CAPITULO SEGUNDO. Las consecuencias del Sistema
Primer apartado
El Sistema como enfermedad individual
Dentro del estudio
de la psicología humana y la psiquiatría, desde sus inicios informales hasta
nuestros días, ha habido un desarrollo, en la mayoría de los casos,
definitivamente apegado a los intereses del Sistema, de tal forma que muchos
enfermos han padecido excesos que, antes de brindarles una solución, los han
llevado inclusive a la muerte, pero que estos hechos criminales no han sido
motivo de pena por la etiqueta de tratamiento que ostentan. Los
hospitales psiquiátricos, antes llamados manicomios, han perpetrado a lo largo
de su historia, infinidad de atropellos sobre sus pacientes por la simple razón
de que la sociedad no los acepta o porque los enfermos no son capaces de
adaptarse a ella bajo la óptica más ortodoxa del Sistema; estos seres humanos,
han servido como conejillos de indias en toda suerte de experimentos inhumanos.
Por muchos años, ya siendo considerada la psiquiatría como una ciencia médica,
se practicaban líneas de tratamiento que consistían en sedar al paciente para
controlar sus manías y, si a consecuencia de esto, el paciente entraba en un
estado catatónico, se le practicaban los choques eléctricos donde muchos
perdieron la vida, ya sea a consecuencia de la anestesia o de la corriente
eléctrica; o simplemente, el individuo quedaba “curado” de sus manías, pero en
estado “ausente”. Un análisis posterior, podría cuestionarnos acerca de ¿quién
es en realidad el enfermo? Aquél que se comporta fuera del contexto normativo,
o quienes lo matan o lo convierten en una planta para evitar que se haga daño
por cuenta propia en base a no tolerar un comportamiento distinto a las normas,
cuando quines establecen las normas y definen lo que es enfermedad no tienen
plena conciencia de su propia existencia. Kant acertó en decir “el hombre es un
fin”, pero se contradice al decir “..., no un medio”. El hombre es un fin y el medio
para ese fin es el hombre mismo; lo uno no cancela lo otro, ya que el
racionalismo que es parte del hombre, y por lo tanto no es algo externo, es el
medio para su evolución intelectual. Pero el racionalismo ha sido sometido por
el pragmatismo del Sistema, análogamente como una enfermedad altera el
funcionamiento normal de un organismo. El pleno uso de las facultades mentales
no involucra salud mental; el error esporádico es normal; el error como
condición de vida, es síntoma de enfermedad.
En una sociedad, ni todos los
maníacos son enfermos, ni todos los enfermos son maníacos. Ya la homosexualidad
ha dejado de ser considerada una enfermedad mental, pero subsisten otras formas
de comportamiento que no debiendo ser consideradas enfermedades, lo son; mientras
que hay otras condiciones humanas que pudieran ser consideradas como enfermedad
(desde un punto de vista fuera del Sistema, por supuesto), pero no son
definidas de tal manera. Una de estas condiciones, es sin duda, el dominio del
Sistema sobre lo más profundo de la mente humana. Dicho de esta manera y siendo
en extremo estrictos, podríamos llegar a la conclusión de que existen más
enfermos que sanos en el mundo
considerando a la perturbación psicológica que ejerce el Sistema, como
enfermedad.
Resulta de esperarse que esta idea
no sea aceptada de inmediato, porque no hay estudios trascendentes al respecto
ni un esquema científico que le pueda aportar las definiciones que se
requieren. Con todo y esa limitación, una mirada externa a la influencia sistémica,
nos indica que algo no anda muy bien en ese sentido.
Difícilmente, la psiquiatría o la
psicología, se han atrevido a poner en evidencia que muchos de los males
actuales que sufre la sociedad, son producto del Sistema, y que la cura
definitiva debe ir más allá de la readaptación del individuo a la sociedad (en
muchos casos, estas readaptaciones son en realidad volver a enfermar al
paciente con los dogmas sistémicos, para regresarlo a la “normalidad”); con
todo y que estas ciencias salvan muchas vidas, desgraciadamente no han sido lo
suficientemente valientes, para ponerle el cascabel al gato. Salvo honrosas
excepciones, regularmente se decreta que muchos padecimientos mentales, tienen
su origen en la misma sociedad, olvidando que la sociedad, es a su vez, víctima
del Sistema, es decir, culpan a la sociedad dejando impune por omisión, a quien
la ha enfermado.
Los valores y principios afectados
por el Sistema, o simplemente trasgiversados, tienen tres niveles de
profundidad en la afectación:
1. A nivel
dogmático.- la nueva realidad, es decir, el plano ficticio que “explica” la
realidad, se acepta por omisión.
2. A nivel de
la razón.- el razonamiento, al estar condicionado por el Sistema, pierde
validez por no ser imparcial (vea Los Filtros del Sistema).
3. A nivel
consciencia.- el Sistema crea una consciencia ficticia por situarla sobre una
realidad falsa. La consciencia se basa en lo que percibimos como realidad, a la
forma como la conceptualizamos por medio de la razón, y a las ideas que
adoptamos como verdad a Priori.
Dado lo anterior, la cura para este
mal, debe atacar estos tres niveles, en el orden presentado, es decir, eliminar los dogmas, re editar y re ordenar
la forma de razonamiento y, al corregir por la razón el mapa de modelos de la
realidad, encontrar una nueva consciencia.
Sin embargo, un
individuo enfermo a causa del Sistema, es considerado perfectamente sano por
atender precisamente al pie de la letra los dogmas heredados, es decir, cumple
con los protocolos que de acuerdo al lugar y a la época, van de la mano con la
versión vigente del Sistema: está dentro de la norma; piensa de acuerdo a su
posición social; actúa bajo la guía de sus tradiciones; se preocupa por aquello
que es importante para el Sistema, despreciando lo que no es importante; acepta
o ejerce posiciones de dominación o sometimiento por estructura social, etc. En
resumen, desde el punto de vista sistémico, es una persona perfectamente
normal, y sin embargo, por ser tan poco “él mismo” y mucho “normal”, la razón
indica todo lo contrario: es un enfermo crónico y más que dueño de sí mismo, es
dueño de su condición de enfermedad. No se puede concluir que un individuo
automatizado, programado y desconscientizado este sano. Más aún, es “feliz”
como Ser sintético, por tener a su alcance los medios para cumplir los
protocolos, aunque esta felicidad es “zomática” (el zoma de Aldous Huxley).
Contrario a los enfermos felices, están los enfermos infelices, que lo son por
no tener los medios para cumplir con los protocolos del Sistema, básicamente los
que tienen que ver con la capacidad económica y la posición social de poder e
influencia. Todo esto tiene que ver con el escalón social al que están sujetos
y que determina sus oportunidades, su forma de vida, sus privilegios y sus
limitaciones; si deben obedecer o dictar las normas; si sus ideas serán
aceptadas o no y en qué niveles; qué tanta es su libertad y en qué ámbitos.
Muchos de los suicidios se deben precisamente a las frustraciones que se
derivan de llevar una vida sujeta a los intereses del Sistema y no poder
alcanzar las expectativas deseadas (digo deseadas por no decir psicológicamente
impuestas). El suicidio siempre ha
existido, bajo diversas denominaciones, desde aquellos que se practicaban por
cuestiones religiosas, hasta los que tienen que ver con situaciones económicas,
políticas, sociales, etc. Pero es un hecho que desde la existencia del Sistema,
al menos tenemos un registro más amplio de estas prácticas. A lo largo de la
historia, dependiendo del poder que mayor influencia tiene en la población, el
suicidio se incrementa bajo esa óptica, es decir, en tiempos de mayor
influencia religiosa por ejemplo, los suicidios tienen más que ver con lo
religioso, etc. Durante el boom de la sociedad a partir de la economía,
el cual lo podemos situar en época reciente a partir de la Revolución
Industrial, los suicidios estaban predominantemente asociados a desastres
económicos. En la actualidad, la prevalecía del poder social a partir de la
cultura impulsada por lo medios masivos de comunicación, está contribuyendo a
que los suicidios tengan que ver con la imagen del Ser individual a los ojos de
una sociedad clasista que determina el éxito a través de la óptica del dinero y
la fama. Para esta sociedad, al menos desde la perspectiva del observado, no vale
ser un gran sabio, un eminente científico, un extraordinario deportista o
escritor, un gran artista, etc., si se es pobre o si no se es reconocido
ampliamente. La pobreza es sinónimo de fracaso, y el fracaso se identifica con
el individuo mediocre, sin valía, sin atributos ni atractivos. Quien está
perturbado por esta cultura sistémica, se sentirá frustrado si no alcanza los
estándares que la sociedad reconoce: así será candidato a adquirir los
motivantes suficientes para pensar en el suicidio. El Ser Humano, gracias a la
influencia sistémica, está listo para poner en riesgo hasta su vida, a fin de
obtener los reconocimientos que son válidos para el resto de la población
enferma que le rodea.
Por tratarse de una influencia cultural, a partir de los
medios masivos de comunicación, principalmente revistas y televisión, los
grupos más vulnerables son el de los jóvenes y el de los niños. Los datos que
reportan los diversos organismos que en cada país se dedican a levantar las
estadísticas correspondientes, apuntan a un incremento significativo tanto en
el número de suicidios de estos grupos, como en el porcentaje que representan
dentro de la sociedad. El suicidio entre los jóvenes se presenta, entre otros
motivos, porque, por un lado, la reticencia contra el Sistema los ubica en una
posición de impotencia por no poder cambiar las reglas que rigen sus vidas, y
por el otro, porque en ocasiones se topan con pared al no poder ser tal y como
el Sistema les dice que deben ser para destacar o formar parte de un grupo social
determinado. Esto tiene que ver con la tergiversación de los valores humanos
que el Sistema promueve irresponsablemente en pos de intereses económicos y por
el afán de mantener inmutables las fronteras entre las clases sociales.
El medio social
determina la incidencia de suicidios. Por ejemplo, en Japón, es sabido que
entre los jubilados se ha incrementado esta práctica. La explicación es
aparentemente simple: ya no son productivos en una sociedad donde uno de los
principales valores reconocidos por la vecindad, es precisamente la
productividad y eficiencia de los individuos en el trabajo. Podemos afirmar
entonces, que las influencias del Sistema en la conciencia de los individuos,
nos impone la creencia de que nuestro valor está en función de la idea que los
demás tienen de nosotros y no nos aporta elementos de seguridad para ser
capaces de ir contra la esa idea.
Segundo apartado
El Sistema como enfermedad social
Después de
analizar los efectos negativos del Sistema en los individuos, no resulta difícil
anticipar los daños que el Sistema provoca a nivel social. El Sistema como enfermedad social, cuantitativamente, es el resultado
de la suma de las enfermedades individuales, por un factor exponencial.
A nivel personal,
los filtros del Sistema pervierten la consciencia del individuo programándolo
para pensar, analizar y reaccionar de determinadas maneras. A nivel social,
ocurre algo similar, sólo que la conciencia afectada es la conciencia
colectiva, con lo que se potencializa el resultado. Sin embargo, esta
afectación es generalmente reactiva y tiene dos aristas que analizo más
adelante, porque primero estableceré el fenómeno de la acción en masa. Pensemos
en un Estadio de fútbol: los aficionados, muchos de ellos personas pacíficas en
su actividad diaria, se transforman ante un evento no deseado reaccionando
violentamente; pasada la euforia, todo vuelve a la normalidad. Hasta aquí, pese
al resultado violento de la acción de la conciencia colectiva, el proceso es
natural y no considero enfermedad alguna en ello. El problema no es la
respuesta violenta en sí, sino su origen; los rasgos culturales pueden ser el
antecedente; la rivalidad deportiva o de otra índole social, también. Para
considerar el fenómeno como enfermedad, hay que ir al fondo del mismo. Lo que
resulta realmente importante, es que alguien externo al Sistema, alguien que
no ha sido formado en su seno ni heredado sus dogmas, es inmune a una
manifestación de la conciencia colectiva, cuando esta depende de
rasgos culturales locales; su comportamiento no se ve afectado no porque
desconozca el fenómeno, sino porque su razonamiento se encuentra sano. Lo mismo
pasaría con alguien nacido y criado dentro del Sistema pero que se haya
liberado de la influencia del mismo. Entonces, la condición de dejarse llevar
por la masa, perdiendo la propia personalidad, no sólo en un ambiente tan
especial como, por ejemplo, un estadio de fútbol, sino inclusive dentro de la
vida cotidiana, se puede considerar como una enfermedad mental, desde el
momento en que sus juicios, su razonamiento y sus actitudes no responden a su
voluntad consciente. No importa si la personalidad tiene contrastes, ya que la
enfermedad no es el cambio brusco al opuesto, sino el origen del
comportamiento; la creencia de que cuando se compite, es válido y deseable no
sólo derrotar al adversario (que se toma como enemigo), sino aniquilarlo:
acabar con la competencia. La soberbia y prepotencia con que actúan muchas
personas tomando como base su riqueza económica, contrario a lo que piensan y
sienten con ese comportamiento, no refleja superioridad, sino una pobreza
mental digna de lástima; son, enteramente, producto de los dogmas del Sistema.
