lunes, 18 de junio de 2012

El Sistema del Poder Vol. 1. Cap. 2


CAPITULO SEGUNDO. Las consecuencias del Sistema

Primer apartado
El Sistema como enfermedad individual

Dentro del estudio de la psicología humana y la psiquiatría, desde sus inicios informales hasta nuestros días, ha habido un desarrollo, en la mayoría de los casos, definitivamente apegado a los intereses del Sistema, de tal forma que muchos enfermos han padecido excesos que, antes de brindarles una solución, los han llevado inclusive a la muerte, pero que estos hechos criminales no han sido motivo de pena por la etiqueta de tratamiento que ostentan. Los hospitales psiquiátricos, antes llamados manicomios, han perpetrado a lo largo de su historia, infinidad de atropellos sobre sus pacientes por la simple razón de que la sociedad no los acepta o porque los enfermos no son capaces de adaptarse a ella bajo la óptica más ortodoxa del Sistema; estos seres humanos, han servido como conejillos de indias en toda suerte de experimentos inhumanos. Por muchos años, ya siendo considerada la psiquiatría como una ciencia médica, se practicaban líneas de tratamiento que consistían en sedar al paciente para controlar sus manías y, si a consecuencia de esto, el paciente entraba en un estado catatónico, se le practicaban los choques eléctricos donde muchos perdieron la vida, ya sea a consecuencia de la anestesia o de la corriente eléctrica; o simplemente, el individuo quedaba “curado” de sus manías, pero en estado “ausente”. Un análisis posterior, podría cuestionarnos acerca de ¿quién es en realidad el enfermo? Aquél que se comporta fuera del contexto normativo, o quienes lo matan o lo convierten en una planta para evitar que se haga daño por cuenta propia en base a no tolerar un comportamiento distinto a las normas, cuando quines establecen las normas y definen lo que es enfermedad no tienen plena conciencia de su propia existencia. Kant acertó en decir “el hombre es un fin”, pero se contradice al decir “..., no un medio”. El hombre es un fin y el medio para ese fin es el hombre mismo; lo uno no cancela lo otro, ya que el racionalismo que es parte del hombre, y por lo tanto no es algo externo, es el medio para su evolución intelectual. Pero el racionalismo ha sido sometido por el pragmatismo del Sistema, análogamente como una enfermedad altera el funcionamiento normal de un organismo. El pleno uso de las facultades mentales no involucra salud mental; el error esporádico es normal; el error como condición de vida, es síntoma de enfermedad.

En una sociedad, ni todos los maníacos son enfermos, ni todos los enfermos son maníacos. Ya la homosexualidad ha dejado de ser considerada una enfermedad mental, pero subsisten otras formas de comportamiento que no debiendo ser consideradas enfermedades, lo son; mientras que hay otras condiciones humanas que pudieran ser consideradas como enfermedad (desde un punto de vista fuera del Sistema, por supuesto), pero no son definidas de tal manera. Una de estas condiciones, es sin duda, el dominio del Sistema sobre lo más profundo de la mente humana. Dicho de esta manera y siendo en extremo estrictos, podríamos llegar a la conclusión de que existen más enfermos que sanos en el mundo  considerando a la perturbación psicológica que ejerce el Sistema, como enfermedad.

Resulta de esperarse que esta idea no sea aceptada de inmediato, porque no hay estudios trascendentes al respecto ni un esquema científico que le pueda aportar las definiciones que se requieren. Con todo y esa limitación, una mirada externa a la influencia sistémica, nos indica que algo no anda muy bien en ese sentido.

Difícilmente, la psiquiatría o la psicología, se han atrevido a poner en evidencia que muchos de los males actuales que sufre la sociedad, son producto del Sistema, y que la cura definitiva debe ir más allá de la readaptación del individuo a la sociedad (en muchos casos, estas readaptaciones son en realidad volver a enfermar al paciente con los dogmas sistémicos, para regresarlo a la “normalidad”); con todo y que estas ciencias salvan muchas vidas, desgraciadamente no han sido lo suficientemente valientes, para ponerle el cascabel al gato. Salvo honrosas excepciones, regularmente se decreta que muchos padecimientos mentales, tienen su origen en la misma sociedad, olvidando que la sociedad, es a su vez, víctima del Sistema, es decir, culpan a la sociedad dejando impune por omisión, a quien la ha enfermado.

Los valores y principios afectados por el Sistema, o simplemente trasgiversados, tienen tres niveles de profundidad en la afectación:

1.    A nivel dogmático.- la nueva realidad, es decir, el plano ficticio que “explica” la realidad, se acepta por omisión.
2.    A nivel de la razón.- el razonamiento, al estar condicionado por el Sistema, pierde validez por no ser imparcial (vea Los Filtros del Sistema).
3.    A nivel consciencia.- el Sistema crea una consciencia ficticia por situarla sobre una realidad falsa. La consciencia se basa en lo que percibimos como realidad, a la forma como la conceptualizamos por medio de la razón, y a las ideas que adoptamos como verdad a Priori.

Dado lo anterior, la cura para este mal, debe atacar estos tres niveles, en el orden presentado, es decir, eliminar los dogmas, re editar y re ordenar la forma de razonamiento y, al corregir por la razón el mapa de modelos de la realidad, encontrar una nueva consciencia.

Sin embargo, un individuo enfermo a causa del Sistema, es considerado perfectamente sano por atender precisamente al pie de la letra los dogmas heredados, es decir, cumple con los protocolos que de acuerdo al lugar y a la época, van de la mano con la versión vigente del Sistema: está dentro de la norma; piensa de acuerdo a su posición social; actúa bajo la guía de sus tradiciones; se preocupa por aquello que es importante para el Sistema, despreciando lo que no es importante; acepta o ejerce posiciones de dominación o sometimiento por estructura social, etc. En resumen, desde el punto de vista sistémico, es una persona perfectamente normal, y sin embargo, por ser tan poco “él mismo” y mucho “normal”, la razón indica todo lo contrario: es un enfermo crónico y más que dueño de sí mismo, es dueño de su condición de enfermedad. No se puede concluir que un individuo automatizado, programado y desconscientizado este sano. Más aún, es “feliz” como Ser sintético, por tener a su alcance los medios para cumplir los protocolos, aunque esta felicidad es “zomática” (el zoma de Aldous Huxley). Contrario a los enfermos felices, están los enfermos infelices, que lo son por no tener los medios para cumplir con los protocolos del Sistema, básicamente los que tienen que ver con la capacidad económica y la posición social de poder e influencia. Todo esto tiene que ver con el escalón social al que están sujetos y que determina sus oportunidades, su forma de vida, sus privilegios y sus limitaciones; si deben obedecer o dictar las normas; si sus ideas serán aceptadas o no y en qué niveles; qué tanta es su libertad y en qué ámbitos. Muchos de los suicidios se deben precisamente a las frustraciones que se derivan de llevar una vida sujeta a los intereses del Sistema y no poder alcanzar las expectativas deseadas (digo deseadas por no decir psicológicamente impuestas). El suicidio siempre ha existido, bajo diversas denominaciones, desde aquellos que se practicaban por cuestiones religiosas, hasta los que tienen que ver con situaciones económicas, políticas, sociales, etc. Pero es un hecho que desde la existencia del Sistema, al menos tenemos un registro más amplio de estas prácticas. A lo largo de la historia, dependiendo del poder que mayor influencia tiene en la población, el suicidio se incrementa bajo esa óptica, es decir, en tiempos de mayor influencia religiosa por ejemplo, los suicidios tienen más que ver con lo religioso, etc. Durante el boom de la sociedad a partir de la economía, el cual lo podemos situar en época reciente a partir de la Revolución Industrial, los suicidios estaban predominantemente asociados a desastres económicos. En la actualidad, la prevalecía del poder social a partir de la cultura impulsada por lo medios masivos de comunicación, está contribuyendo a que los suicidios tengan que ver con la imagen del Ser individual a los ojos de una sociedad clasista que determina el éxito a través de la óptica del dinero y la fama. Para esta sociedad, al menos desde la perspectiva del observado, no vale ser un gran sabio, un eminente científico, un extraordinario deportista o escritor, un gran artista, etc., si se es pobre o si no se es reconocido ampliamente. La pobreza es sinónimo de fracaso, y el fracaso se identifica con el individuo mediocre, sin valía, sin atributos ni atractivos. Quien está perturbado por esta cultura sistémica, se sentirá frustrado si no alcanza los estándares que la sociedad reconoce: así será candidato a adquirir los motivantes suficientes para pensar en el suicidio. El Ser Humano, gracias a la influencia sistémica, está listo para poner en riesgo hasta su vida, a fin de obtener los reconocimientos que son válidos para el resto de la población enferma que le rodea.

