producto de la
infamia, se hicieron cómplices de tal infamia. Ignorar justifica, pero si no se
repara el daño cuando se sabe todo, la complicidad permanece y cualquier
defensa resulta cínica e inmoral.
Otra diferencia
importante de estos extremos, es que los inconscientes (que se benefician sin
riesgos y no tienen que planear ni dirigir), no tienen poder sobre el Estado y
sólo sobre la sociedad de manera relativa; al contrario, los conscientes son
quienes deciden el destino de la humanidad.
Tercer apartado
Los niveles del Sistema
Si cambiamos de
nivel, digámoslo en el lenguaje mismo del Sistema: “bajamos de nivel en las
clases sociales”, encontramos la segunda dimensión del Sistema (altura del
cono). El sistema de clases o castas de la sociedad, determina los niveles del
Sistema. Los factores que determinan estos niveles, son básicamente tres: poder
económico, poder social y poder político. Los que carecen de estos tres
poderes, son los de la clase más baja (no importa su nivel educativo, ya que
este es más bien consecuencia de aquellos); las clases dominantes en cambio,
poseen estos tres poderes en mayor o menor grado. Una característica en algunos
países, es que, a causa de la globalización, los gobernantes han perdido una
cantidad importante de poder social, aunque mantienen el poder político, el cual
sigue haciendo millonarios a los cientos que se cobijan bajo la sombra del
gobierno del Estado, sea directa o indirectamente. Por poner un caso
prominente, el caso del empresario mexicano Carlos Slim, quien a la sombra del
gobierno de Carlos Salinas (1990 – 1996), forjó las condiciones para pasar a
ocupar nueve años más tarde, el cuarto lugar mundial en lo que se refiere a
poder económico y unos años después brincar al tercer lugar con un incremento
de alrededor del 300% (siendo que México es la treceava economía mundial y
bajando; ocupa el sesentavo lugar en desarrollo tecnológico y su población se
compone de más de 60% de pobres). Sin embargo su fortuna sólo alcanzaría para
pagar un 20% de la deuda externa del país. Al tiempo de esta revisión (2007) ,
Carlos Slim ya ocupa el segundo lugar según Forbes y a ese paso, no tardará en
ocupar el primero.
Esto es muy
sencillo de entender, ya que el nivel del Sistema se refiere básicamente al
nivel social tal y como lo define el Sistema (no la sociedad, pues esta sólo se
ajusta a dicha definición), es decir, una persona o grupo social, pertenece al
nivel del Sistema que le otorga su nivel socioeconómico. Además de esta
situación, el nivel del Sistema también involucra el acercamiento o pertenencia
de una persona o grupo al Sistema, de tal forma que dicho acercamiento o
pertenencia, determina el nivel de proactividad y reactividad
de la persona o grupo: entre mayor es el nivel del Sistema, mayor proactividad
y menor reactividad, y viceversa. Esto se refleja en la capacidad para aceptar,
imponer, proponer y defender las condiciones de injusticia del Sistema, por el
lado proactivo; y en la necesidad de rechazar, negociar, contra proponer y
denostar las condiciones de injusticia del Sistema, por el lado reactivo. El factor
que rompe con estas condiciones del nivel del Sistema, es sin lugar a dudas, el
grado de avance del individuo en lo que se refiere a sus libertades
inconscientes, es decir, qué tanto las ha descubierto y puesto en práctica; qué
tanto a desarrollado la libertad del Ser. En este caso, el nivel del Sistema a
pesar de que representa el nivel socioeconómico, no equivale a los niveles de
proactividad y reactividad en todos los casos. Veamos:
Cuando un miembro
de la clase social baja, es más proactivo que reactivo, se convierte en líder
social o sindical, o al menos en vocero de las “bondades” del Sistema: un
esclavo contento. En el caso contrario, de un individuo de la clase social alta
que es más reactivo que proactivo, este se convierte en líder revolucionario,
reaccionario, terrorista o se aisla para no “ensuciarse las manos”. En los
países gobernados por grupos de derecha, los de izquierda suelen ser
básicamente reactivos y los de derecha proactivos. Viceversa cuando el gobierno
está en manos de los de izquierda. Conforme las ideologías se van acercando al
centro, todos empiezan a ser más proactivos que reactivos. La “democracia”
juega un papel importante aquí, desde el punto de vista de promover la
proactividad de la clase política, a través de las transiciones democráticas.