Del mismo modo, la gente humilde en lo económico que se siente menos por esa
situación, es la otra cara de la misma moneda. Ambas caras, ricos que se
sienten superiores y pobres que se sienten inferiores sólo por tal condición,
conforman una amalgama sistémica para la cual el Sistema establece las leyes,
sistemas y normas de vida que, dentro de esa realidad ficticia, son el origen
de la injusticia y regresión humanas, cuando las frustraciones que producen van
a parar directamente a la conciencia individual, que luego, al juntarse en una
masa determinada, se hacen conciencia colectiva irreflexiva donde se maniata a la
razón.
Ahora bien, esta
condición de reaccionar inconscientemente a los eventos de acuerdo a la masa,
es una condición natural de muchas especies, incluyendo la nuestra, ya que es
parte de nuestros instintos de sobrevivencia. Supongamos a un grupo de exploradores
caminando en la oscuridad por un terreno desconocido; si uno o varios, de
repente salen corriendo dando alaridos, esto tendrá un efecto en el resto y
seguramente les seguirán sin saber cuál es la amenaza. Esto es, como se dijo,
perfectamente normal. Donde se refleja la enfermedad, no es en esta adhesión a
las reacciones de la masa, sino lo que para cada quien representa una amenaza.
Un ejército guía su violencia hacia los adversarios, desde el momento en que ha
sido aleccionado por sus superiores que los adversarios son una amenaza. Si
este aleccionamiento es igualmente correspondido por el adversario, no hay otra
condición resultante que matar o morir.
Aunque como se ha
dicho, los efectos negativos de esta enfermedad social no se manifiestan, en la
práctica, por largos periodos de tiempo en cada emisión, sí ponen de manifiesto
el enorme y peligroso control que ejerce el Sistema sobre los individuos y la
sociedad, donde en ciertos casos, sólo es posible mediante la motivación. Que
una persona no violenta, reaccione en sentido opuesto a su personalidad por
influencia de la masa, es indicativo de su vulnerabilidad ante el Sistema. De
hecho, esta condición tiene mucho que ver con la disposición de la milicia para
el ataque: un General que domina la motivación de grupos, puede convertir a sus
subordinados en valerosos guerreros siendo que muchos de estos soldados en las
mismas circunstancias, pero sin la influencia de la masa motivada, defecarían
en el campo de batalla.
A este fenómeno de
dirigir la voluntad, el sentir y las acciones de un grupo de individuos en una
sola dirección, le llamo "banco de peces". El banco de
peces puede requerir motivación, ya sea externa, o bien interna, tomada como
“convicción propia” (que le da un carácter de "racionalidad"), o bien
puede ser completamente irracional, caso que sólo se da en los individuos más
vulnerables a la influencia externa del Sistema12.
Ahora bien, el
banco de peces no necesariamente se manifiesta en conductas violentas o en
actos cualesquiera, también se manifiesta en formas de pensamiento
estableciendo ciertas posturas en los individuos13.
Estas posturas se caracterizan porque no son sujeto de análisis, de
razonamientos ni de juicios fuera de los filtros del Sistema. Cuando un evento
toca estas fibras, el individuo aplica su postura, en el mejor de los casos con
la plena certeza de que es lo correcto; en el peor, ni siquiera tiene un juicio
o consciencia de sus acciones. Las respuestas autómatas de las personas, sean o
no violentas, tienen parte de su definición en la cultura. Las tradiciones
juegan un papel importante dentro del banco de peces, donde inclusive, aunque
el instinto, la lógica o alguna percepción le indique lo contrario, el
individuo adopta actitudes o lleva a cabo actos que se ajustan a la tradición
sólo por cumplir con el protocolo social, pese a no estar plenamente convencido
de la respuesta que está dando. Entrar al banco de peces, aporta seguridad a
las personas: aún a sabiendas del error o de que la actitud provoca
destrucción, el individuo hace lo que el grupo por seguridad inconsciente, de
tal forma que es capaz de participar con grandes despliegues de violencia en el
linchamiento de un semejante sólo para distinguirse y ser reconocido por los
demás dentro del banco de peces, cuando en otras circunstancias no sería capaz
de hacer lo mismo. Dentro del banco de peces, muchos encuentran sustento a su
liderazgo.
Las sucesivas y
artificiales ampliaciones que el Sistema provoca en las actitudes sociales
innatas de los individuos, son de tal forma que donde termina la ampliación
natural, empieza la artificial. Un ejemplo muy claro sobre este tema, es la
evolución de los aspectos socializantes. A partir de la cualidad humana de
cuidado a la familia, el niño entra en contacto con su madre afirmando el
primer vínculo social importante; en la siguiente etapa, el niño va controlando
su inclinación defensiva natural y se empieza a relacionar mejor con quienes
tiene más contacto (padre, abuelos, hermanos, etc.). La concepción de este
primer círculo social, ya presenta, al menos en nuestra civilización,
intromisiones no siempre dañinas del Sistema, introducidas por los propios
padres, el medio y los medios de comunicación. A pesar de ello, hasta aquí,
podemos decir que se trata de un círculo social sano y natural. El siguiente
paso, es hacia fuera de la familia para entrar en contacto con otros individuos
de otras familias para formar grupos; esto se da también por naturaleza humana,
y como es de esperarse, entre más se abre el panorama, más injerencia e
influencia se recibe del Sistema. Las etapas siguientes, corresponden a las
ampliaciones artificiales del Sistema; ahí entran el nacionalismo, el racismo,
la religión, la clase social, la secta, etc. Aquí podemos encontrar el primer
signo de enfermedad: una ampliación enfermiza del Sistema, que es cuando este
logra suplantar en importancia, a unos círculos sociales más internos, con
otros más externos. Por ejemplo, un individuo que está dispuesto a morir por su
raza, religión o territorio, a sabiendas que esa decisión destruirá a su
familia; o este otro ejemplo: muchas madres dejan en la orfandad a sus hijos al
protestar, inmolándose. A quien a perdido el orden natural de sus valores, le
resulta más importante proteger al círculo social artificial (externo) que al
natural (interno).
Es una práctica
común dentro de las personas sistémicas, deshacerse de los familiares más
viejos, aquellos que no pueden aportar ninguno de los satisfactores reconocidos
por el Sistema o al menos, cuando no se requiere su presencia para obtenerlos.
Los más pudientes, pueden contratar personal especializado para atender a
madres, padres, tíos o abuelos dentro de sus mansiones; otros los recluyen en
hospitales, asilos o casas de retiro; otros más, los mantienen simplemente fuera
de su casa. La razón de este rechazo no varía mucho de ser considerados como un
estorbo. Los valores económicos, profesionales y de toda índole, son más
importantes para los sistémicos que el agradecimiento, la comprensión, el
reconocimiento y el amor. Nadie quiere un lastre que le impida o le complique
su crecimiento dentro de la sociedad sistémica. Lo mismo aplica para los no
nacidos a causa del aborto inducido voluntariamente: he oído decir a una mujer
que abortó porque un hijo le complicaría alcanzar sus intereses y, cuando se
indaga acerca de esos intereses, se encuentra que tienen que ver con cuestiones
económicas, profesionales o sociales; nunca he encontrado que esos intereses se
refieran al crecimiento intelectual, racional o espiritual. No estoy en contra
ni a favor del aborto inducido, porque eso es algo que solo compete al
interesado; lo que considero profundamente lamentable, es que se aborte por
cuestiones de superficialidad humana, porque el Sistema ha hecho de esas
superficialidades, elementos de suma importancia dentro de la sociedad para el
desarrollo sistémico de los individuos (la lucha por sobrevivirle al Sistema).
El análisis de
estos círculos artificiales, tiene ligamen con el origen mismo del Sistema,
específicamente sobre la creación de un Estado, de una Religión, de un País, de
organismos internacionales que tienen injerencia sobre todo lo que se mueve en
el planeta, etc. De ahí su importancia, ya que no estamos lejos de establecer
que la manipulación de la conciencia colectiva ha sido parte esencial en la
creación del Sistema, su desarrollo, la corrupción que promueve y su
mantenimiento. Entonces vemos que la conciencia colectiva tiene dos aristas:
una puramente práctica, y otra puramente ideológica. La conciencia colectiva
práctica, no involucra razonamiento y el individuo obedece a impulsos internos
disparados y a veces manipulados desde el exterior; mientras que la ideológica,
involucra un razonamiento afectado sea por la tradición o sea por los filtros
del Sistema y el individuo obedece a principios y valores propios
tergiversados. He aquí, que se manifiesta como una enfermedad social. La
influencia del medio ambiente social, puede ser de tal envergadura, que
sorprende. Recuerdo un documental que vi hace más de quince años, donde se
presentaba a un individuo huérfano que se crió en una casa para deficientes
mentales. El hombre, siendo ya un adulto y a pesar de poseer todas sus
facultades mentales sanas, se comportaba igual que los enfermos residentes.
Dentro de los innumerables ejemplos históricos de manipulación de masas para
formar un banco de peces, es decir, a una sociedad enferma, tenemos a la
Alemania Nazi; una mujer muy cercana a Hitler, envenenó a sus cuatro hijos poco
antes de que cayera Berlín a manos de los rusos porque no concebía un futuro
sin el nacional socialismo. Los valores natos de las personas, fueron
reemplazados en orden de importancia por los valores que aportaba el nacional
socialismo, una anexión artificial del Sistema.
Analizando un poco
más a fondo estos fenómenos, podríamos determinar algunos de los elementos que
intervienen en la manipulación de las masas; comprender mejor cómo operan
procesos como los de "civilizar" y "conscientizar" a la
población; obtener escalas de manipulación, etc. Aunque no es el objetivo de
esta obra, es pertinente resaltar la extensión de las influencias dañinas del
Sistema y su efecto robotizante, tanto a nivel individual como social. También
es importante señalar, que el fenómeno de tergiversación de los principios y
valores, no es casual ni opera fuera de control; mucho menos es parte del
proceso natural que propicia la unión de un grupo bajo una bandera para
protegerse mejor y fortalecer su seguridad: es un proyecto de control de masas
que el Sistema, por sus características, permite llevar a cabo a los gobiernos
y otros sistémicos conscientes, que buscan mantener el poder del Sistema sobre
la sociedad y mantener ellos el control sobre el Sistema, para lo cual no
importan medios ni costos.
La reticencia del
individuo hacia el Sistema, también se manifiesta a nivel social. El principal
enemigo del Sistema (después de la consciencia de especie), es la anarquía,
donde los cánones sociales valen menos que un maní. La anarquía es la respuesta
social a las crisis del Sistema, cuando quienes lo administran, pierden control
sobre el mismo. El Sistema tiene el antídoto a la anarquía: la tiranía. Vemos
cómo muchas dictaduras militares surgen a partir de una crisis del Sistema para
restituir su poder sobre el pueblo y ponerlo en control de otras manos,
igualmente sectarias, que formarán una nueva oligarquía que, para camuflajearla
y darle sentido de modernidad, llamarán democracia. La oligarquía democrática es el resultado de este proceso. Un claro
ejemplo de estos brincos del Sistema, es la historia reciente de Argentina,
donde la clase gobernante pierde el control del Estado y da lugar a una
anarquía social; esta a su vez es sometida por una dictadura militar que, por
inercia debe dejar su lugar a la oligarquía democrática, que encuentra justificación
luego en la alternancia.
Un grupo social puede hacerse del control del Estado si es
capaz de hacer perder al gobierno actual el control sobre el Sistema, es decir, si el
Sistema se controla actualmente por medio de las instituciones, quien controla
las instituciones, controla al Sistema. El grupo que pierde este control,
tendrá dos caminos en el caso de que eso suceda: golpe de Estado o retirarse, y
en algunos casos, negociación. Antes de la incorporación de la democracia en el
control del poder sobre los Estados, las disputas por ese poder se dirimían por
las armas en la gran mayoría de los casos; con la nueva “civilidad” política,
la incorporación de la democracia y el esquema unilateral de la política
internacional, los Estados van superando el conflicto armado y se entregan a la
lucha de manipulación de masas estableciendo las oligarquías democráticas; es
el aprovechamiento político a partir de una sociedad enferma (programada por el
Sistema). La tendencia sistémica de control sobre los pueblos, puede aportar
elementos positivos, pero jamás, tenderá por sí sola a perder ese control.