Por tratarse de una influencia cultural, a partir de los medios masivos de comunicación, principalmente revistas y televisión, los grupos más vulnerables son el de los jóvenes y el de los niños. Los datos que reportan los diversos organismos que en cada país se dedican a levantar las estadísticas correspondientes, apuntan a un incremento significativo tanto en el número de suicidios de estos grupos, como en el porcentaje que representan dentro de la sociedad. El suicidio entre los jóvenes se presenta, entre otros motivos, porque, por un lado, la reticencia contra el Sistema los ubica en una posición de impotencia por no poder cambiar las reglas que rigen sus vidas, y por el otro, porque en ocasiones se topan con pared al no poder ser tal y como el Sistema les dice que deben ser para destacar o formar parte de un grupo social determinado. Esto tiene que ver con la tergiversación de los valores humanos que el Sistema promueve irresponsablemente en pos de intereses económicos y por el afán de mantener inmutables las fronteras entre las clases sociales.

El medio social determina la incidencia de suicidios. Por ejemplo, en Japón, es sabido que entre los jubilados se ha incrementado esta práctica. La explicación es aparentemente simple: ya no son productivos en una sociedad donde uno de los principales valores reconocidos por la vecindad, es precisamente la productividad y eficiencia de los individuos en el trabajo. Podemos afirmar entonces, que las influencias del Sistema en la conciencia de los individuos, nos impone la creencia de que nuestro valor está en función de la idea que los demás tienen de nosotros y no nos aporta elementos de seguridad para ser capaces de ir contra la esa idea.

Segundo apartado
El Sistema como enfermedad social

Después de analizar los efectos negativos del Sistema en los individuos, no resulta difícil anticipar los daños que el Sistema provoca a nivel social. El Sistema como enfermedad social, cuantitativamente, es el resultado de la suma de las enfermedades individuales, por un factor exponencial.

A nivel personal, los filtros del Sistema pervierten la consciencia del individuo programándolo para pensar, analizar y reaccionar de determinadas maneras. A nivel social, ocurre algo similar, sólo que la conciencia afectada es la conciencia colectiva, con lo que se potencializa el resultado. Sin embargo, esta afectación es generalmente reactiva y tiene dos aristas que analizo más adelante, porque primero estableceré el fenómeno de la acción en masa. Pensemos en un Estadio de fútbol: los aficionados, muchos de ellos personas pacíficas en su actividad diaria, se transforman ante un evento no deseado reaccionando violentamente; pasada la euforia, todo vuelve a la normalidad. Hasta aquí, pese al resultado violento de la acción de la conciencia colectiva, el proceso es natural y no considero enfermedad alguna en ello. El problema no es la respuesta violenta en sí, sino su origen; los rasgos culturales pueden ser el antecedente; la rivalidad deportiva o de otra índole social, también. Para considerar el fenómeno como enfermedad, hay que ir al fondo del mismo. Lo que resulta realmente importante, es que alguien externo al Sistema, alguien que no ha sido formado en su seno ni heredado sus dogmas, es inmune a una manifestación de la conciencia colectiva, cuando esta depende de rasgos culturales locales; su comportamiento no se ve afectado no porque desconozca el fenómeno, sino porque su razonamiento se encuentra sano. Lo mismo pasaría con alguien nacido y criado dentro del Sistema pero que se haya liberado de la influencia del mismo. Entonces, la condición de dejarse llevar por la masa, perdiendo la propia personalidad, no sólo en un ambiente tan especial como, por ejemplo, un estadio de fútbol, sino inclusive dentro de la vida cotidiana, se puede considerar como una enfermedad mental, desde el momento en que sus juicios, su razonamiento y sus actitudes no responden a su voluntad consciente. No importa si la personalidad tiene contrastes, ya que la enfermedad no es el cambio brusco al opuesto, sino el origen del comportamiento; la creencia de que cuando se compite, es válido y deseable no sólo derrotar al adversario (que se toma como enemigo), sino aniquilarlo: acabar con la competencia. La soberbia y prepotencia con que actúan muchas personas tomando como base su riqueza económica, contrario a lo que piensan y sienten con ese comportamiento, no refleja superioridad, sino una pobreza mental digna de lástima; son, enteramente, producto de los dogmas del Sistema. Del mismo modo, la gente humilde en lo económico que se siente menos por esa situación, es la otra cara de la misma moneda. Ambas caras, ricos que se sienten superiores y pobres que se sienten inferiores sólo por tal condición, conforman una amalgama sistémica para la cual el Sistema establece las leyes, sistemas y normas de vida que, dentro de esa realidad ficticia, son el origen de la injusticia y regresión humanas, cuando las frustraciones que producen van a parar directamente a la conciencia individual, que luego, al juntarse en una masa determinada, se hacen conciencia colectiva irreflexiva donde se maniata a la razón.

Ahora bien, esta condición de reaccionar inconscientemente a los eventos de acuerdo a la masa, es una condición natural de muchas especies, incluyendo la nuestra, ya que es parte de nuestros instintos de sobrevivencia. Supongamos a un grupo de exploradores caminando en la oscuridad por un terreno desconocido; si uno o varios, de repente salen corriendo dando alaridos, esto tendrá un efecto en el resto y seguramente les seguirán sin saber cuál es la amenaza. Esto es, como se dijo, perfectamente normal. Donde se refleja la enfermedad, no es en esta adhesión a las reacciones de la masa, sino lo que para cada quien representa una amenaza. Un ejército guía su violencia hacia los adversarios, desde el momento en que ha sido aleccionado por sus superiores que los adversarios son una amenaza. Si este aleccionamiento es igualmente correspondido por el adversario, no hay otra condición resultante que matar o morir.