Cuarto apartado
La posición de los sistémicos
Los beneficiarios
del Sistema, pueden adoptar dos posiciones “extremas” dentro de los límites del
mismo. Estas dos posiciones tienen que ver con la forma de ver la funcionalidad
del Sistema y en consecuencia, la forma de preservarlo, aunque ambas posiciones
tengan el mismo fondo, existen diferencias a veces abismales entre ellas. El
fondo ya lo conocemos y es la dominación total del hombre por el hombre. La
forma son los métodos empleados para tal objetivo. A lo largo de la historia,
en algún tiempo se les llamó a unos, conservadores y a los otros, liberales;
con el nacimiento del proyecto comunista, cuyo fracaso se debió a que nunca se
liberó de los conceptos sistémicos, surgen los de izquierda y los de derecha,
formándose una nueva dicotomía al quedar el liderazgo comunista dentro del
Sistema. En la actualidad, cualquiera que sea la definición político económica
que deriva del conjunto de métodos “preferidos” y las “reivindicaciones” que cada
grupo persigue, se tienen al menos dos posiciones, en muchos aspectos
contrarias, por las cuales acceder al poder, ejercerlo y mantenerlo. Al final
de cuentas, se trata de dos ángulos desde donde ver el mundo, pero con la misma
“lente” sistémica. Cada posición se plantea con muchos elementos absolutistas
que las hace irreconciliables como proyectos globales, lo que deriva en un
permanente conflicto social de impacto variable. En general, llamo a los
sistémicos menos extremistas, humanitarios
y a los otros, avasalladores.
Usando el modelo del cono, la línea del borde inicial expresa la versión
vigente del Sistema; conforme esa línea pretende moverse en un determinado
ángulo para crear otra versión vigente del Sistema, se establece la posición de
los sistémicos. Vemos que las versiones dependen de la forma, no del
fondo; este no cambia porque está apegado al Sistema: es intrínseco.
Los humanitarios, se distinguen
principalmente por creer ciegamente en que el Sistema, con los ajustes
necesarios, puede verdaderamente regir con provecho y en provecho de la
humanidad; piensan que existe un modelo de Sistema capaz de llevar bienestar a
toda la humanidad, sin perjuicio de los beneficios que como dominantes reciben,
es decir, creen en cuentos de hadas, en el buen Rey, en el buen Presidente y en
los buenos gobernantes; sostienen que la civilización actual, con todo y sus
excesos comerciales, es ideal para llevar la justicia a todos. Más adelante en
este capítulo, demostraré por qué esta filosofía es utópica, romántica y
perversa, antes que posible, realista y sincera. Este grupo se distingue
también porque se dice absolutamente apegado a la Ley y que nadie puede estar
por encima de ella; es reacia a utilizar la “mano dura”, la represión y otras
prácticas violentas para resolver los conflictos (mientras no se toque
directamente su interés); se autodenominan defensores de la democracia y la
justicia, con discursos achacables a Don Quijote de la Mancha, aunque
invariablemente tal justicia sólo aplica sobre sus enemigos, opositores y sobre
el común de la gente, y nunca van a elegir por el beneficio colectivo si este
les perjudica permanentemente. Condenan la esclavitud y la sobre explotación
laboral, pero promueven la automatización del pensamiento destruyendo su
libertad o al menos encasillándola dentro de los límites de la crítica feroz
pero inofensiva (muchos críticos del Sistema viven del presupuesto de las
instituciones que sostienen al Sistema). Los sistémicos humanitarios, también
se caracterizan por ser personas profesionistas relacionados con estudios en
ciencias sociales y políticas, en economía, historia, etc., que van de básicos
a amplios, es decir, son personas preparadas académicamente, en la mayoría de
los casos, por lo que su lenguaje suele ser más refinado que el de su
contraparte, es decir, de los avasalladores. Los humanitarios son más proclives
al empleo de las teorías académicas de reciente acuñación, mientras que los