Las oligarquías
democráticas son el remix más
reciente del Sistema14. Este
modelo difiere un poco de todos aquellos que se caracterizan porque el control
del Estado descansa en un gobierno cuyos principales miembros pertenecen a una
clase social alta que conforman grupos cerrados aparentemente opuestos unos con
otros o al menos distintos en los matices desplazándose entre “conservadores” y
“liberales progresistas”. La diferencia se establece en la forma de acceso al
poder: primero por negociación interna y en la etapa final por la capacidad de
manipulación de las masas formando o deformando a la opinión pública
anticipándose a una elección popular democrática. La elite de los países ha
evolucionado sus métodos de acceso al poder con la alternancia, pero no están
dispuestos a compartirlo con quienes son ajenos a sus intereses finales, que
van de acuerdo con las formas de comercio internacional impulsadas por la OMC y
la OECD ( ú OCDE), acaso dan concesiones a otros grupos para mantener el
control sobre el Estado y la propiedad hereditaria del Sistema.
Sin embargo, la
decisión de formar gobiernos supuestamente democráticos, no ha surgido de los
residentes del país donde se plantea, aunque hayan pugnado desde siempre por
ella, sino ha sido impuesta impulsada por los miembros más prominentes de cada
sociedad desde el gobierno, la iniciativa privada, diversos grupos de poder
interno y organismos internacionales que tienen gran influencia sobre el
Estado, ya sean intelectuales, grandes inversionistas y líderes religiosos, que
junto con el gobierno son los brazos visibles del Sistema. Pero estos elementos
sólo son los ejecutores de las “sugerencias” de sistémicos externos más
fuertes. El método, ha sido el mismo para imponer otros ideales mundiales.
Primero, es la inoculación ideológica desde el exterior; luego, es provocar una
crisis sistémica interna; finalmente, es la imposición con rostro de logro
social local (porque, muchos revolucionarios lo hacen convencidos).
El “Mundo Feliz”
de Aldous Huxley, es una realidad y sin necesidad de zoma. La verdad es que sin artificios de ficción, los poderosos del
mundo han llevado la empresa del control de nuestras vidas, con mucho mayor
eficacia y de forma casi totalmente velada; el zoma, es el dinero; las
clases sociales, no se dan a partir de la biotecnología, sino de la cultura
materialista, aunque ya se vislumbra la sectorización biológica.
Otro aspecto
importante concerniente a si un Estado es democrático o no, tiene que ver con
la libertad de pensamiento, que a su vez tiene que ver con la autonomía de
pensamiento. Ni hay plena libertad de pensamiento (no para las ideas contrarias
al Sistema), y la autonomía de pensamiento tampoco es la condición predominante
en la población mediatizada. Entonces, ante estos faltantes, lo que proclaman
como democracia, no es tal, sino se trata de una seudo democracia,
nacida de una protodemocracia. Si a todo esto sumamos
desigualdad, ignorancia, desiformación y malinformación, abuso de poder,
imposición externa, miseria y todos los elementos ideológicos y surrealistas
que aporta el Sistema, ningún argumento por rebuscado que este sea, puede
demostrar lo contrario: no existe la
democracia de Estado en ningún país del mundo (aunque los gringos son
capaces de llamar a una dictadura que se ejerce de acuerdo con sus intereses: “dictadura
democrática”, para estar a tono con la moda). Claro que no pongo en
duda a la democracia si la arropo con los conceptos venidos del mismo Sistema,
por lo que esta democracia es más conceptual que real, es decir, más teórica
que practica. Baso mi observación en una definición de democracia lo más
apegada posible a la razón, por encima del materialismo y del idealismo, porque
estas formas de ver a la humanidad fallan cuando pretenden encerrar a nuestra
especie y su realidad en bloques predefinidos y por ser predefinidos,
estáticos, siendo que tenemos un fluir dinámico finito aunque permanente
(Veremos más a fondo esto en la parte tercera de la obra).
El Sistema y la falsa democracia
Un gobierno
auténticamente democrático, sería aquél elegido democráticamente, exento de
toda influencia surrealista del Sistema, donde los electores no estén sujetos a
la manipulación y sean libres en su forma de pensar; en una sociedad sana e
informada, educada en los conocimientos, que maneje y entienda conceptos clave,
que tenga conciencia de especie; y luego, que el elegido practique una forma de
gobierno demócrata. Ante tales requisitos, no existe en el mundo un gobierno
auténticamente democrático, es decir, las democracias del mundo son la gran
falacia del Sistema15.
Para entender
mejor el concepto de democracia, que en poco se parece a la concepción que le
da el Sistema, pondré un ejemplo muy sencillo. Supongamos una escuela donde
todos son adultos; los maestros, los alumnos y los demás empleados. El poder se
encuentra centralizado en el director, quien toma las decisiones trascendentes;
los empleados y los maestros se encargan de asegurarse que se cumplan. Este
modelo, en principio, es autocrático. Llega el día en que deciden
democráticamente formar una escuela democrática. Se forman distintas planillas
compuestas por mezclas de empleados, alumnos y maestros. Se llevan a cabo las
elecciones y uno de estos grupos resulta ganador. Desde ese momento es el grupo
que toma las decisiones, les gusten o no al resto de los grupos y a los demás
miembros de la comunidad escolar. Si este nuevo gobierno, lleva a cabo sus
acciones del mismo modo que lo venía haciendo el director en el modelo
autocrático, el modelo seguirá siendo autocrático. Con el paso del tiempo el
proceso se repite con la característica que es la elite política de uno u otro
grupo, la que termina asiéndose del poder, formándose entonces lo que he
denominado una oligarquía democrática, donde el término “democrática” no
representa la forma de gobierno, sino la forma de elegirlo. Esta es la gran
diferencia entre la democracia que pregona el Sistema y la democracia auténtica.
El hecho de que se decida democráticamente establecer un gobierno demócrata y
que se elija democráticamente, no involucra necesariamente un gobierno
democrático, porque las decisiones posteriores a la elección y toma del poder,
siguen siendo autocráticas. Entonces, la mentira estriba en hacernos creer que
un gobierno elegido democráticamente es un gobierno demócrata, porque una cosa es el proceso de acceso al poder y
otra muy distinta (y distante) la forma de ejercerlo16.
Este análisis,
contempla un modelo “ideal”, que por supuesto no se da en la realidad, ya que
en ella, ni siquiera la elección es democrática porque sólo a ciertos grupos e
individuos les es dado el privilegio de contender en una elección y pocas veces
en igualdad de circunstancias, siendo que la igualdad es uno de los principios
básicos (valga la redundancia) de la democracia, entre otros, como son el
acceso a la información, nula injerencia en los medios de comunicación dado su
poder sobre la forma de pensar de las masas, libertad de expresión, sin uso
inmoral de cotos de poder (como parte de la tradición) y un largo etcétera17.
Dentro de la
permanente lucha por el poder (tener el control del Sistema), los grupos con
posibilidades, están dejando atrás, en gran medida, la confrontación armada,
pues a partir de los procesos electorales, tienen más y mejores ventajas. Entre
ellas, se encuentran las siguientes:
1. Las probabilidades
de ganar, normalmente se inclinan hacia los grupos con un nivel de poder
político y económico determinado, es decir, es un proceso discrecional
controlable, inclusive desde el exterior.
2. Entre más amplio
es el poder que un puesto de elección otorga, más filtros tienen estos grupos
para asegurar que quien salga como contendiente, si gana, estará del lado de
sus intereses.
3. Que ante una
derrota, no es indispensable movilizar y mantener un cuerpo armado para
recuperar el poder, sino entrar en el juego de la alternancia “democrática”.
Este proceso de recuperación del poder es mucho más económico, requiere de
menores tiempos y los gastos no corren por cuenta de los interesados; ya no se
arriesga la vida ni la posición social, el riesgo es sólo político.
4. Que una elección
democrática, aporta conceptos aceptables sobre una realidad ficticia,
haciéndola parecer lo que no es, como son: democracia, legalidad,
representatividad, validez, legitimidad, etc.
Sin embargo,
también se tienen desventajas:
1. En sistemas
“democráticos” deficientes, los filtros para llevar a alguien conveniente al
poder, no siempre funcionan como se espera y puede llegar alguien inconveniente
(v.g.: Hugo Chávez).
2. Se tiene que dar
oportunidad de competencia a otros clanes con intereses no tan de acuerdo con
los de la oligarquía democrática gobernante, como son los grupos con ideas
socialistas si la oligarquía dominante es más bien capitalista; o a grupos de
“derecha” o “ultra derecha”, si la oligarquía dominante es de corte socialista.
3. Que se mantiene la
tendencia de mayor aceptación popular para un liderazgo extremista (populista,
nacionalista, religioso, etc.) que para liderazgos más centrados, dando como
resultado una menor influencia del factor económico sobre los electores (aún
hay cosas que escapan al poder del capital y a la mediatización, porque los
extremos son dogmáticos y esto les permite formar fácilmente masas críticas
sobre una sociedad enferma).
Estas desventajas
lo son, desde el punto de vista del Sistema por supuesto, porque bajo
determinadas circunstancias, representan un aliciente y una reivindicación
social.
Dentro de los
planes globalizadores de la economía, se encuentra sin duda, el plan para
centralizar el poder mundial en un solo clan, obviamente comprometido con los
intereses de los inversores. La democracia que nos vende el Sistema, no es más
que una herramienta para hacer de los Estados locales, Estados dependientes
supeditados a las decisiones del gran clan internacional; los gobiernos locales
se convierten en regentes de la nueva administración mundial, ya que un Estado
producto de esta democracia, representa un gobierno comprometido con las
entidades que le dan reconocimiento y protección, es decir, con las
instituciones que controlan los poderosos del mundo. Los poderosos locales de
los países emergentes y subdesarrollados, ya no pelean por un poder expansible
fuera de sus fronteras, sino por mantener el poder local, y a cambio de la
protección y apoyo a su Estado y su gobierno por parte de los poderosos del
mundo, lo hacen mediante la estrategia impuesta de moda: la supuesta
democracia. Entonces esta falsa democracia no es un fin, sino un medio para
acceder y mantener el poder y, para blindarla, se la atribuye como un “logro
social”. Al ser un medio y no un fin, la presión social por mejores formas
democráticas, no tendrán eco en los gobiernos locales mientras sigan
funcionando las formas establecidas.
La auténtica democracia, principia con el reconocimiento de
los derechos humanos naturales y termina con proteger esos derechos, entendiendo que
nuestros derechos naturales no son del todo equivalentes a los que establece la
ONU en su declaratoria (veremos ampliamente cuáles son, en la tercera parte de
esta obra). Entonces, ¿dentro del Sistema puede existir la democracia?, por
supuesto que no, ya que si bien se pueden reconocer los derechos de la gente,
protegerlos implicaría necesariamente la desaparición del Sistema porque este
basa su poder precisamente en la dominación, siendo que dos de los derechos
principales de toda persona son la autonomía de pensamiento y la igualdad,
protegerlos es destruir la parte intangible del Sistema, sin la cual la parte
tangible no es posible. Entonces, la
democracia basada en los derechos es auténtica y es en verdad el mejor antídoto
contra el Sistema y el único nuevo marco de referencia social viable para una
especie con las características del Ser Humano, porque esta forma de
democracia, sólo puede ser producto de la consciencia de especie de los
individuos, no sólo de índole informativa e impositiva, como lo pretende el
mundo occidental. En tanto, la protodemocracia, es sólo una estrategia para
acceder al poder y mantener la sumisión del pueblo. El Estado concede derechos
civiles a la población para que a través de estos, defienda sus derechos
naturales. Nada más irracional, pues el sentido debe ser a la inversa: a través
de los derechos naturales, es que deben conformarse y defenderse los derechos
civiles y de cualquier otra índole. Es así, porque para el Estado reconocer los
derechos naturales y ponerlos por encima de los civiles, resulta incompatible
con su naturaleza actual; sería negarse a sí mismo. Si tanto cuesta a una
sociedad sistémica implementar una protodemocracia, cuánto más costará
implementar una democracia. En realidad, la instauración de la democracia real
es imposible bajo las estructuras de poder actuales. En países como México, el
Estado es utilitario (nada que ver con el Estado republicano –utópico-
concebido por Benito Juárez, donde el Estado lo componen todos, es decir: el
gobierno, las instituciones y los ciudadanos; donde el gobierno tiene como fin
primordial, velar por el bien común y donde las instituciones son los
instrumentos para alcanzar dicho fin; donde los ciudadanos son copartícipes
tanto en los deberes, obligaciones y en el trabajo, como en los beneficios de
estos). El Estado mexicano, en la praxis, es utilitario porque sólo persigue la
dominación de los ciudadanos y el control del sistema socioeconómico en
beneficio de las clases altas de la sociedad; las instituciones son, en
consecuencia, los instrumentos “legales” para alcanzar teles objetivos, y el
ciudadano representa un problema, donde en función de cómo pueda resolverse ese
problema, están los beneficios para las clases dominantes. El neoliberalismo
viene a agudizar esta tendencia haciendo más ricos a los ricos para que
eventualmente, estos derramen sus excedentes sobre las clases inferiores. Pero,
¿cuál es el criterio para que tal eventualidad se cumpla? Simplemente queda a
consideración de los poderosos; ya salen las fundaciones de ayuda supuestamente
altruista como respuesta (de las cuales hablaremos en la parte cuarta de esta
obra). En 1988, había en México un multimillonario reconocido
internacionalmente; al día de hoy, son 24, pero si contamos las inmensas
fortunas que la corrupción ha fomentado -de muchas de las cuales no se posee
registro- podemos decir que estos 24 se multiplican por diez o más veces. Estos
desbalances económico, político, social, educativo, etc., hacen imposible
pensar en la posibilidad de un gobierno democrático, pues un gobierno que en
cualquier país del mundo vea primero por el bien común, es tachado de populista
y desde esa trinchera es atacado por quienes manejan los hilos de la economía
hasta provocar su inoperatividad y posterior caída. La retórica del “bien
común”, además resulta en una cuestión utópica pues los intereses de las clases
dominantes, pertenecientes a la comunidad, son muy distintos a los intereses de
las demás clases, entonces ¿cuáles pueden ser las políticas de Estado capaces
de satisfacer tanto a las clases más opulentas y a mismo tiempo a las clases
populares? En una sociedad de gran desigualdad, tales políticas no existen. Lo
que se hace, es seguir el modelo neoliberal que satisface a los ricos y
paralelamente, dar apoyos extraordinarios a los pobres en especie para
disfrazar su miseria, pero donde tales apoyos, si bien determinarán un cambio
en las estadísticas sobre pobreza, no contribuyen en nada significativo para el
verdadero desarrollo de los desposeídos: nunca se le dará a un miserable la
concesión para explotar una mina de oro. Los resultados de estos apoyos, solo pueden
llegar a tener un impacto social importante si se mantienen por sucesivas
generaciones y se acompañan de transformaciones críticas en la forma de operar
de un Estado, en des dogmatizar a la sociedad y en transformar muchas de las
estructuras sociales de corte clasista. De otra forma, socialmente sólo sirven
como paliativo y válvula de escape de la presión social. El Estado busca
atender los puntos que se vuelven críticos, con el fin de que no haya cambios
drásticos en las estructuras de poder y que todo se mantenga bajo su control.