Aunque como se ha dicho, los efectos negativos de esta enfermedad social no se manifiestan, en la práctica, por largos periodos de tiempo en cada emisión, sí ponen de manifiesto el enorme y peligroso control que ejerce el Sistema sobre los individuos y la sociedad, donde en ciertos casos, sólo es posible mediante la motivación. Que una persona no violenta, reaccione en sentido opuesto a su personalidad por influencia de la masa, es indicativo de su vulnerabilidad ante el Sistema. De hecho, esta condición tiene mucho que ver con la disposición de la milicia para el ataque: un General que domina la motivación de grupos, puede convertir a sus subordinados en valerosos guerreros siendo que muchos de estos soldados en las mismas circunstancias, pero sin la influencia de la masa motivada, defecarían en el campo de batalla.

A este fenómeno de dirigir la voluntad, el sentir y las acciones de un grupo de individuos en una sola dirección, le llamo "banco de peces". El banco de peces puede requerir motivación, ya sea externa, o bien interna, tomada como “convicción propia” (que le da un carácter de "racionalidad"), o bien puede ser completamente irracional, caso que sólo se da en los individuos más vulnerables a la influencia externa del Sistema12.

Ahora bien, el banco de peces no necesariamente se manifiesta en conductas violentas o en actos cualesquiera, también se manifiesta en formas de pensamiento estableciendo ciertas posturas en los individuos13. Estas posturas se caracterizan porque no son sujeto de análisis, de razonamientos ni de juicios fuera de los filtros del Sistema. Cuando un evento toca estas fibras, el individuo aplica su postura, en el mejor de los casos con la plena certeza de que es lo correcto; en el peor, ni siquiera tiene un juicio o consciencia de sus acciones. Las respuestas autómatas de las personas, sean o no violentas, tienen parte de su definición en la cultura. Las tradiciones juegan un papel importante dentro del banco de peces, donde inclusive, aunque el instinto, la lógica o alguna percepción le indique lo contrario, el individuo adopta actitudes o lleva a cabo actos que se ajustan a la tradición sólo por cumplir con el protocolo social, pese a no estar plenamente convencido de la respuesta que está dando. Entrar al banco de peces, aporta seguridad a las personas: aún a sabiendas del error o de que la actitud provoca destrucción, el individuo hace lo que el grupo por seguridad inconsciente, de tal forma que es capaz de participar con grandes despliegues de violencia en el linchamiento de un semejante sólo para distinguirse y ser reconocido por los demás dentro del banco de peces, cuando en otras circunstancias no sería capaz de hacer lo mismo. Dentro del banco de peces, muchos encuentran sustento a su liderazgo.

Las sucesivas y artificiales ampliaciones que el Sistema provoca en las actitudes sociales innatas de los individuos, son de tal forma que donde termina la ampliación natural, empieza la artificial. Un ejemplo muy claro sobre este tema, es la evolución de los aspectos socializantes. A partir de la cualidad humana de cuidado a la familia, el niño entra en contacto con su madre afirmando el primer vínculo social importante; en la siguiente etapa, el niño va controlando su inclinación defensiva natural y se empieza a relacionar mejor con quienes tiene más contacto (padre, abuelos, hermanos, etc.). La concepción de este primer círculo social, ya presenta, al menos en nuestra civilización, intromisiones no siempre dañinas del Sistema, introducidas por los propios padres, el medio y los medios de comunicación. A pesar de ello, hasta aquí, podemos decir que se trata de un círculo social sano y natural. El siguiente paso, es hacia fuera de la familia para entrar en contacto con otros individuos de otras familias para formar grupos; esto se da también por naturaleza humana, y como es de esperarse, entre más se abre el panorama, más injerencia e influencia se recibe del Sistema. Las etapas siguientes, corresponden a las ampliaciones artificiales del Sistema; ahí entran el nacionalismo, el racismo, la religión, la clase social, la secta, etc. Aquí podemos encontrar el primer signo de enfermedad: una ampliación enfermiza del Sistema, que es cuando este logra suplantar en importancia, a unos círculos sociales más internos, con otros más externos. Por ejemplo, un individuo que está dispuesto a morir por su raza, religión o territorio, a sabiendas que esa decisión destruirá a su familia; o este otro ejemplo: muchas madres dejan en la orfandad a sus hijos al protestar, inmolándose. A quien a perdido el orden natural de sus valores, le resulta más importante proteger al círculo social artificial (externo) que al natural (interno).

Es una práctica común dentro de las personas sistémicas, deshacerse de los familiares más viejos, aquellos que no pueden aportar ninguno de los satisfactores reconocidos por el Sistema o al menos, cuando no se requiere su presencia para obtenerlos. Los más pudientes, pueden contratar personal especializado para atender a madres, padres, tíos o abuelos dentro de sus mansiones; otros los recluyen en hospitales, asilos o casas de retiro; otros más, los mantienen simplemente fuera de su casa. La razón de este rechazo no varía mucho de ser considerados como un estorbo. Los valores económicos, profesionales y de toda índole, son más importantes para los sistémicos que el agradecimiento, la comprensión, el reconocimiento y el amor. Nadie quiere un lastre que le impida o le complique su crecimiento dentro de la sociedad sistémica. Lo mismo aplica para los no nacidos a causa del aborto inducido voluntariamente: he oído decir a una mujer que abortó porque un hijo le complicaría alcanzar sus intereses y, cuando se indaga acerca de esos intereses, se encuentra que tienen que ver con cuestiones económicas, profesionales o sociales; nunca he encontrado que esos intereses se refieran al crecimiento intelectual, racional o espiritual. No estoy en contra ni a favor del aborto inducido, porque eso es algo que solo compete al interesado; lo que considero profundamente lamentable, es que se aborte por cuestiones de superficialidad humana, porque el Sistema ha hecho de esas superficialidades, elementos de suma importancia dentro de la sociedad para el desarrollo sistémico de los individuos (la lucha por sobrevivirle al Sistema).

El análisis de estos círculos artificiales, tiene ligamen con el origen mismo del Sistema, específicamente sobre la creación de un Estado, de una Religión, de un País, de organismos internacionales que tienen injerencia sobre todo lo que se mueve en el planeta, etc. De ahí su importancia, ya que no estamos lejos de establecer que la manipulación de la conciencia colectiva ha sido parte esencial en la creación del Sistema, su desarrollo, la corrupción que promueve y su mantenimiento. Entonces vemos que la conciencia colectiva tiene dos aristas: una puramente práctica, y otra puramente ideológica. La conciencia colectiva práctica, no involucra razonamiento y el individuo obedece a impulsos internos disparados y a veces manipulados desde el exterior; mientras que la ideológica, involucra un razonamiento afectado sea por la tradición o sea por los filtros del Sistema y el individuo obedece a principios y valores propios tergiversados. He aquí, que se manifiesta como una enfermedad social. La influencia del medio ambiente social, puede ser de tal envergadura, que sorprende. Recuerdo un documental que vi hace más de quince años, donde se presentaba a un individuo huérfano que se crió en una casa para deficientes mentales. El hombre, siendo ya un adulto y a pesar de poseer todas sus facultades mentales sanas, se comportaba igual que los enfermos residentes. Dentro de los innumerables ejemplos históricos de manipulación de masas para formar un banco de peces, es decir, a una sociedad enferma, tenemos a la Alemania Nazi; una mujer muy cercana a Hitler, envenenó a sus cuatro hijos poco antes de que cayera Berlín a manos de los rusos porque no concebía un futuro sin el nacional socialismo. Los valores natos de las personas, fueron reemplazados en orden de importancia por los valores que aportaba el nacional socialismo, una anexión artificial del Sistema.