avasalladores, al empleo de la fuerza y la imposición, quizá porque están menos
preparados en la “modernidad” académica. Dos ejemplos mundiales de estos
grupos, como ya se mencionó, fueron los conservadores contra los liberales y
progresistas; los comunistas contra los capitalistas, entre otros muchos grupos
de conflicto que han existido a lo largo de la historia. Los sistémicos
humanitarios, cuando se encuentran colgados de las ramas que el Estado les
extiende, suelen formar o colocarse en organizaciones de “centro”, izquierdas o
derechas moderadas. Dentro de las organizaciones no gubernamentales, forman
instituciones de asistencia social donde organizan fabulosos banquetes para
proveerse de recursos que usan para adquirir alimentos básicos que distribuyen
entre los pobres. La ONU está plagada de inscripciones de este tipo de
organizaciones de beneficencia pública como demandantes de donaciones. Salvo
algunas excepciones, los administradores de estas organizaciones, no pertenecen
ni han pertenecido a las clases que intentan ayudar, ni tienen sus mismas
necesidades; no conocen la psique de los pobres más allá de lo necesario para
dominarles. Desconocen el espíritu de la pobreza.
Los sistémicos avasalladores, son
más realistas, aunque en su realismo se declara su perversión y cinismo. Este
grupo se distingue porque suele resolver los conflictos con el uso de la
fuerza, mediante el autoritarismo, la imposición y la represión; prefiere los
métodos de corto plazo y deshecha todo ideal libertario, incluyendo a la
crítica. Los avasalladores miden la eficiencia del Sistema no en base a la
dominación de la consciencia, sino en base a los beneficios netos. Para ellos
no importa tanto el método sino los resultados inmediatos. Su apego a la Ley
proviene de su uso discrecional y unidireccional; Ley normalmente establecida
por decreto sin requerir pruebas de razón. A diferencia de los humanitarios, no
simula tolerancia sino que se declara totalmente intolerante. De este grupo
vienen los dictadores, la extrema derecha y la extrema izquierda. Aquellos que
no son convidados del poder del Estado, forman organizaciones terroristas y de
delincuencia organizada. Se hallan aquí también, la mayoría de los grandes
inversionistas internacionales; directores de organismos multinacionales, etc.
En el caso del país más poderoso del mundo, su presidente funciona como un
“dictador democrático” o sujeto a los poderes internos (gobernadores,
senadores, inversionistas, instituciones de seguridad nacional, sionistas,
etc.), mientras que hacia el exterior, se percibe como un dictador democrático
con Estados aliados.
Con el crecimiento
demográfico, la expansión de las comunicaciones y la tensión internacional, los
sistémicos humanitarios han ganado importantes batallas a los avasalladores.
Sin embargo, estos últimos han aprendido a “jugar” con las estrategias y
métodos de los primeros y empiezan a recuperar terreno inclusive, en base a lo
que antes obstaculizaron, es decir, a la democracia (en realidad,
protodemocracia).
Los puntos en
común de estos dos grupos son, entre otros, la creencia en la necesidad de
castas o clases sociales (misma creencia que imponen, cada quien de acuerdo a
sus métodos, a la población), es decir, la necesidad de que existan pobres y
ricos, poderosos y vasallos, etc.; que guardan especial apego a lo material; la
defensa y mantenimiento del Sistema a toda costa como base para mantener sus
privilegios y, una cada vez mayor tolerancia entre unos y otros (aunque hay
excepciones), lo que se refleja en que los extremos político económicos cada
vez se acercan más al centro. Con el tiempo, ante la ineficacia de esta clase
política más tirada al centro, se abrirá la posibilidad de que los extremos
vuelvan a adquirir fuerza y, se cerrará un ciclo más, otra vuelta a la tuerca.
La concepción cíclica del tiempo o de los tiempos que tenían los mayas, se
verifica en los cambios históricos del Sistema.