La historia le ha enseñado a atar y desatar, a apretar y aflojar, donde se
vislumbran posibles amenazas futuras contra el stablisment. Eso no es
democracia ni búsqueda legítima del bien común, sino componendas por un lado
cínicas y por el otro falaces sobre la lucha de clases.
Los engaños del Sistema
Además de lo visto
hasta ahora sobre los engaños del Sistema, es pertinente profundizar en este
tema de manera independiente. Esto por la necesidad de establecer mejor los
antecedentes y consecuencias de los procesos que comanda el Sistema en su
interés de mantenerse por el tiempo que la humanidad perdure. Generaciones
completas de seres humanos han sido inmoladas, demolidas y avasalladas en sus
derechos, su integridad y su vida por causas que no valen ni siquiera el nivel
de bienestar que las clases más opulentas de todos los tiempos han alcanzado a
expensas de. El Sistema, debido a que se basa y tiene su origen en políticas
comerciales, se ha mantenido y fortalecido gracias a una economía basada en el
dinero. Una sociedad cuyos justificantes prácticos y referentes sociales se
imponen a partir del dinero, es una sociedad caída en la estupidez,
inconsciente de su propia esencia y autolimitada en su potencial. La especie
humana, es como un árbol, donde las ramas representan la inteligencia, el
tronco representa la forma de organización social y la raíz, es la consciencia.
No necesito ejemplificar qué pasa con el árbol dadas determinadas medidas de
cada parte, pero si es importante decir que esta sociedad corresponde a un
árbol de raíces poco profundas, por lo que si el tronco se alarga y las ramas
se elevan, no tardaría en caer bajo su propio peso.
Recordando la
conocida frase surgida en el Imperio Romano: “al pueblo, pan y circo”,
voy a iniciar esta exposición, primero para probar el doble lenguaje de los
dueños del poder, y luego para probar que, las cosas que surgen del Sistema, a
pesar de ser ciertas, sus matices ocultan un engaño; se recurre a verdades
menores para ocultar la verdad de fondo: que mantenemos, defendemos y seguimos
forjando en la lucha por la vida, a una sociedad adherida a la estupidez, dado
el potencial con que cuenta ahora la humanidad.
La interpretación
popular de esta frase, no varía mucho de decir que se trata de una forma
política de tener contento al pueblo: darle de comer, darle salarios, bonos,
bienes materiales de primera necesidad, por un lado, y por el otro, darle
diversión y esparcimiento. Todo con el objetivo de evitar las sublevaciones.
Todos estarán de acuerdo que la frase en cuestión y su interpretación popular
encierran verdad, pero pocos, realmente muy pocos, podrían deducir el doble
sentido de esta frase, es decir, lo que realmente da a entender, lo que
interpreta la clase en el poder. Como apoyo a esta interpretación alterna (que
en realidad es como se debe interpretar cuando viene de los poderosos, porque
es como ellos así la entienden), voy a recurrir a una parábola:
“Había una granja
con cerdos, vacas, asnos, gansos y ovejas a cargo de un grupo de granjeros. Los
cerdos producían carne y manteca; las vacas, carne y leche; los asnos se usaban
para transportar las mercancías; los gansos daban plumas, carne y huevos; y las
ovejas lana y carne. Todos los animales aportaban esto a costa de sus vidas y
su servidumbre. Los granjeros atendían las necesidades de los animales y
comercializaban los productos.
Las ganancias
obtenidas de la venta de los productos, obviamente eran de naturaleza distinta,
de tal forma que por la carne, se recibían monedas de oro, por los huevos
monedas de plata y por las plumas, diamantes. Parte de esta riqueza se
utilizaba para dar de comer a los animales buscando siempre la mejor relación
costo – beneficio, y en atender otras de sus necesidades, pero hasta cierto
límite, un límite impuesto a criterio de los granjeros. Es así que si un ganso
enfermaba, se le atendía para salvarlo no por tratarse un ser viviente, sino en
relación a la riqueza que producía, de tal modo que, si el costo de su sanación
representaba una erogación superior al valor estimado del animal, se le dejaba
morir y con lo ahorrado al no atenderlo, se compraba otro ganso.
Sin embargo, si
uno de los granjeros enfermaba, se dispensaba la riqueza que fuera necesaria
para salvarlo, puesto que este no estaba tasado económicamente. Entonces los
granjeros solían decir: “a los animales, pastura y agua; mientras que a
nosotros, el resto de la ganancia”.
Entonces la frase
dice: “al pueblo pan, porque para que siga produciendo, debe mantenérsele vivo;
al pueblo circo, para que no piense, para que crea que todo está bien y no se
de cuenta de la verdad; para nosotros, es la mejor y la más grande tajada; para
nosotros son los placeres que más nos apetezcan”. La frase, como otras de este
tipo donde se sabe más por lo que omiten que por lo que dicen; lo que refleja,
no es una preocupación genuina por el pueblo, ni porque este se sienta
inconforme y proteste, sino que pone de manifiesto la concupiscencia de los
poderosos y desenmascara el verdadero objetivo del Sistema. Recordemos la
dictadura televisiva de Milosevic: poco pan y mucho circo televisivo donde la
realidad era suplantada por otra completamente distinta, siempre justificando
la guerra con ideales inexistentes como el derecho a una venganza histórica que,
puesto sobre un principio real de justicia, lo hacía parecer como un deber
ciudadano para los serbios. Esta experiencia histórica, demuestra además el
tremendo poder que ejercen los medios masivos de comunicación sobre la
población, mientras esta no adquiera un nivel de consciencia mínimo para
inmunizarse.
Otra observación
importante, tiene que ver con el origen de los derechos humanos naturales; si
bien deben protegerse, no es el Estado quien los otorga y nadie puede negarlos:
son inherentes a la especie.
Respecto a la
libertad de expresión, este es otro engaño del Sistema. En el mundo, se defiende la libertad de expresión como
uno de los derechos más importantes dentro de las organizaciones sociales. Sin
embargo, esta defensa se sitúa cada vez más dentro de la trinchera de los
grandes medios de comunicación, ya que por su característica social, el impacto
de estos medios en la población, hace que adquieran una importancia mayúscula.
Recientemente el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, decidió conforme a las
prerrogativas que le otorga la ley, cancelar la concesión a una de las dos
televisoras privadas más importantes de aquél país. Las voces en contra no se
hicieron esperar, donde fuera de los comentarios políticos, la bandera que se
esgrimió, tanto dentro como fuera de Venezuela, fue en sentido de la libertad
de expresión, como si ésta en verdad existiera dentro de una televisora con
marcado acento político, de derecha en este caso, porque no importa que el
Estado respete, si acaso lo hiciera cabalmente, la libertad de expresión de los
medios de comunicación, si son los medios los que se auto censuran o manipulan
el sentido y los senderos por donde deben fluir la opinión y la información.
Contratar a ciertos líderes de opinión, seleccionados por su tendencia
ideológico política o social, por un lado, y bloquear, rechazar, denostar y no
contratar perfiles opuestos, por el otro, es un claro atentado contra la
libertad de expresión perpetrado por quienes ahora dicen defenderla (lo hacen
hasta que sus intereses están en riesgo). Desde esta perspectiva, que se
verifica tanto en los medios públicos como en los privados, es que podemos
afirmar sin lugar a dudas, que la libertad de expresión es un engaño más del
Sistema. La libertad de expresión se ha suplido por la oportunidad de
expresión, que a todas luces, pertenece en mucho mayor medida a los dueños
de los medios de comunicación, generalmente aliados a una tendencia política,
es decir, pro sistémicos. En sentido contrario, para que un ciudadano común
pueda hacer oír su voz, requiere de medidas de presión política y social
organizadas, y aún así, no deja de ser víctima de la censura, la tergiversación
de sus posturas y la represión. El terrorismo nativo, tiene su origen en esta
circunstancia.
No puede haber libertad de expresión cuando los
desposeídos y los marginados no tienen acceso a los medios ni a la tecnología
ni a la información ni a la educación. No puede haber libertad de expresión
cuando los ciudadanos sometidos a los que se les llega a dar apertura en los
medios, carecen de consciencia, porque ante tal carencia, más que aportar algo
verdadero, ayudan a perpetrar la mentira. La libertad de expresión, es un
privilegio de aquellos que juegan en la cancha de los ganadores.
La palabra escrita, vejada, abandonada, viciada,
demeritada, mediocratizada, reemplazada por otros medios donde el receptor
adopta actitudes más pasivas que activas, es a pesar de todo, la más abierta y
la más democrática. El Sistema permite una gran variedad de expresiones en este
medio, porque en la abundancia, se diluyen las voces que hablan verdad, las que
dicen algo digno de atención; porque la poca cultura y la pobre comprensión de
la mayoría de los destinatarios, por un lado, y la aparentemente falta de
utilidad del producto literario por el otro, son una barrera “natural” contra
las ideas que hablan sobre una realidad contraria al Sistema (esta obra, por
ejemplo). El hecho que el Sistema tolere ciertas publicaciones, pone en
evidencia la falta de libertad de expresión, ya que el vocablo “tolerar”,
implica permitir algo contrario a una posición determinada, y el vocablo “permitir”,
lleva consigo a su opuesto: reprimir. Donde hay permiso y represión, no
existe la libertad como derecho, sino como dádiva. Una obra como esta, sólo
podría salir a la luz pública por descuido, por un acto de valentía de algún
editor o por una coyuntura especial poco probable.
Se permite, de acuerdo a la versión y visión del Sistema,
que quienes no ponen en riesgo las tradicionales estructuras de poder, digan
cuanto deseen, con plena libertad. Lo mismo pasa con quienes opinan diferente;
la diferencia es que los primeros encuentran acogida en los medios masivos,
mientras los segundos, se enfrentan a un cerco de difícil o imposible apertura,
además del rechazo dogmático y la falta de juicio propio de los receptores
enfermos, porque así nos han condicionado. Así, vemos en los medios, que más de
las dos terceras partes de la información que proporcionan, o está llena de
alabanzas al modelo político y social, o se trata de estupideces, cuando en un
mundo lleno de problemas e injusticia, hay tanto realmente importante que
decir.