Analizando un poco más a fondo estos fenómenos, podríamos determinar algunos de los elementos que intervienen en la manipulación de las masas; comprender mejor cómo operan procesos como los de "civilizar" y "conscientizar" a la población; obtener escalas de manipulación, etc. Aunque no es el objetivo de esta obra, es pertinente resaltar la extensión de las influencias dañinas del Sistema y su efecto robotizante, tanto a nivel individual como social. También es importante señalar, que el fenómeno de tergiversación de los principios y valores, no es casual ni opera fuera de control; mucho menos es parte del proceso natural que propicia la unión de un grupo bajo una bandera para protegerse mejor y fortalecer su seguridad: es un proyecto de control de masas que el Sistema, por sus características, permite llevar a cabo a los gobiernos y otros sistémicos conscientes, que buscan mantener el poder del Sistema sobre la sociedad y mantener ellos el control sobre el Sistema, para lo cual no importan medios ni costos.

La reticencia del individuo hacia el Sistema, también se manifiesta a nivel social. El principal enemigo del Sistema (después de la consciencia de especie), es la anarquía, donde los cánones sociales valen menos que un maní. La anarquía es la respuesta social a las crisis del Sistema, cuando quienes lo administran, pierden control sobre el mismo. El Sistema tiene el antídoto a la anarquía: la tiranía. Vemos cómo muchas dictaduras militares surgen a partir de una crisis del Sistema para restituir su poder sobre el pueblo y ponerlo en control de otras manos, igualmente sectarias, que formarán una nueva oligarquía que, para camuflajearla y darle sentido de modernidad, llamarán democracia. La oligarquía democrática es el resultado de este proceso. Un claro ejemplo de estos brincos del Sistema, es la historia reciente de Argentina, donde la clase gobernante pierde el control del Estado y da lugar a una anarquía social; esta a su vez es sometida por una dictadura militar que, por inercia debe dejar su lugar a la oligarquía democrática, que encuentra justificación luego en la alternancia.

Un grupo social puede hacerse del control del Estado si es capaz de hacer perder al gobierno actual el control sobre el Sistema, es decir, si el Sistema se controla actualmente por medio de las instituciones, quien controla las instituciones, controla al Sistema. El grupo que pierde este control, tendrá dos caminos en el caso de que eso suceda: golpe de Estado o retirarse, y en algunos casos, negociación. Antes de la incorporación de la democracia en el control del poder sobre los Estados, las disputas por ese poder se dirimían por las armas en la gran mayoría de los casos; con la nueva “civilidad” política, la incorporación de la democracia y el esquema unilateral de la política internacional, los Estados van superando el conflicto armado y se entregan a la lucha de manipulación de masas estableciendo las oligarquías democráticas; es el aprovechamiento político a partir de una sociedad enferma (programada por el Sistema). La tendencia sistémica de control sobre los pueblos, puede aportar elementos positivos, pero jamás, tenderá por sí sola a perder ese control.

Las oligarquías democráticas son el remix más reciente del Sistema14. Este modelo difiere un poco de todos aquellos que se caracterizan porque el control del Estado descansa en un gobierno cuyos principales miembros pertenecen a una clase social alta que conforman grupos cerrados aparentemente opuestos unos con otros o al menos distintos en los matices desplazándose entre “conservadores” y “liberales progresistas”. La diferencia se establece en la forma de acceso al poder: primero por negociación interna y en la etapa final por la capacidad de manipulación de las masas formando o deformando a la opinión pública anticipándose a una elección popular democrática. La elite de los países ha evolucionado sus métodos de acceso al poder con la alternancia, pero no están dispuestos a compartirlo con quienes son ajenos a sus intereses finales, que van de acuerdo con las formas de comercio internacional impulsadas por la OMC y la OECD ( ú OCDE), acaso dan concesiones a otros grupos para mantener el control sobre el Estado y la propiedad hereditaria del Sistema.

Sin embargo, la decisión de formar gobiernos supuestamente democráticos, no ha surgido de los residentes del país donde se plantea, aunque hayan pugnado desde siempre por ella, sino ha sido impuesta impulsada por los miembros más prominentes de cada sociedad desde el gobierno, la iniciativa privada, diversos grupos de poder interno y organismos internacionales que tienen gran influencia sobre el Estado, ya sean intelectuales, grandes inversionistas y líderes religiosos, que junto con el gobierno son los brazos visibles del Sistema. Pero estos elementos sólo son los ejecutores de las “sugerencias” de sistémicos externos más fuertes. El método, ha sido el mismo para imponer otros ideales mundiales. Primero, es la inoculación ideológica desde el exterior; luego, es provocar una crisis sistémica interna; finalmente, es la imposición con rostro de logro social local (porque, muchos revolucionarios lo hacen convencidos).

El “Mundo Feliz” de Aldous Huxley, es una realidad y sin necesidad de zoma. La verdad es que sin artificios de ficción, los poderosos del mundo han llevado la empresa del control de nuestras vidas, con mucho mayor eficacia y de forma casi totalmente velada; el zoma, es el dinero; las clases sociales, no se dan a partir de la biotecnología, sino de la cultura materialista, aunque ya se vislumbra la sectorización biológica.

Otro aspecto importante concerniente a si un Estado es democrático o no, tiene que ver con la libertad de pensamiento, que a su vez tiene que ver con la autonomía de pensamiento. Ni hay plena libertad de pensamiento (no para las ideas contrarias al Sistema), y la autonomía de pensamiento tampoco es la condición predominante en la población mediatizada. Entonces, ante estos faltantes, lo que proclaman como democracia, no es tal, sino se trata de una seudo democracia, nacida de una protodemocracia. Si a todo esto sumamos desigualdad, ignorancia, desiformación y malinformación, abuso de poder, imposición externa, miseria y todos los elementos ideológicos y surrealistas que aporta el Sistema, ningún argumento por rebuscado que este sea, puede demostrar lo contrario: no existe la democracia de Estado en ningún país del mundo (aunque los gringos son capaces de llamar a una dictadura que se ejerce de acuerdo con sus intereses: “dictadura democrática”, para estar a tono con la moda). Claro que no pongo en duda a la democracia si la arropo con los conceptos venidos del mismo Sistema, por lo que esta democracia es más conceptual que real, es decir, más teórica que practica. Baso mi observación en una definición de democracia lo más apegada posible a la razón, por encima del materialismo y del idealismo, porque estas formas de ver a la humanidad fallan cuando pretenden encerrar a nuestra especie y su realidad en bloques predefinidos y por ser predefinidos, estáticos, siendo que tenemos un fluir dinámico finito aunque permanente (Veremos más a fondo esto en la parte tercera de la obra).