Todo aquél
individuo que coincida con estas ideas de una sociedad piramidal es, en menor o
mayor grado, un aparente beneficiario del Sistema y se convierte en su defensor
a ultranza, con un uso de la razón muy limitado, más bien guiados por dichos,
tradiciones y refranes; más bien refugiándose en su condición social de
acomodo, ya que el Sistema liga el modus vivendi con la cultura que
quiera imponer, es decir, nos hace dependientes de la cultura sistémica en base
a realizar una actividad económica. Entonces ¿cómo podemos liberarnos de la
influencia del Sistema si para sobrevivir tenemos que seguir sus reglas? Lo
cierto es que la liberación de la consciencia no depende de dejar de hacer
muchas de las cosas que impone el Sistema y, la respuesta a la pregunta vendrá
con la libertad del Ser. Sólo se necesita dejar de pensar en automático,
razonar y ubicar la consciencia.
La filosofía del
poder que se está imponiendo en el mundo, paradójicamente impuesta por los
avasalladores, es la de los humanitarios, debido a que las incongruencias del
Sistema, requieren de un acercamiento más íntimo entre gobernantes y
gobernados, es decir, del modelo protodemocrático. Se ha dado de la forma en
que los avasalladores prefieren mantenerse en la sombra, sobre la cúpula del
poder mundial y utilizan a los humanitarios como frentes para el ejercicio
abierto del poder. De esta forma, los humanitarios no pueden mover un dedo sin
la complacencia o desaprobación de los avasalladores, que desde las sombras se
van imponiendo poco a poco. El ejemplo más visible de esto, son los gobiernos
protodemocráticos supeditados a los poderes económicos, políticos o militares
internacionales (relación Estado – inversores). En el último siglo, cada vez
más y más Estados van cayendo en la trampa de las sociedades de consumo, en la
cultura de las economías abiertas reguladas desde el exterior. Para los pueblos
con mayor subdesarrollo, adoptar estas prácticas en un principio, les permite
resolver muchos de sus problemas, pero una vez inscritos, caen en una espiral
donde empezarán a pagar los costos sociales del “progreso” (el cual se llega a
estancar dadas las condiciones internacionales) y de la que será muy difícil
salir. Otro ejemplo, lo vemos en la relación que tienen gentes como George
Soros, con las decisiones políticas de los gobiernos norteamericanos respecto a
Israel y el mundo árabe. Es un secreto a voces que importantes sionistas
internacionales meten grandes cantidades de dinero en los procesos electorales
norteamericanos.
Por un
lado, los sistémicos gobernantes locales (generalmente humanitarios), adoptan
las políticas económicas dictadas desde el exterior por otros sistémicos
(generalmente avasalladores), políticas claramente perjudiciales para el pueblo
pero beneficiosas para los inversores; mientras, los sistémicos que dictan
desde el exterior, también forman institutos de valuación y califican a sus
siervos en la medida que han llevado bien los dictados, incrementando las
inversiones, disminuyendo el riesgo país, mejorando los índices macro
económicos, etc., cosas con las cuales los locales puedan apuntarse puntos
buenos ante el electorado, siendo que ese electorado, es el eterno pagador de
las supuestas mejoras globales. Tales mejoras, son una falacia en los hechos. Por
ejemplo, a partir de 1960, cuando el gobierno de Ecuador aceptó los préstamos
del BM, para finales de los 90’s, la pobreza había aumentado del 50% al 70%, el
desempleo o subempleo creció del 15% al 70%; la deuda externa creció de 249
millones de USD, a 16 mil millones; los recursos asignados a las clases más
bajas, diminuyeron del 20% a sólo el 6%. El objetivo fue que las grandes
compañías pudieran comprar el petróleo bajo un esquema monetario que ellos
controlan. Los gobiernos que no se ajustan a estas políticas, o son
corrompidos, o son derrocados, o sus líderes asesinados. Todos sabemos que el
golpe de Estado al gobierno de Salvador Allende Gossens, tenía debajo intereses
corporativos y que fue la IT&T, una de las que lo financió a través de la CIA.
Para analizar más a fondo el tema económico, pasemos al cuarto capítulo.
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