Uno de los principales engaños del Sistema, es sin duda
el que tiene que ver con las posesiones: la posesión de la tierra, de los recursos
naturales, de las aguas y los mares, el espacio aéreo, de los yacimientos
minerales, etc., es decir, todas esas cosas que existen millones de años antes
que nosotros, los humanos, y que nos hemos ungido como dueños de ellas. La
posesión de estas cosas, es una verdad deformada, es decir, la Tierra y sus
recursos sí son propiedad de los seres vivos que la habitan, pero no de la
forma en que el Sistema lo establece: derechos de uso, explotación y
enajenación de acuerdo a políticas económicas, jurídicas y políticas. Una mina
de diamantes (cuyo valor comercial es puramente cultural), es explotada por
unos cuantos individuos a quienes el Sistema por medio del Estado, les ha
otorgado ese derecho. Hay dos elementos irracionales en esto: 1) que ellos
(concesionarios y Estado) no son quienes realizan el trabajo de extracción,
sino lo hacen trabajadores mal pagados cuyo trabajo es explotado al máximo, y;
2) que el valor sumado del trabajo robado a los mineros y el del valor
comercial de los diamantes, beneficia primordialmente a los “dueños” de la
mina. Porque ¿quién es el Estado para repartir la riqueza natural a discreción,
y no solo eso, sino que le asegura a los dueños, empleados que hagan el
trabajo?. El engaño consiste precisamente en hacer creer a todos que pueden
tener la posesión privada de recursos que en realidad pertenecen por igual a
toda forma de vida, de acuerdo a lo que cada una necesita para vivir. La Tierra
y cuanto hay en ella, es un hábitat, por lo que resulta irracional la propiedad
privada de esos recursos para unos cuantos y que estos hagan lo que quieran con
esos recursos, ya sea destruirlos, explotarlos para enriquecerse, abandonarlos
y no permitir que nadie mas los aproveche, etc. Bien dicha es la frase de
Emiliano Zapata que reza: “la tierra es de quien la trabaja”, refiriéndose a
las tierras de cultivo. Podemos extender y hacer más general esta frase
diciendo: “los recursos naturales son de quien los aprovecha para cubrir sus
necesidades y no más”. Tomar lo que cada quien necesita para vivir y permitir
que los demás hagan igual, es el máximo principio de igualdad, del cual se
desprende la abolición de la injusticia distributiva. Sabemos el origen
histórico del trato que el Sistema da a la posesión de los recursos naturales,
pero por sus mismas limitaciones, esta forma de tratar lo que es de todos, se
encuentra entrampada de tal manera, que la propiedad privada tal como la
conocemos en el mundo capitalista, es un pilar del modelo económico occidental,
por lo que cambiar esta concepción y reflejar el cambio en la praxis, sólo es
posible aniquilando al Sistema desde nuestra consciencia.
En los países
llamados del primer mundo, tampoco se vive una libertad racional (bajo la
óptica del racionalismo natural, no del racionalismo sistémico, tema tratado en
la tercera parte de esta obra). Si se gozan de mayores libertades que en los
países emergentes, esto se debe a la libertad asociada al ingreso per cápita.
Dentro del Sistema, a mayor ingreso, mayor posibilidad de ejercer las
libertades naturales porque hay más educación, más posibilidades para viajar, y
en general hay más condescendencia gubernamental en muchos temas cuando las
cuotas impositivas satisfacen al Estado. Aún así, también hay reglas en algunos
temas, mucho más estrictas que en el resto del mundo. Estas ventajas, no son
producto propiamente del trabajo, pues si eso fuera, quienes más horas y
esfuerzo dedican a esta actividad, serían los más ricos. Como veremos en el
cuarto capítulo de esta parte, los factores son básicamente asociados al sistema
económico mundial, a las reglas comerciales y a los modelos político económicos
de las diversas naciones, todos ellos impuestos por los grandes consorcios
internacionales en base a presiones económicas a través de los Estados
desarrollados, principalmente del norteamericano y de las instituciones
globales (FMI, OMC, etc.).
Una característica
inseparable de la condición humana, es la diversidad. Entre los miles de
millones de seres humanos que vivimos actualmente y los millones de millones de
personas que han vivido a través de los tiempos, no ha habido dos idénticos en
todos sentidos. Cualquiera de nuestras características se ubican entre dos
extremos y los menos son quienes tienen una o varias de estas características
completamente hacia uno de estos extremos. Las características que tienen que
ver con la orientación sexual son un ejemplo. Más del 90% de la gente es
fisiológicamente bisexuada, es decir, hormonalmente, físicamente, culturalmente,
psicológicamente, etc., se ubica entre uno y otro extremo. Es entonces, que la
definición sexual se da mas por cuestiones culturales y psicológicas, y claro,
si una persona tiene más características naturales que condicionan su género,
psicológica y culturalmente tenderá hacia dicho género, pero no necesariamente,
ya que debido a la diversidad, existirán quienes a pesar de que
fisiológicamente predomine un género, por cuestiones culturales o psicológicas
tenderán al opuesto; o viceversa: aunque su psicología o su cultura lo arroje
hacia un género, por cuestiones fisiológicas tenderá al otro. Esto quiere decir
que lo anormal, sería que los que nacen hombres o mujeres adopten cabalmente
una postura opuesta uno al otro, como si de dos especies o cosas distintas se
tratara. Nadie pertenece a los extremos, pero sólo hay dos sexos. La diferencia
sexual sólo debería repercutir en lo que a reproducción se refiere, no en el
resto de cosas que comprenden la vida humana.
El problema radica
en lo que consideramos normal y anormal, permitido o no permitido, etc., todo
lo cual puede derivar en la intolerancia, el rechazo y el repudio. El problema
es un asunto de ignorancia de la condición humana. Es esta ignorancia
manifiesta a través de la cultura, que genera mas traumas que el hecho al que
se culpa. Por ejemplo, en ocasiones un homosexual se hace homosexual por un
trauma de la infancia al ser abusado o por haber participado en una actividad
sexual con alguien de su mismo sexo. Ante la creencia de que ser homosexual es
malo, la sociedad no lo acepta y el conocimiento de esta condición por parte de
un puberto, lo hace sentir culpable y si hubo placer en la relación, piensa que
se debe a que su naturaleza responde a los estímulos homosexuales. Esto puede
ser una verdad a medias, ya que nada puede impedir que exista placer en una
relación homosexual, salvo por cuestiones culturales, psicológicas o
fisiológicas muy marcadas. En un puberto que aún no tiene bien definida su
sexualidad, estos factores pueden marcar su vida erróneamente.
Resulta un secreto
a voces que la primera experiencia sexual de una parte muy importante de la
gente, se lleva a cabo con gente de su mismo sexo durante la pubertad (varía de
cultura a cultura), que es la edad donde se manifiestan fuertes cambios
hormonales y psicológicos que tienen que ver con el género, además que se
refuerzan los condicionantes culturales a este respecto. Estos cambios producen
en el individuo una gran curiosidad por conocer y descubrir su sexualidad por
medio incluso de la experimentación directa. Por razones de organización
social, muchos de estos primeros encuentros sexuales, se dan dentro del seno familiar y entre las personas más
cercanas (parientes, amigos, etc.). Debido al esquema actual de organización
social, esto resulta completamente normal; lo anormal son aquellos casos donde
la diferencia de edades representa un abuso, por ejemplo, las relaciones entre
adolescentes y adultos, o peor aún, entre adultos y niños.
La falta de
información, la desinformación, el medio y la ignorancia, provocan que en vez
de tener situaciones normales y sanas, se produzcan tanto daño psicológico,
traumas y otras situaciones negativas que se reflejan en la salud mental del
individuo, el cual representa una punta de contacto para hacer de esto un
círculo vicioso, siendo que, en algunos casos, cosas que se juzgan como
negativas, en realidad no lo son, por ejemplo el homosexualismo o, ¿quién tiene
el rasero con el cual decidir lo que es bueno y lo que es malo? En aspectos
personales, cada persona debe tener su propio rasero, porque de otra forma no
hay libertad, entendiendo que la libertad de toda persona termina donde
empiezan los derechos de los demás, y los derechos de los demás, son los
derechos naturales de todos.
La idea de
etiquetar a las personas por su preferencia sexual “anormal”, como pervertidos
o enfermos es común en la sociedad occidental, y a no dudar, es consecuencia de
los filtros dañinos del Sistema, que producen tal respuesta automática errónea.
Del mismo modo resulta erróneo, asociar el cambio biológico inducido y la
transformación física (sea exterior al cuerpo o sobre el cuerpo mismo), con la
preferencia sexual; hay hombres que quieren ser mujeres y sin embargo les
gustan las relaciones sexuales con mujeres, o simplemente, no les interesa
actividad sexual íntima o les da igual el género de su pareja sexual. Se piensa
que querer ser del sexo opuesto al biológico original y de hecho, someterse a
caras y dolorosas operaciones y tratamientos, es únicamente debido al deseo incontenible
de tener relaciones homosexuales, siendo que el homosexual puro es quien gusta
de su mismo género sin cambiar nada en la pareja, es decir, hombre biológica y
mentalmente dentro de la norma con otro hombre similar, o mujer biológica y
mentalmente dentro de la norma con otra similar. Cuando ha operado un cambio
físico o de apariencia externa en una de las partes, la relación deja de ser
homosexual pura, porque la igualdad de género deja su paso a la equivalencia,
sea física o psicológica. Veamos un ejemplo extremo evitando matices
intermedios: un hombre que se opera y se somete a hormonas cambiando por
completo su cuerpo para parecer mujer ¿sigue siendo hombre? La mayoría dirá que
sí, pero ninguno lo tratará como tal, entrando en propia contradicción. Un
punto de vista para distinguir entre hombre y mujer, que parte de los elementos
socio culturales, de biología externa y de psicología de la personalidad, por
encima nos podrá decir que es mujer, pero en otras profundidades, podría decir
que es un hombre transformado o que no es ni hombre ni mujer porque unos
indicadores dicen una cosa y otros dicen lo contrario. ¿entonces qué es?. Si
nos alejamos de los filtros sistémicos, la conclusión que alcanza mayor
validez, es que es un Ser Humano diferente, simple y llanamente. Lo que quiero demostrar es que pueden existir tantos matices
como posibilidades, de tal forma que no podemos atenernos a ellos, sino reducir
nuestro juicio a lo más sencillo para determinar si una persona es hombre o
mujer; hay tres caminos: 1) preguntarle a la persona en cuestión y aceptar su
respuesta; 2) atenernos a su capacidad reproductiva, pueda o no pueda
ejercerla, quiera o no quiera ejercerla, y; 3) tomar todo el contexto y decir
que es una persona que cumple con características de ambos sexos y no por esto
considerarlo erróneo o rechazarlo. Todo este problema tiene su origen en que no
hay géneros intermedios y sin embargo, nos abocamos al determinismo de género
dentro de una sociedad diversa. Hay que entender que nuestro juicio no
significa más que una interpretación personal de los hechos que responde muchas
veces a ideas volátiles que son producto de la cultura y de nuestra experiencia
propia pero que no pueden tener un peso tal que perjudique a quienes tienen una
óptica contraria a la nuestra. Cuando no respetamos una posición ajena, no
podemos esperar que el otro respete la nuestra. Aquí es donde la cultura
sistémica sobre lo que es “normal”, se confunde con la verdad para que en una
supuesta defensa a esa verdad, se justifiquen aquellos actos u omisiones que
dañan a quien se observa diferente, y más aún, suponiendo que tengamos la
verdad, la auténtica, la absoluta, la verdad que no depende del Sistema,
tampoco justificaría acción alguna contra lo diferente, es decir, la posesión
de una verdad relativa o de una verdad absoluta, no es justificante en ningún
caso, para transgredir los límites que resguardan los derechos de los demás.
Por otro lado, la
tendencia de asociar a la actividad con el género (las mujeres barren, limpian
la casa y los hombres trabajan; los niños juegan con soldados y las niñas con
muñecas) y luego asociar esa actividad con la preferencia sexual, es un error a
todas luces. Del mismo modo lo es, asociar la preferencia socio biológica
individual (el género que yo quiero ser dentro de la sociedad) con la
preferencia sexual.
Sin el juicio del
Sistema, podemos decir que no hay perversiones (concepción sistémica) dentro de
una salud mental media, sino gustos diversos; que no es condenable la
homosexualidad (ni ninguna práctica sexual) si es en consciencia, en común
acuerdo y sin perjuicio de terceros. Si una mujer heterosexual se escandaliza
al ver a dos mujeres besándose en público, lo lógico bajo ese mismo juicio,
sería que una lesbiana se escandalice al ver besarse a una mujer con un hombre
en público. Muchos homofóbicos son homosexuales no confesos que por cuestiones
culturales no son capaces ni siquiera de reconocer que lo son debido a sus
atavismos.