Tercer apartado
El Sistema y la falsa democracia

Un gobierno auténticamente democrático, sería aquél elegido democráticamente, exento de toda influencia surrealista del Sistema, donde los electores no estén sujetos a la manipulación y sean libres en su forma de pensar; en una sociedad sana e informada, educada en los conocimientos, que maneje y entienda conceptos clave, que tenga conciencia de especie; y luego, que el elegido practique una forma de gobierno demócrata. Ante tales requisitos, no existe en el mundo un gobierno auténticamente democrático, es decir, las democracias del mundo son la gran falacia del Sistema15.

Para entender mejor el concepto de democracia, que en poco se parece a la concepción que le da el Sistema, pondré un ejemplo muy sencillo. Supongamos una escuela donde todos son adultos; los maestros, los alumnos y los demás empleados. El poder se encuentra centralizado en el director, quien toma las decisiones trascendentes; los empleados y los maestros se encargan de asegurarse que se cumplan. Este modelo, en principio, es autocrático. Llega el día en que deciden democráticamente formar una escuela democrática. Se forman distintas planillas compuestas por mezclas de empleados, alumnos y maestros. Se llevan a cabo las elecciones y uno de estos grupos resulta ganador. Desde ese momento es el grupo que toma las decisiones, les gusten o no al resto de los grupos y a los demás miembros de la comunidad escolar. Si este nuevo gobierno, lleva a cabo sus acciones del mismo modo que lo venía haciendo el director en el modelo autocrático, el modelo seguirá siendo autocrático. Con el paso del tiempo el proceso se repite con la característica que es la elite política de uno u otro grupo, la que termina asiéndose del poder, formándose entonces lo que he denominado una oligarquía democrática, donde el término “democrática” no representa la forma de gobierno, sino la forma de elegirlo. Esta es la gran diferencia entre la democracia que pregona el Sistema y la democracia auténtica. El hecho de que se decida democráticamente establecer un gobierno demócrata y que se elija democráticamente, no involucra necesariamente un gobierno democrático, porque las decisiones posteriores a la elección y toma del poder, siguen siendo autocráticas. Entonces, la mentira estriba en hacernos creer que un gobierno elegido democráticamente es un gobierno demócrata, porque una cosa es el proceso de acceso al poder y otra muy distinta (y distante) la forma de ejercerlo16.

Este análisis, contempla un modelo “ideal”, que por supuesto no se da en la realidad, ya que en ella, ni siquiera la elección es democrática porque sólo a ciertos grupos e individuos les es dado el privilegio de contender en una elección y pocas veces en igualdad de circunstancias, siendo que la igualdad es uno de los principios básicos (valga la redundancia) de la democracia, entre otros, como son el acceso a la información, nula injerencia en los medios de comunicación dado su poder sobre la forma de pensar de las masas, libertad de expresión, sin uso inmoral de cotos de poder (como parte de la tradición) y un largo etcétera17.

Dentro de la permanente lucha por el poder (tener el control del Sistema), los grupos con posibilidades, están dejando atrás, en gran medida, la confrontación armada, pues a partir de los procesos electorales, tienen más y mejores ventajas. Entre ellas, se encuentran las siguientes:

1.    Las probabilidades de ganar, normalmente se inclinan hacia los grupos con un nivel de poder político y económico determinado, es decir, es un proceso discrecional controlable, inclusive desde el exterior.
2.    Entre más amplio es el poder que un puesto de elección otorga, más filtros tienen estos grupos para asegurar que quien salga como contendiente, si gana, estará del lado de sus intereses.
3.    Que ante una derrota, no es indispensable movilizar y mantener un cuerpo armado para recuperar el poder, sino entrar en el juego de la alternancia “democrática”. Este proceso de recuperación del poder es mucho más económico, requiere de menores tiempos y los gastos no corren por cuenta de los interesados; ya no se arriesga la vida ni la posición social, el riesgo es sólo político.
4.    Que una elección democrática, aporta conceptos aceptables sobre una realidad ficticia, haciéndola parecer lo que no es, como son: democracia, legalidad, representatividad, validez, legitimidad, etc.

Sin embargo, también se tienen desventajas:

1.    En sistemas “democráticos” deficientes, los filtros para llevar a alguien conveniente al poder, no siempre funcionan como se espera y puede llegar alguien inconveniente (v.g.: Hugo Chávez).
2.    Se tiene que dar oportunidad de competencia a otros clanes con intereses no tan de acuerdo con los de la oligarquía democrática gobernante, como son los grupos con ideas socialistas si la oligarquía dominante es más bien capitalista; o a grupos de “derecha” o “ultra derecha”, si la oligarquía dominante es de corte socialista.
3.    Que se mantiene la tendencia de mayor aceptación popular para un liderazgo extremista (populista, nacionalista, religioso, etc.) que para liderazgos más centrados, dando como resultado una menor influencia del factor económico sobre los electores (aún hay cosas que escapan al poder del capital y a la mediatización, porque los extremos son dogmáticos y esto les permite formar fácilmente masas críticas sobre una sociedad enferma).

Estas desventajas lo son, desde el punto de vista del Sistema por supuesto, porque bajo determinadas circunstancias, representan un aliciente y una reivindicación social.

Dentro de los planes globalizadores de la economía, se encuentra sin duda, el plan para centralizar el poder mundial en un solo clan, obviamente comprometido con los intereses de los inversores. La democracia que nos vende el Sistema, no es más que una herramienta para hacer de los Estados locales, Estados dependientes supeditados a las decisiones del gran clan internacional; los gobiernos locales se convierten en regentes de la nueva administración mundial, ya que un Estado producto de esta democracia, representa un gobierno comprometido con las entidades que le dan reconocimiento y protección, es decir, con las instituciones que controlan los poderosos del mundo. Los poderosos locales de los países emergentes y subdesarrollados, ya no pelean por un poder expansible fuera de sus fronteras, sino por mantener el poder local, y a cambio de la protección y apoyo a su Estado y su gobierno por parte de los poderosos del mundo, lo hacen mediante la estrategia impuesta de moda: la supuesta democracia. Entonces esta falsa democracia no es un fin, sino un medio para acceder y mantener el poder y, para blindarla, se la atribuye como un “logro social”. Al ser un medio y no un fin, la presión social por mejores formas democráticas, no tendrán eco en los gobiernos locales mientras sigan funcionando las formas establecidas.

La auténtica democracia, principia con el reconocimiento de los derechos humanos naturales y termina con proteger esos derechos, entendiendo que nuestros derechos naturales no son del todo equivalentes a los que establece la ONU en su declaratoria (veremos ampliamente cuáles son, en la tercera parte de esta obra). Entonces, ¿dentro del Sistema puede existir la democracia?, por supuesto que no, ya que si bien se pueden reconocer los derechos de la gente, protegerlos implicaría necesariamente la desaparición del Sistema porque este basa su poder precisamente en la dominación, siendo que dos de los derechos principales de toda persona son la autonomía de pensamiento y la igualdad, protegerlos es destruir la parte intangible del Sistema, sin la cual la parte tangible no es posible. Entonces, la democracia basada en los derechos es auténtica y es en verdad el mejor antídoto contra el Sistema y el único nuevo marco de referencia social viable para una especie con las características del Ser Humano, porque esta forma de democracia, sólo puede ser producto de la consciencia de especie de los individuos, no sólo de índole informativa e impositiva, como lo pretende el mundo occidental. En tanto, la protodemocracia, es sólo una estrategia para acceder al poder y mantener la sumisión del pueblo. El Estado concede derechos civiles a la población para que a través de estos, defienda sus derechos naturales. Nada más irracional, pues el sentido debe ser a la inversa: a través de los derechos naturales, es que deben conformarse y defenderse los derechos civiles y de cualquier otra índole. Es así, porque para el Estado reconocer los derechos naturales y ponerlos por encima de los civiles, resulta incompatible con su naturaleza actual; sería negarse a sí mismo. Si tanto cuesta a una sociedad sistémica implementar una protodemocracia, cuánto más costará implementar una democracia. En realidad, la instauración de la democracia real es imposible bajo las estructuras de poder actuales. En países como México, el Estado es utilitario (nada que ver con el Estado republicano –utópico- concebido por Benito Juárez, donde el Estado lo componen todos, es decir: el gobierno, las instituciones y los ciudadanos; donde el gobierno tiene como fin primordial, velar por el bien común y donde las instituciones son los instrumentos para alcanzar dicho fin; donde los ciudadanos son copartícipes tanto en los deberes, obligaciones y en el trabajo, como en los beneficios de estos). El Estado mexicano, en la praxis, es utilitario porque sólo persigue la dominación de los ciudadanos y el control del sistema socioeconómico en beneficio de las clases altas de la sociedad; las instituciones son, en consecuencia, los instrumentos “legales” para alcanzar teles objetivos, y el ciudadano representa un problema, donde en función de cómo pueda resolverse ese problema, están los beneficios para las clases dominantes. El neoliberalismo viene a agudizar esta tendencia haciendo más ricos a los ricos para que eventualmente, estos derramen sus excedentes sobre las clases inferiores. Pero, ¿cuál es el criterio para que tal eventualidad se cumpla? Simplemente queda a consideración de los poderosos; ya salen las fundaciones de ayuda supuestamente altruista como respuesta (de las cuales hablaremos en la parte cuarta de esta obra). En 1988, había en México un multimillonario reconocido internacionalmente; al día de hoy, son 24, pero si contamos las inmensas fortunas que la corrupción ha fomentado -de muchas de las cuales no se posee registro- podemos decir que estos 24 se multiplican por diez o más veces. Estos desbalances económico, político, social, educativo, etc., hacen imposible pensar en la posibilidad de un gobierno democrático, pues un gobierno que en cualquier país del mundo vea primero por el bien común, es tachado de populista y desde esa trinchera es atacado por quienes manejan los hilos de la economía hasta provocar su inoperatividad y posterior caída. La retórica del “bien común”, además resulta en una cuestión utópica pues los intereses de las clases dominantes, pertenecientes a la comunidad, son muy distintos a los intereses de las demás clases, entonces ¿cuáles pueden ser las políticas de Estado capaces de satisfacer tanto a las clases más opulentas y a mismo tiempo a las clases populares? En una sociedad de gran desigualdad, tales políticas no existen. Lo que se hace, es seguir el modelo neoliberal que satisface a los ricos y paralelamente, dar apoyos extraordinarios a los pobres en especie para disfrazar su miseria, pero donde tales apoyos, si bien determinarán un cambio en las estadísticas sobre pobreza, no contribuyen en nada significativo para el verdadero desarrollo de los desposeídos: nunca se le dará a un miserable la concesión para explotar una mina de oro. Los resultados de estos apoyos, solo pueden llegar a tener un impacto social importante si se mantienen por sucesivas generaciones y se acompañan de transformaciones críticas en la forma de operar de un Estado, en des dogmatizar a la sociedad y en transformar muchas de las estructuras sociales de corte clasista. De otra forma, socialmente sólo sirven como paliativo y válvula de escape de la presión social. El Estado busca atender los puntos que se vuelven críticos, con el fin de que no haya cambios drásticos en las estructuras de poder y que todo se mantenga bajo su control. La historia le ha enseñado a atar y desatar, a apretar y aflojar, donde se vislumbran posibles amenazas futuras contra el stablisment. Eso no es democracia ni búsqueda legítima del bien común, sino componendas por un lado cínicas y por el otro falaces sobre la lucha de clases.

Cuarto apartado
Los engaños del Sistema

Además de lo visto hasta ahora sobre los engaños del Sistema, es pertinente profundizar en este tema de manera independiente. Esto por la necesidad de establecer mejor los antecedentes y consecuencias de los procesos que comanda el Sistema en su interés de mantenerse por el tiempo que la humanidad perdure. Generaciones completas de seres humanos han sido inmoladas, demolidas y avasalladas en sus derechos, su integridad y su vida por causas que no valen ni siquiera el nivel de bienestar que las clases más opulentas de todos los tiempos han alcanzado a expensas de. El Sistema, debido a que se basa y tiene su origen en políticas comerciales, se ha mantenido y fortalecido gracias a una economía basada en el dinero. Una sociedad cuyos justificantes prácticos y referentes sociales se imponen a partir del dinero, es una sociedad caída en la estupidez, inconsciente de su propia esencia y autolimitada en su potencial. La especie humana, es como un árbol, donde las ramas representan la inteligencia, el tronco representa la forma de organización social y la raíz, es la consciencia. No necesito ejemplificar qué pasa con el árbol dadas determinadas medidas de cada parte, pero si es importante decir que esta sociedad corresponde a un árbol de raíces poco profundas, por lo que si el tronco se alarga y las ramas se elevan, no tardaría en caer bajo su propio peso.

Recordando la conocida frase surgida en el Imperio Romano: “al pueblo, pan y circo”, voy a iniciar esta exposición, primero para probar el doble lenguaje de los dueños del poder, y luego para probar que, las cosas que surgen del Sistema, a pesar de ser ciertas, sus matices ocultan un engaño; se recurre a verdades menores para ocultar la verdad de fondo: que mantenemos, defendemos y seguimos forjando en la lucha por la vida, a una sociedad adherida a la estupidez, dado el potencial con que cuenta ahora la humanidad.

La interpretación popular de esta frase, no varía mucho de decir que se trata de una forma política de tener contento al pueblo: darle de comer, darle salarios, bonos, bienes materiales de primera necesidad, por un lado, y por el otro, darle diversión y esparcimiento. Todo con el objetivo de evitar las sublevaciones. Todos estarán de acuerdo que la frase en cuestión y su interpretación popular encierran verdad, pero pocos, realmente muy pocos, podrían deducir el doble sentido de esta frase, es decir, lo que realmente da a entender, lo que interpreta la clase en el poder. Como apoyo a esta interpretación alterna (que en realidad es como se debe interpretar cuando viene de los poderosos, porque es como ellos así la entienden), voy a recurrir a una parábola:

“Había una granja con cerdos, vacas, asnos, gansos y ovejas a cargo de un grupo de granjeros. Los cerdos producían carne y manteca; las vacas, carne y leche; los asnos se usaban para transportar las mercancías; los gansos daban plumas, carne y huevos; y las ovejas lana y carne. Todos los animales aportaban esto a costa de sus vidas y su servidumbre. Los granjeros atendían las necesidades de los animales y comercializaban los productos.