En el aspecto
sexual, como en otros muchos ámbitos de la convivencia social, nos falta mucho
para aprender a tolerar y respetar lo diferente, aunque
la tolerancia involucra rechazo silencioso a lo que nos resulta desagradable,
por lo que en los casos donde la diferencia no nos perjudica, subyace un dogma
en nuestra mente, es decir, tenemos un problema de apreciación. Se tiene
la idea sistémica de que lo normal es lo más abundante, o que lo más abundante
es lo normal, lo sano, lo correcto, cuando la razón dice que lo normal es la
diversidad. Si existe diversidad en plantas y animales ¿por qué lo consideramos
normal y a la diversidad humana no? ¿por qué se rechaza lo diferente si son las
diferencias las que establecen el proceso evolutivo de todo ser vivo?. Lo que
quiero decir es que no hemos aprendido a aceptar la diversidad, en gran parte
debido a las influencias del Sistema, las que dominan nuestras formas de
pensar, de ver al mundo y en consecuencia, de actuar.
La intolerancia en
todas sus formas, tiene su origen en las ideas erróneas que a todos niveles
introduce el Sistema. Es tal la influencia de estas ideas, que podemos
encontrar casos que rayan en el absurdo. Tolerar lo
diferente, aunque es mejor que la intolerancia, refleja influencias negativas
del Sistema en nuestra mente; es como una muestra de civilidad dentro de la
sociedad contemporánea, pero el problema de la influencia negativa del Sistema
subsiste en el individuo, no se ha ido con la tolerancia, lo único que ha
cambiado, es el tipo de respuesta hacia el exterior. Por ejemplo, está
el caso de un niño, a quien su madre tuvo que convertir de zurdo a derecho
porque socialmente, a los zurdos se les consideraba homosexuales; una falacia
sostenida en otra aún peor. Ni el lado diestro determina la preferencia sexual,
ni la preferencia sexual tiene por qué ser condenable por sí misma. Pero por
otro lado, la madre tenía razón en dos sentidos: si no hubiese quitado esa condición a su hijo, la
influencia del Sistema es a veces tan abrumadora, que él hubiera podido creer
que por ser zurdo era homosexual sin serlo y, si al tener relaciones con otro
hombre encontraba placer, se hubiera convencido y perpetrado el error y después
de eso, no le quedaría más que aceptarlo o rechazarlo con el consecuente trauma
irracional, eso por un lado, porque por el otro, la
madre también encontró razón al prevenir el rechazo a su hijo por parte de la
sociedad.
La única
diferencia entre tolerancia e intolerancia, es que en la primera no se ejerce
acción alguna contra lo diferente y en la segunda sí, aunque ambas involucran
no aceptación. La tolerancia y la intolerancia, además de ser producto
de las ideas erróneas, son producto de las
propias inseguridades que nos impiden aceptar públicamente las posturas que la
sociedad rechaza por temor a que se nos tome como partícipes de esas posturas.
Por ejemplo, si aceptamos y tratamos de igual a
igual a un homosexual, pensamos que la sociedad nos va a acusar de
homosexuales, condición que rechaza. También están los tabúes producto del
ocultismo y la satanización sexual: se ha fomentado la relación inexistente
entre lo sexual y lo malo; se ha colocado a la
sexualidad como algo prohibido si no es en la intimidad del matrimonio (aunque en ciertas épocas, por algunos teólogos, hasta las
relaciones sexuales dentro del matrimonio eran consideradas pecado). Al
mismo desnudo se le condena y se le persigue, perpetrándose con esto el absurdo
más sorprendente de nuestra cultura negando al mismo tiempo uno de los derechos
más elementales de la condición humana y no sólo eso,
sino que la misma cultura hace inaccesible ese derecho sin la consecuente
represión o crítica por violentar, alterar o pervertir a quienes nos vean
desnudos. Las consecuencias de este rechazo irracional y sistemático, es
que cada nueva generación confunda el desnudo con la falta
de decencia, como si la ropa nos aportara pureza, siendo que es todo lo
contrario, cuando la cultura nos influencia a sentirnos ofendidos por el
desnudo y es tal esta influencia, que se legisla para castigar a los nudistas.
Pero un rayo de luz asoma cuando esta situación se tolera en ciertos lugares o
bajo ciertas circunstancias, lo que da lugar a la adopción de una doble moral
por parte de las autoridades, porque por un lado, no puede negar los derechos
de las personas, y por el otro, se siente comprometido a proteger a las
conciencias enfermas que se escandalizan ante un desnudo. Sin embargo, cuando
la gente liberada de esos dogmas tiene oportunidad de ejercer el derecho a
denudarse al aire libre sin sufrir persecución, no pierde la oportunidad de
hacerlo con la consecuente felicidad que esa libertad le provoca. Es un hecho
que quien más pudor experimenta ante su propia desnudez, es quien más grabado
tiene en su mente el morbo en la sexualidad, es decir, es quien refleja mayores
síntomas de enfermedad dogmática respecto al cuerpo
humano. Aunque el morbo, como yo lo entiendo, es parte de la sexualidad;
el problema viene cuando no se tiene control consciente de los estímulos y
estos alcanzan un nivel donde la razón y la voluntad pierden poder a manos de
los instintos. El caso contrario, el del exhibicionista, tampoco puede
considerarse dentro de una condición mental sana, porque no lo hace por ejercer
un derecho, sino por provocar morbo e indignación. Quién menos control tiene
sobre su pudor, es quien más resulta susceptible a ser afectado negativamente
por escenas prohibidas, es decir, es quien tiene el problema mental más
arraigado; es quien más fácilmente pierde el control ante ciertos estímulos; es
el hipócrita por excelencia respecto a sus sensaciones.
Ahora bien, ¿cuál
es la condición para que un filtro del Sistema tenga impacto en la mente de una
persona?. Recurriendo a lo sucedido con el niño zurdo, su madre aceptaba el
dogma en cuestión, por ignorancia. Pero también interviene la condición social,
la de no aceptación; el miedo al rechazo social justifica en el individuo
conductas contrarias a la razón natural. La pertenencia y aceptación dentro de la
sociedad, tiende a predominar respecto a nuestras decisiones, dejando de lado
al análisis razonado.
Desde la razón, ¿quién
podría mantener alguno de sus temores a ser rechazado por la sociedad a
consecuencia de una característica natural de su persona, no aceptada
socialmente, sabiendo que ese rechazo obedece a
una enfermedad social?. La teoría suele dar una respuesta contraria a la
práctica en este sentido. No quiero parecer como un autor de libros de
superación personal, porque esos, además de buscar un objetivo comercial, se
enmarcan dentro del Sistema mismo y sus dogmas (la
mayoría podría titularse “cómo sobrevivir al Sistema si...”). Mi
objetivo no es que una persona se supere dentro del marco de referencia
sistémico, sino que se supere por encima del
marco de referencia sistémico. Todos quieren superarse dentro del
Sistema, y nadie por encima.
Debe resultar claro en este apartado, que la influencia
del Sistema a la que todos desde pequeños hemos sido sometidos, pervierte
nuestros juicios, muy especialmente en cuestiones de género, no sólo en
aspectos sexuales (por haberse tratado de un tema tabú que en la actualidad sufre
de un abrupto “despertar”, igualmente manipulado y viciado mercadotécnicamente
por el Sistema). Los problemas de género, afectan primordialmente a las
mujeres, ya que desde niñas se les enseña explícita e implícitamente que su
valor social tiene que ver primordialmente con ser escogidas por un hombre como
parejas; se las prepara como mercancías de consumo masculino con sello de
garantía (virginidad) y con opción a la devolución; se las prepara para atender
una casa, tener y cuidar de los hijos y, si la economía familiar así lo obliga,
para que contribuyan trabajando fuera de casa. Sin embargo, esta situación,
bastante cómoda para el género masculino es, además de criminal porque se
atenta contra sus derechos más elementales, es producto de la irracionalidad.
Veamos.
En la naturaleza
abundan los ejemplos donde una especie conserva rasgos de estructuras corpóreas
que miles o millones de años atrás formaron parte de sus características
vitales para sobrevivir, pero que en su estado actual no cumplen una función
específica. Igualmente, las características físicas de la mujer, como son:
menor corpulencia, menor fuerza física, menor capacidad craneal (no involucra
menor capacidad mental), etc., todo lo cual la hacen menos apta para la caza,
por ejemplo; viene siendo un remanente genético que en la actualidad no debería
diferenciarlas de los hombres, ya que para las circunstancias actuales, su
menor capacidad física en relación con el hombre, no interfiere en la forma de
vida, siendo inclusive más aptas para ciertas actividades físicas o
intelectuales. Entonces la marginación y sometimiento de que son objeto, no
proviene de un juicio razonable, sino de un tradicionalismo estúpido, injusto y
conveniente para el género masculino en una sociedad de competencia, donde de
antemano, ellos ya llevan ventaja sobre la mitad de la población (las mujeres).
Todo hombre que se juzgue evolucionado, no puede por consiguiente albergar
ideas donde se ponga a la mujer en una posición inferior por el sólo hecho de
ser mujer (aunque gracias a los dogmas sistémicos, a muchos les parezca lo más
lógico). La misoginia, el machismo, el hembrismo y la eterna lucha entre
los sexos, todo producto del Sistema, antes que permitir conformar una amalgama
humana perfecta hombre – mujer, favorece la desunión de los géneros en su
estructura más fundamental, que es la familia, de tal modo que para que esta
funcione, uno u otro se debe someter y, generalmente es a la mujer a quien le
toca llevar ese papel, lo que resulta verdaderamente vergonzoso al nivel que
pretendemos estar. Una mentalidad machista, además de ser poco evolucionada,
refleja una personalidad cobarde, miedosa, insegura y retrógrada, que está por
debajo del nivel evolutivo promedio de los primeros seres humanos. El hombre
macho, cuando es víctima de la infidelidad, deriva en agresión; el hombre
evolucionado, deriva en dolor. Esta respuesta emocional diferente, refleja el
grado de penetración que los dogmas sistémicos (subyacentes en la cultura,
principalmente) tienen sobre nuestro Ser. Hay que decir también que en algunas
culturas, se lleva a cabo una forma de sociedad patriarcal hacia fuera de la
familia, y matriarcal, hacia dentro.
Sin embargo, no
pretendo con esto que todos los lectores adopten mis juicios, pues esa
condición sería puramente sistémica: homogeneizar y que todos confluyan sobre
un punto de vista no sujeto a cambio. Por el contrario, la liberación involucra
diversidad de juicios, simplemente porque cada quien tiene y debe expresar su
propia interpretación de la realidad, pero eso si, autónomamente y tratando de
apegarse a la razón o en su defecto, evitando dañarse o dañar a los demás,
respetando lo ajeno y celebrando las diferencias antes que intentar imponer
nuestros juicios. Esta condición es sana, ya que si bien puede haber errores de
interpretación, no todos los individuos se equivocan, ni en todos los temas,
cuando en el Sistema, lo que se pretende es que todos acierten o yerren (lo más
común) de forma homogénea, en todos los temas que le interesan al Sistema,
perdiéndose de esta forma la individualidad (autenticidad) y la libertad de
pensamiento (y con ella, viene la manipulación de las emociones). La
civilidad, vista desde una concepción no sistémica, es la aceptación, defensa y
protección irracional de lo establecido, a cambio de reconocimiento, seguridad,
aceptación, pertenencia (igualdad irracional) y participación.
“Todos nacemos como seres originales, pero la mayoría muere
como copia de otros.” (Carl
C. Jung)
La violencia como producto sistémico
En la sociedad
sistémica, el artificio de las clases sociales, genera injusticia y esta
a su vez genera violencia de clases; la violencia de clases contribuye a hacer
más difícil la convivencia entre las mismas, porque una clase social agraviada
por otra distinta por el sólo hecho de no ser de la misma clase, engendra un
odio sistemático hacia esa clase social que la agredió y adopta una actitud de
rechazo abriendo más la zanja entre ambas; el rechazo alimenta actitudes
agresivas volviéndose a generar la injusticia y la violencia. El círculo
vicioso que esto representa, es un producto neto del sistema de clases, es,
como se le conoce desde el punto de vista histórico, parte de la lucha de
clases. Los comunistas planteaban para contrarrestar este mal, la existencia de
una única clase social (nada más absurdo: simplemente no habría clases). Lo
racional, es la inexistencia de clases. Para verlo más claro, usemos números:
¿cuántas clases de ceros o de unos hay?. El cero es cero y no existen dos
clases de ceros; igual para cualquier otro número, igual para el Ser humano.
Salvo los casos
donde la defensa de la vida no deja otro camino, todo tipo de violencia es un
síntoma inequívoco de la irracionalidad humana, sea de la parte agredida o del
agresor, aunque generalmente de ambas partes. Pero la violencia de clases no es
la única que puede atribuírsele al Sistema. También existe la violencia entre
clases iguales como producto del Sistema. La lucha por el poder, sea catalogado
dentro de lo legal o sea catalogado dentro de lo ilegal (el control sobre el
Sistema desde cualquiera de sus caras) entre miembros de la misma clase, es un
claro ejemplo. Cuando un grupo social con ambiciones de poder se enfrenta al
grupo social que lo ostenta, los principales perjudicados son los de las clases
más bajas; son la carne de cañón que apoya a uno u otro bando por razones de
supuesta conveniencia: los que apoyan al grupo dominante, lo hacen por
conservar sus prerrogativas o porque están de acuerdo con su posición y
condición actuales; en tanto los que apoyan al grupo que ambiciona el poder, lo
hacen porque se sienten o les hacen sentir que el cambio es necesario para
lograr ciertas reivindicaciones a su condición y posición. En ninguno de los
dos casos aciertan: la lucha por el poder tiene un botín que no está sujeto a
reparto con las clases ejecutoras, las más bajas, sea quien sea el grupo
ganador. Un hombre honesto puede luchar contra los poderosos por la justicia y
ganar, pero no obtiene eso, sino obtiene el poder, algo para lo cual no estaba
preparado; regularmente, solo toma el lugar de los vencidos..., y el Sistema se
mantiene porque no hay una visión más lejana.
La lucha por el
poder absoluto, cada vez se encarece más y esto hace que pocos tengan los
medios y puedan justificar plenamente los fines. Las luchas sociales cada vez
más se sitúan en pequeñas trincheras que no buscan el poder absoluto, sino
cotos de poder bien definidos; se han olvidado las luchas violentas por el
control del Estado, pues para eso se ha inventado un modelo de democracia que
como hemos visto, es todo menos auténticamente democrático; a cambio, se
recrudece la violencia de clases, siendo esta la que más beneficia al Sistema
porque separa y aisla, divide a los grupos y de esta forma hace más fácil el
control de la gente. En este renglón entran los actos de bandas delictivas que
cometen toda clase de delitos violentos contra lo que ellos consideran su
opuesto: los secuestradores, los narcotraficantes, los asaltantes, etc.,
encuentran plena justificación a sus actos cuando los someten al juicio de la
diferencia de clases o, simplemente cuando van en contra de lo que establece el
Estado por medio de la Ley. El ladrón que asalta, roba y mata sin el menor
pudor, carece de sentimientos de culpa porque en el fondo, siente que sus actos
son parte de una reivindicación a su grupo social. Por su lado, las clases
opulentas tampoco sienten el menor pudor cuando sus actos perjudican a la
mayoría de las clases más bajas. Constantemente leemos en los diarios casos de
asalto con violencia y nos quejamos de la inseguridad pública, donde unos la
justifican por los niveles de miseria y pobreza de una parte muy grande de la
población; otros, la justifican en base a la falta de educación y de
oportunidades; otros más, la condenan sin más juicio que el de la calidad
humana. En realidad todo esto es parcialmente cierto pero no es ninguna de
ellas la razón de fondo. El individuo que comete un asesinato durante un
asalto, no puede justificar su acto por hambre, tampoco por falta de educación
y quizá en buena parte por falta de calidad humana. Pero cómo puede alguien
tener calidad humana cuando por generaciones lo han sumergido en una clase
social desventajosa, cuando la única forma de justicia que conoce es en base a
la violencia, cuando sus únicas oportunidades para salir del hoyo tienen que
ver más con el delito que con el trabajo y el esfuerzo diario, cuando existe
una larga cadena de agravios en su contra y no ha habido del mismo modo un
ápice de justicia a su favor. Quien mata a un miembro de una clase social
distinta a la propia, es como el cazador que colecciona sus trofeos; lo que
quita al fallecido, igual lo vende en menos de una décima parte de su valor, y
lo que obtiene, lo gasta en vicios o lo que se le antoje al momento, y muy poco
en satisfactores vitales, que regularmente los tiene cubiertos como una parte
anexa del producto de sus delitos. La sociedad mata por rencor (alimentado día
a día por la impúdica ostentación de los pudientes), nunca por hambre; mata por
dolor, no por falta de educación; mata lo físico después de que el Sistema le
ha matado la consciencia, el espíritu de humanidad que une a la especie. El
desprecio por la vida de un semejante tiene su origen en la segmentación de la
sociedad en clases y castas; en el hecho que ante los ojos del Sistema no somos
iguales, como si hubiese varias clases de seres humanos y sobre esa base
justificar derechos distintos y discretos; en la falta de libertad para elegir
la forma de vida y la forma de pensar, aunque esta
consciencia se encuentra muy adormilada por el Sistema. Desde el modelo
educativo, se cultiva la segmentación, con escuelas privadas para los pudientes
por un lado, y con escuelas públicas para las clases inferiores por el otro;
cuando la forma de vestir, de moverse, de hablar, etc., establecen de facto un
trato y consideración distinto generalmente relacionado con los identificadores
establecidos de cada clase social. En la época victoriana, esta irracionalidad
era lo más común y aceptado tanto por las clases con privilegios como por las
no privilegiadas, y que comparada con el clasismo en tiempos del Imperio
Romano, sólo se encuentran diferencias de matiz, más no de fondo. Los
luchadores sociales violentos de la actualidad, son los Espartaco de nuestro
tiempo. Un Ser humano dogmatizado, bien puede aceptar pertenecer a una clase
social en desventaja, pero no acepta fácilmente que el producto de su esfuerzo
debido a su inicial aceptación, beneficie en una medida ampliamente
diferenciada a aquellos que por estar en una clase superior, no realizan
esfuerzo alguno y, mientras haya desigualdad, habrá descontento. Por ejemplo,
si un esclavo recibe una décima del beneficio total por su trabajo, querrá dos
décimas; si recibe dos, querrá tres... y así sucesivamente, no detendrá sus
deseos de justicia hasta que reciba los beneficios completos, lo cual deja
lógicamente, a los explotadores fuera de la jugada; esta situación es un eterno
estira y afloja: unos exigiendo cada vez más y otros reprimiendo en igual
medida. A final de cuentas, el Sistema, mediante las reglas de mercado,
gobierna la vida de todos y hasta a los poderosos los hace caer, claro que los
que pagan son los pobres, siempre.
Hoy en
día, oímos del miedo en que viven las personas a causa del terrorismo, de la
inseguridad pública en la grandes ciudades, etc. Los principales promotores de
presión para que estos males terminen, son ahora los mismos que consciente o
inconscientemente los provocaron o al menos los solaparon a su conveniencia.
Veamos: una persona camina por la calle y tira basura. Esto se reproduce por
otras miles de personas. Llega la temporada de lluvias, se tapan las cañerías y
se inunda la Ciudad; entonces le reclaman a la autoridad. Tomando la analogía,
un rico contribuye a acentuar la desigualdad social y luego hace ostentación de
su riqueza y de sus posibilidades sociales (tira basura) creando una falsa
imagen de lo que es el bienestar (tapa las cañerías). Llega una crisis social
(la época de lluvias) y los desposeídos agraviados lo secuestran (se inunda la Ciudad).
Los ricos reclaman a la autoridad. Cuando el sistémico vive en pleno
disfrute de su condición social, poco o nada le importa la injusticia social,
salvo por los privilegios que esto le reporta; luego se queja cuando el
monstruo que él ayudó a crear, afecta sus intereses. Quienes viven alejados
de otras modalidades culturales dentro de su misma sociedad, no entienden a los
grupos sociales que viven en esos “mundos” porque desconocen el espíritu que
gobierna a esas culturas paralelas. Es como un citadino viviendo en el campo, o
como un tigre criado en cautiverio queriendo enfrentar a la libertad.
En una
sociedad civilizada, la violencia social es propiedad exclusiva del Estado. En
esta parte no entraremos al análisis que demuestra tal afirmación, por
pertenecer más a los temas tratados en la parte tercera de esta obra (El
Desarrollo de la consciencia). Lo que aquí nos interesa por el momento, es
establecer que la violencia es un elemento intrínseco del Sistema. No quiere
decir que ésta se dé sólo dentro de las versiones del Sistema que nos dominan.
Lo que quiere decir es que cualquiera de estas versiones necesitan de la
violencia para ser lo que son; para que quede más claro: un Sistema de
desigualdad invariablemente tendrá como uno de sus instrumentos y productos, a
la violencia. No puede ser de otra forma. Los estudiosos sostienen que el uso
de la fuerza es una prerrogativa que sólo el Estado puede ejercer dentro del
marco legal; que cualquier otra manifestación violenta, venga de donde venga, por
las razones que sean y bajo cualquier tipo de justificación, si la tuviese, por
definición, entra en el ámbito de la ilegalidad. Es correcta esta afirmación si
se atiene únicamente a lo que la Ley dice: quien tiene el monopolio de la
violencia, es el Estado y por tanto, defenderá ese monopolio por medio de sus
ejes principales: la legalidad y la violencia de Estado. Pero el Estado no
siempre ejerce su derecho a la violencia por el camino de la legalidad. Por ser
el único autorizado (por sí mismo) a ejercerla, suele aplicar antes que la
normatividad escrita, la praxis donde el fin justifica los medios, de modo que
frecuentemente comete abusos de autoridad. En realidad, cualquier tipo de
represión, sobretodo violenta, apegada sea o no a la legalidad, es un abuso,
aunque claro, para el Estado sólo es abuso si la acción rebasa el límite de lo
que está escrito con anterioridad en forma de leyes y reglamentos, algunos tan
ambiguos y ridículos, que parecen haber salido de una mente enfermiza, como por
ejemplo en los que la actitud del agredido es la que determina si se cometió un
abuso o se actuó correctamente, cuando se dice “se le sometió por la fuerza
porque el manifestante opuso resistencia”, es decir, la falta no se castiga por
la falta misma, sino por oponerse a lo establecido. Igual violencia se ejerce
cuando el acusado de violación sexual, es exonerado por determinarse en base a
dogmas absurdos y sexistas, que la víctima “provocó” al agresor. La violencia
sistémica flota en el aire, ya sea en forma de dogma cultural, en forma de
prohibición a un derecho humano, en forma de autoridad legal o ilegal; siempre
donde existe el poder, existe la semilla de la violencia; donde existe riqueza,
existe a la par la pobreza y esta desigualdad distributiva, tarde o temprano
engendra violencia, si no en el sentido opuesto hacia desde donde se promueve,
al menos en el mismo sentido, hacia los que se encuentran debajo: “en un
gallinero vertical, las gallinas de arriba, defecan en las de abajo”. En la
segunda parte de la obra, hablaremos de los mecanismos para contrarrestar la
violencia sistémica, y en la tercera parte, se definirán los tres tipos de
violencia que engendra el Sistema: violencia Tipo I o naciente, violencia Tipo
II o resultante, y violencia Tipo III o circulante. Por lo pronto, sólo diremos
que una sociedad sumergida por mucho tiempo en violencia Tipo I y Tipo II,
denota su degradación cuando empiezan a abundar casos de violencia Tipo III,
que es por ejemplo, matar por matar, robar por robar, delinquir por delinquir,
etc., aunque en el fondo existe una razón, pero esta no nace o se asume
específicamente en el agresor, sino en su categoría.
Las libertades: consciente e inconsciente
La libertad,
estrictamente hablando, es la posibilidad de hacer y pensar lo que, estando a
nuestro alcance, se nos antoje. Esto por supuesto no suele suceder por dos
razones: la primera tiene que ver con el respeto, tanto a nuestra integridad
como a la sociedad y el medio ambiente; no podemos o más bien no debemos, ejercer
actos que vayan en contra de la integridad física de cuanto nos rodea ni en
contra de la integridad mental de nuestros semejantes por obvias razones. La
segunda razón le atañe al Sistema: este establece un código de normas y
delimita la cultura de modo que desde la óptica
física por un lado, y desde la ideológica por el otro, se conforma un área
rectangular de la cual no podemos salir. Los límites a la libertad que impone
el Sistema, en general son adecuados para la convivencia entre los individuos.
A esto he llamado la libertad
consciente. Por otro lado, el Sistema también impone límites a la
libertad de pensamiento, generalmente en aquellos rubros que se identifican
como un peligro para el Sistema (directa o indirectamente), de tal forma que a
veces ni siquiera tenemos idea de la libertad de pensamiento que poseemos
porque tiende a ser cancelada desde nuestra formación. A esta libertad es a la
que llamo libertad inconsciente.