Las ganancias obtenidas de la venta de los productos, obviamente eran de naturaleza distinta, de tal forma que por la carne, se recibían monedas de oro, por los huevos monedas de plata y por las plumas, diamantes. Parte de esta riqueza se utilizaba para dar de comer a los animales buscando siempre la mejor relación costo – beneficio, y en atender otras de sus necesidades, pero hasta cierto límite, un límite impuesto a criterio de los granjeros. Es así que si un ganso enfermaba, se le atendía para salvarlo no por tratarse un ser viviente, sino en relación a la riqueza que producía, de tal modo que, si el costo de su sanación representaba una erogación superior al valor estimado del animal, se le dejaba morir y con lo ahorrado al no atenderlo, se compraba otro ganso.

Sin embargo, si uno de los granjeros enfermaba, se dispensaba la riqueza que fuera necesaria para salvarlo, puesto que este no estaba tasado económicamente. Entonces los granjeros solían decir: “a los animales, pastura y agua; mientras que a nosotros, el resto de la ganancia”.

Entonces la frase dice: “al pueblo pan, porque para que siga produciendo, debe mantenérsele vivo; al pueblo circo, para que no piense, para que crea que todo está bien y no se de cuenta de la verdad; para nosotros, es la mejor y la más grande tajada; para nosotros son los placeres que más nos apetezcan”. La frase, como otras de este tipo donde se sabe más por lo que omiten que por lo que dicen; lo que refleja, no es una preocupación genuina por el pueblo, ni porque este se sienta inconforme y proteste, sino que pone de manifiesto la concupiscencia de los poderosos y desenmascara el verdadero objetivo del Sistema. Recordemos la dictadura televisiva de Milosevic: poco pan y mucho circo televisivo donde la realidad era suplantada por otra completamente distinta, siempre justificando la guerra con ideales inexistentes como el derecho a una venganza histórica que, puesto sobre un principio real de justicia, lo hacía parecer como un deber ciudadano para los serbios. Esta experiencia histórica, demuestra además el tremendo poder que ejercen los medios masivos de comunicación sobre la población, mientras esta no adquiera un nivel de consciencia mínimo para inmunizarse.

Otra observación importante, tiene que ver con el origen de los derechos humanos naturales; si bien deben protegerse, no es el Estado quien los otorga y nadie puede negarlos: son inherentes a la especie.

Respecto a la libertad de expresión, este es otro engaño del Sistema. En el mundo, se defiende la libertad de expresión como uno de los derechos más importantes dentro de las organizaciones sociales. Sin embargo, esta defensa se sitúa cada vez más dentro de la trinchera de los grandes medios de comunicación, ya que por su característica social, el impacto de estos medios en la población, hace que adquieran una importancia mayúscula. Recientemente el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, decidió conforme a las prerrogativas que le otorga la ley, cancelar la concesión a una de las dos televisoras privadas más importantes de aquél país. Las voces en contra no se hicieron esperar, donde fuera de los comentarios políticos, la bandera que se esgrimió, tanto dentro como fuera de Venezuela, fue en sentido de la libertad de expresión, como si ésta en verdad existiera dentro de una televisora con marcado acento político, de derecha en este caso, porque no importa que el Estado respete, si acaso lo hiciera cabalmente, la libertad de expresión de los medios de comunicación, si son los medios los que se auto censuran o manipulan el sentido y los senderos por donde deben fluir la opinión y la información. Contratar a ciertos líderes de opinión, seleccionados por su tendencia ideológico política o social, por un lado, y bloquear, rechazar, denostar y no contratar perfiles opuestos, por el otro, es un claro atentado contra la libertad de expresión perpetrado por quienes ahora dicen defenderla (lo hacen hasta que sus intereses están en riesgo). Desde esta perspectiva, que se verifica tanto en los medios públicos como en los privados, es que podemos afirmar sin lugar a dudas, que la libertad de expresión es un engaño más del Sistema. La libertad de expresión se ha suplido por la oportunidad de expresión, que a todas luces, pertenece en mucho mayor medida a los dueños de los medios de comunicación, generalmente aliados a una tendencia política, es decir, pro sistémicos. En sentido contrario, para que un ciudadano común pueda hacer oír su voz, requiere de medidas de presión política y social organizadas, y aún así, no deja de ser víctima de la censura, la tergiversación de sus posturas y la represión. El terrorismo nativo, tiene su origen en esta circunstancia.

No puede haber libertad de expresión cuando los desposeídos y los marginados no tienen acceso a los medios ni a la tecnología ni a la información ni a la educación. No puede haber libertad de expresión cuando los ciudadanos sometidos a los que se les llega a dar apertura en los medios, carecen de consciencia, porque ante tal carencia, más que aportar algo verdadero, ayudan a perpetrar la mentira. La libertad de expresión, es un privilegio de aquellos que juegan en la cancha de los ganadores.

La palabra escrita, vejada, abandonada, viciada, demeritada, mediocratizada, reemplazada por otros medios donde el receptor adopta actitudes más pasivas que activas, es a pesar de todo, la más abierta y la más democrática. El Sistema permite una gran variedad de expresiones en este medio, porque en la abundancia, se diluyen las voces que hablan verdad, las que dicen algo digno de atención; porque la poca cultura y la pobre comprensión de la mayoría de los destinatarios, por un lado, y la aparentemente falta de utilidad del producto literario por el otro, son una barrera “natural” contra las ideas que hablan sobre una realidad contraria al Sistema (esta obra, por ejemplo). El hecho que el Sistema tolere ciertas publicaciones, pone en evidencia la falta de libertad de expresión, ya que el vocablo “tolerar”, implica permitir algo contrario a una posición determinada, y el vocablo “permitir”, lleva consigo a su opuesto: reprimir. Donde hay permiso y represión, no existe la libertad como derecho, sino como dádiva. Una obra como esta, sólo podría salir a la luz pública por descuido, por un acto de valentía de algún editor o por una coyuntura especial poco probable.

Se permite, de acuerdo a la versión y visión del Sistema, que quienes no ponen en riesgo las tradicionales estructuras de poder, digan cuanto deseen, con plena libertad. Lo mismo pasa con quienes opinan diferente; la diferencia es que los primeros encuentran acogida en los medios masivos, mientras los segundos, se enfrentan a un cerco de difícil o imposible apertura, además del rechazo dogmático y la falta de juicio propio de los receptores enfermos, porque así nos han condicionado. Así, vemos en los medios, que más de las dos terceras partes de la información que proporcionan, o está llena de alabanzas al modelo político y social, o se trata de estupideces, cuando en un mundo lleno de problemas e injusticia, hay tanto realmente importante que decir.