Dentro de la libertad consciente,
las prohibiciones en este sentido, además de buscar la sana convivencia y el
respeto entre los elementos que conforman una sociedad, tienen el objetivo de
ejercer el control sobre las personas más allá inclusive de sus derechos. Por
ejemplo, en una ciudad no está permitido realizar actividades comerciales sin
el permiso previo, siendo el permiso una medida de negociación y control; no se
puede manejar sin licencia y esta se requiere para ciertos trámites que nada
tienen que ver con el automovilismo; no se puede explotar un bien público sin
autorización, siendo que la autorización sólo aporta un elemento de control y
expande el beneficio obtenido a quienes autorizan. Por ejemplo, se les quita (o
se les compra por un céntimo de su valor real) la tierra a quienes no tienen
los medios para explotar los recursos que en ella hay, y se le otorga a los
grandes capitales. Las normas tienen que ver con imponer una cierta educación
que permita la convivencia de miles de gentes en un espacio cerrado como lo es
una Ciudad, pero también se aprovecha para marginar a ciertos sectores, para
hacer valer la autoridad (y como cualquier autoridad de facto es una
irracionalidad, para hacer prevalecer la irracionalidad), para acotar las
posibilidades de acción de las personas, para llevar un registro de los
disidentes, etc. Algunas de estas prohibiciones tienen que ver con la cultura y
con la religión; con las tradiciones o simplemente resultan vetos
extraordinariamente absurdos, discrecionales, o bien, dolosos. Del otro lado de
la moneda, hasta la declaratoria de los derechos humanos, refleja una tendencia
confusa donde se ponen al mismo nivel de los derechos humanos naturales, los
derechos políticos, sociales, económicos, jurídicos, etc., que son constructos
artificiales que sirven para ejercer un mayor control sobre las masas.
Por el lado de la libertad
inconsciente, uno de los objetivos de este trabajo, es precisamente dar un poco
de luz sobre el particular. Volviendo al caso de los hippies, ellos
cuestionaban muchos aspectos de la cultura socialmente aceptada; ellos buscaban
y creaban nuevas formas de cultura, sobretodo basadas en la convivencia
comunal. La bandera de este movimiento disidente fue la psicodelia y el símbolo
el “amor y paz”, mientras que su slogan era “haz el amor y no la guerra”. Si
bien este movimiento también tendía a imponer sus normas dentro de sus
seguidores, no había sanciones a quienes no las compartían, eran más bien como
una forma de identificarse entre ellos y distinguirse del mundo exterior, es
más, no había nada escrito fuera de lo anecdótico, ideológico o artístico;
ninguna letra que obligara a nadie. Aún con sus innegables errores y su falta
de conocimiento, esta subcultura ha sido la tesis máxima de la anticultura
contemporánea en la práctica, de tal forma que quedan justificadas las
limitaciones en el tratamiento histórico del movimiento y sus pobres bases
filosóficas e ideológicas (pobres en sentido cuantitativo y en cuanto a su
estudio interno, aunque eran ricas por su valor intrínseco). El movimiento
hippie fue la muestra viva más intensa y extendida del rechazo a la cultura
tradicional, a sus dogmas, al Sistema de poder, a la existencia de clases con
todas sus consecuencias y a las formas de organización de la sociedad de ese
momento; fue el resultado de ejercer muchas de las libertades que la mayoría
mantenía en el inconsciente. Muchas de sus particularidades, se deben
precisamente a la idea central de dar borrón y cuenta nueva, olvidando cómo se
hacían las cosas anteriormente y en base a las necesidades que van surgiendo,
proponer y aplicar algo nuevo y novedoso, supuestamente en base a la lógica y
la razón; quienes tienen referencias sobre el método de la Reingeniería de Procesos que se aplica en algunas empresas, podrán
darse cuenta de que el fondo entre este método y la filosofía hippie, es
exactamente el mismo, aunque los ámbitos son diferentes.
Todos somos libres
de hacer lo que nos plazca siempre y cuando no dañemos a nuestros semejantes ni
al medio ambiente de manera irreversible e irresponsable. Las normas sólo son
aplicables para una sociedad no evolucionada, a una sociedad incapaz de tomar
en propia mano sus responsabilidades, y el
Estado antes de preocuparse por hacer cumplir las normas tendría como principal
objetivo hacer evolucionar a la sociedad a costa de su propia desaparición,
eliminando progresivamente las normas en función con la evolución de la
sociedad. Todo lo contrario ocurre con el Estado sistémico, lo que pone en
evidencia su agotamiento como marco de referencia social. El Estado sistémico
busca la no evolución de la humanidad en lo que se refiere a la consciencia
individual y a la forma de organización social porque entonces el Ser Humano
terminaría rebasándolo y al no poder seguir justificando su existencia (el
Estado) terminaría por desintegrarse y con él toda la estructura del poder:
sería el fin del Sistema, el fin de un mundo divido entre ricos y pobres, entre
privilegiados y desgraciados, entre buenos y malos.
Las libertades
conscientes tienen que ver con las normas de convivencia vecinal, es decir, con
los derechos de terceros; mientras que las inconscientes, tienen que ver con
los derechos humanos naturales; las conscientes, tienen que ver con la libertad
de pensamiento sobre todo aquello que resulta marginal para las estructuras de
seguridad del Sistema; las inconscientes, tienen que ver con la libertad de
pensamiento que repercute sobre las estructuras de seguridad del Sistema. El
Estado sistémico no puede, aunque quiera y sea su soporte demagógico,
garantizar los derechos humanos naturales, simplemente por estructura, por eso
no promueve las libertades inconscientes sino hasta que la sociedad se lo
demanda; lo más que puede es establecer las normas de convivencia, aunque como
se ha dicho, sólo cuando la sociedad no es capaz por sí misma de reconocer el
respeto a todo lo demás, por eso el Estado contribuye a mantener esa
incapacidad social para poder ser él, quien ejerza el control, justifique su
existencia y tenga la última palabra. La televisión ha pasado a ser Padre y
Madre de todos, el educador por excelencia, quien tiene y preserva las verdades
absolutas de la cultura sistémica.
Dentro de nuestras
libertades inconscientes, están por ejemplo: el derecho a caminar desnudo por
la calle, a ir y venir alrededor del mundo sin necesidad de un permiso, a hacer
y decir lo que pensamos, pero sobre todo, a pensar con autonomía, a no servir
ni hacer reverencia a aquello que no nos convence, a creer en lo que queramos,
a vivir como queramos y donde queramos, a trabajar en lo que queramos, a decir
no y a decir si cuando así pensamos.
Cuando yo tuve uso
de razón, me enteré que tenía que servir a un país que no escogí, vaya, ni
siquiera tenía opción de no pertenecer a alguno; cuando fui creciendo, me
enteré que estaba rodeado de gente, muchos que no conocía ni me conocían, a los
que tenía que obedecer porque tenían una autoridad sobre mí que nunca les di;
cuando maduré, me enteré que mi vida y la de este planeta, estaban en manos de
alguien con mucho poder; cuando llegué a la vejez, me enteré que poco o nada
había ya en este mundo para mí por haber dejado de ser productivo según
alguien; cuando fallecí, me enteré que mi vida nunca fue mía, sino del Sistema,
así que mi verdadera muerte la tuve que remontar al momento de mi nacimiento.
Si no somos conscientes de todas nuestras libertades, no podemos vivir a
plenitud la única vida que tenemos; si no luchamos por ejercer esas libertades,
y si bien aún sometidos la vida es maravillosa, ¿de qué habrá valido nuestra
existencia? Seguiremos siendo un mueble de oficina más, una máquina más, un
ente funcional más que sirve a los intereses del Sistema o un inadaptado más
que sufre las represalias.
También tenemos
otra clasificación de libertad: la libertad respecto al ámbito de dominio,
específicamente la libertad de acción (práctica), y la libertad del Ser
(pensamiento). Los únicos caminos que ofrece el Sistema para ser realmente
libres en la acción, son: 1) el aislamiento y; 2) el enriquecimiento extremo.
Ambas opciones cada vez más restringidas para cualquiera por lo que solo unos
cuantos lo logran. En la tabla siguiente, la libertad del Ser se puede dar al
mismo tiempo en la opción de aislamiento, porque regularmente esta es
consecuencia de aquella; para la opción de riqueza extrema, existe la
posibilidad, pero rara vez se da porque esta opción representa estar
completamente inmerso dentro del Sistema.
Opción / Dominio
|
Libertad
de acción
|
Libertad
del Ser
|
Situación
común
|
Restringida
|
Completa
pero adormilada
|
Aislamiento
|
Amplia
pero delimitada por el aislamiento
|
Completa
|
Riqueza
extrema
|
Amplia
|
Comprometida
con el Sistema
|
Ideal
|
Amplia
|
Completa
|
Una de las
principales barreras para poder ejercer nuestras libertades inconscientes, se
inscribe dentro del ligamen que une las partes tangible e intangible del
Sistema, es decir, dentro del alma del Sistema. Por ejemplo, si un sacerdote
católico quiere tener familia, debe hacerlo a escondidas, no sólo porque la
norma de su organización así se lo exige, sino también porque los feligreses lo
consideran negativo y en ocasiones, también porque el mismo sacerdote, asume
que no es lo correcto: existe una relación íntima entre lo establecido
externamente y nuestro juicio, de tal manera que obra, ley y pensamiento, se
amalgaman alrededor de la misma aberración. Es común que dentro de las
comunidades de todo el mundo, exista una organización de señoras “protectoras
de las buenas costumbres” que fiscalizan toda expresión ajena, en base a
juicios moralistas y, como normalmente estas organizaciones están compuestas de
gente pudiente, rémoras del Estado, ejercen presión para provocar la censura.
Estas organizaciones, representan el pináculo de la estupidez humana, pero no
sin un objetivo oculto bien específico: que las cosas respecto a los
privilegios de unos sobre otros, sigan sin cambios.
Ejercer todas
nuestras libertades inconscientes, no es posible bajo el control del Sistema,
sea a causa de sus leyes o a causa de la cultura inducida. El sólo hecho de ser
ciudadanos nos reprime muchas de esas libertades. Por ejemplo, somos libres de
elegir a nuestros gobernantes, pero si ejercemos nuestro derecho a no entrar al
juego sucio de la seudo democracia, de cualquier manera seremos gobernados por
alguien, que aunque nos simpatice, ejercer el derecho de no elección, debería
derivar en el derecho a no reconocer una autoridad: no ocurre así. El sello de
lo sistémico se identifica cuando el dogma rebasa y somete al derecho y a la
razón (v.g., las mujeres en el Islam deben cubrir su rostro, cuando la razón
dice que lo mejor es eliminar el juicio erróneo del observante, pero no se hace
esto porque atenta contra la cultura base de esa versión del Sistema).
12 “enriquecerse
y olvidarse de todo menos de uno mismo", una visión rebajada degradante de
la vida humana que debe ser inculcada en el pensamiento de la gente sin
escatimar esfuerzos, lo que de hecho ha ocurrido durante siglos. Noam Chomsky,
“El control de nuestras vidas”.
13
Es éste un proyecto de ingeniería social de envergadura. Ha sido así durante
siglos, pero se ha intensificado y ha tomado mayor calibre desde el siglo
pasado. . Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.
14 Aunque el
sistema democrático de la antigua Grecia, era similar, no fue un proyecto
viable en el largo plazo por dos razones: 1) Las elites del resto del mundo no
compartían la misma ideología, sino se imponían por la fuerza de las armas,
dejando a los Estados democráticos en desventaja por aislamiento y porque la elocuencia
y la razón tardan más que la imposición en concretar acciones; 2) cuando el
camino democrático no permite definir claramente cuál de las posiciones
encontradas es mejor, se lesiona la unidad y se fomenta la anarquía perdiéndose
el control del Estado. (nota del autor)
15
Tilomas Carrothers, quien escribe, tal como él mismo dice, desde una
"perspectiva interna", ya que
trabajó
en la administración Reagan en el programa del Departamento de Estado de
fortalecimiento de la democracia, tal como lo llamaban ellos. Carrothers cree
que Washington tenía buenas intenciones, pero reconoce que, en la práctica, la
Administración Reagan buscó mantener "un orden mínimo en... sociedades no
demasiado democráticas" y evitar "cambios basados en el
populismo", y como sus predecesores, adoptó "políticas
prodemocráticas como medio de quitar presión a tentativas de cambio más
radicales, pero inevitablemente buscó sólo limitados cambios democráticos de
perfil bajo, que no pusieran en riesgo las tradicionales estructuras de
poder... Noam
Chomsky, “El control de nuestras vidas”.
16
Si la ciudadanía, como sucede a menudo, intenta organizarse y meterse en
política para participar, para presionar a favor de sus preocupaciones,
entonces hay un problema. Esto no es democracia, es "una crisis de la
democracia" y hay que superarla. Noam Chomsky, “El control de nuestras
vidas”.
17
John Dewey, importante filósofo social americano cuyo trabajo se centró en
temas de democracia. Sostuvo que las formas democráticas tienen escasa entidad
cuando "la vida del país" (producción, comercio, medios de
comunicación) está dominada por tiranías privadas en un sistema que él denominó
"feudalismo industrial", en él, la clase trabajadora está subordinada
al control de los directivos, y la política se ha vuelto "la sombra de las
grandes empresas sobre la sociedad". Noam Chomsky, “El control de nuestras
vidas”.
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