Uno de los principales engaños del Sistema, es sin duda el que tiene que ver con las posesiones: la posesión de la tierra, de los recursos naturales, de las aguas y los mares, el espacio aéreo, de los yacimientos minerales, etc., es decir, todas esas cosas que existen millones de años antes que nosotros, los humanos, y que nos hemos ungido como dueños de ellas. La posesión de estas cosas, es una verdad deformada, es decir, la Tierra y sus recursos sí son propiedad de los seres vivos que la habitan, pero no de la forma en que el Sistema lo establece: derechos de uso, explotación y enajenación de acuerdo a políticas económicas, jurídicas y políticas. Una mina de diamantes (cuyo valor comercial es puramente cultural), es explotada por unos cuantos individuos a quienes el Sistema por medio del Estado, les ha otorgado ese derecho. Hay dos elementos irracionales en esto: 1) que ellos (concesionarios y Estado) no son quienes realizan el trabajo de extracción, sino lo hacen trabajadores mal pagados cuyo trabajo es explotado al máximo, y; 2) que el valor sumado del trabajo robado a los mineros y el del valor comercial de los diamantes, beneficia primordialmente a los “dueños” de la mina. Porque ¿quién es el Estado para repartir la riqueza natural a discreción, y no solo eso, sino que le asegura a los dueños, empleados que hagan el trabajo?. El engaño consiste precisamente en hacer creer a todos que pueden tener la posesión privada de recursos que en realidad pertenecen por igual a toda forma de vida, de acuerdo a lo que cada una necesita para vivir. La Tierra y cuanto hay en ella, es un hábitat, por lo que resulta irracional la propiedad privada de esos recursos para unos cuantos y que estos hagan lo que quieran con esos recursos, ya sea destruirlos, explotarlos para enriquecerse, abandonarlos y no permitir que nadie mas los aproveche, etc. Bien dicha es la frase de Emiliano Zapata que reza: “la tierra es de quien la trabaja”, refiriéndose a las tierras de cultivo. Podemos extender y hacer más general esta frase diciendo: “los recursos naturales son de quien los aprovecha para cubrir sus necesidades y no más”. Tomar lo que cada quien necesita para vivir y permitir que los demás hagan igual, es el máximo principio de igualdad, del cual se desprende la abolición de la injusticia distributiva. Sabemos el origen histórico del trato que el Sistema da a la posesión de los recursos naturales, pero por sus mismas limitaciones, esta forma de tratar lo que es de todos, se encuentra entrampada de tal manera, que la propiedad privada tal como la conocemos en el mundo capitalista, es un pilar del modelo económico occidental, por lo que cambiar esta concepción y reflejar el cambio en la praxis, sólo es posible aniquilando al Sistema desde nuestra consciencia.

En los países llamados del primer mundo, tampoco se vive una libertad racional (bajo la óptica del racionalismo natural, no del racionalismo sistémico, tema tratado en la tercera parte de esta obra). Si se gozan de mayores libertades que en los países emergentes, esto se debe a la libertad asociada al ingreso per cápita. Dentro del Sistema, a mayor ingreso, mayor posibilidad de ejercer las libertades naturales porque hay más educación, más posibilidades para viajar, y en general hay más condescendencia gubernamental en muchos temas cuando las cuotas impositivas satisfacen al Estado. Aún así, también hay reglas en algunos temas, mucho más estrictas que en el resto del mundo. Estas ventajas, no son producto propiamente del trabajo, pues si eso fuera, quienes más horas y esfuerzo dedican a esta actividad, serían los más ricos. Como veremos en el cuarto capítulo de esta parte, los factores son básicamente asociados al sistema económico mundial, a las reglas comerciales y a los modelos político económicos de las diversas naciones, todos ellos impuestos por los grandes consorcios internacionales en base a presiones económicas a través de los Estados desarrollados, principalmente del norteamericano y de las instituciones globales (FMI, OMC, etc.).

Quinto apartadoEl Sistema, los mitos sexuales y la intolerancia

Una característica inseparable de la condición humana, es la diversidad. Entre los miles de millones de seres humanos que vivimos actualmente y los millones de millones de personas que han vivido a través de los tiempos, no ha habido dos idénticos en todos sentidos. Cualquiera de nuestras características se ubican entre dos extremos y los menos son quienes tienen una o varias de estas características completamente hacia uno de estos extremos. Las características que tienen que ver con la orientación sexual son un ejemplo. Más del 90% de la gente es fisiológicamente bisexuada, es decir, hormonalmente, físicamente, culturalmente, psicológicamente, etc., se ubica entre uno y otro extremo. Es entonces, que la definición sexual se da mas por cuestiones culturales y psicológicas, y claro, si una persona tiene más características naturales que condicionan su género, psicológica y culturalmente tenderá hacia dicho género, pero no necesariamente, ya que debido a la diversidad, existirán quienes a pesar de que fisiológicamente predomine un género, por cuestiones culturales o psicológicas tenderán al opuesto; o viceversa: aunque su psicología o su cultura lo arroje hacia un género, por cuestiones fisiológicas tenderá al otro. Esto quiere decir que lo anormal, sería que los que nacen hombres o mujeres adopten cabalmente una postura opuesta uno al otro, como si de dos especies o cosas distintas se tratara. Nadie pertenece a los extremos, pero sólo hay dos sexos. La diferencia sexual sólo debería repercutir en lo que a reproducción se refiere, no en el resto de cosas que comprenden la vida humana.

El problema radica en lo que consideramos normal y anormal, permitido o no permitido, etc., todo lo cual puede derivar en la intolerancia, el rechazo y el repudio. El problema es un asunto de ignorancia de la condición humana. Es esta ignorancia manifiesta a través de la cultura, que genera mas traumas que el hecho al que se culpa. Por ejemplo, en ocasiones un homosexual se hace homosexual por un trauma de la infancia al ser abusado o por haber participado en una actividad sexual con alguien de su mismo sexo. Ante la creencia de que ser homosexual es malo, la sociedad no lo acepta y el conocimiento de esta condición por parte de un puberto, lo hace sentir culpable y si hubo placer en la relación, piensa que se debe a que su naturaleza responde a los estímulos homosexuales. Esto puede ser una verdad a medias, ya que nada puede impedir que exista placer en una relación homosexual, salvo por cuestiones culturales, psicológicas o fisiológicas muy marcadas. En un puberto que aún no tiene bien definida su sexualidad, estos factores pueden marcar su vida erróneamente.

Resulta un secreto a voces que la primera experiencia sexual de una parte muy importante de la gente, se lleva a cabo con gente de su mismo sexo durante la pubertad (varía de cultura a cultura), que es la edad donde se manifiestan fuertes cambios hormonales y psicológicos que tienen que ver con el género, además que se refuerzan los condicionantes culturales a este respecto. Estos cambios producen en el individuo una gran curiosidad por conocer y descubrir su sexualidad por medio incluso de la experimentación directa. Por razones de organización social, muchos de estos primeros encuentros sexuales, se dan dentro del seno familiar y entre las personas más cercanas (parientes, amigos, etc.). Debido al esquema actual de organización social, esto resulta completamente normal; lo anormal son aquellos casos donde la diferencia de edades representa un abuso, por ejemplo, las relaciones entre adolescentes y adultos, o peor aún, entre adultos y niños.

La falta de información, la desinformación, el medio y la ignorancia, provocan que en vez de tener situaciones normales y sanas, se produzcan tanto daño psicológico, traumas y otras situaciones negativas que se reflejan en la salud mental del individuo, el cual representa una punta de contacto para hacer de esto un círculo vicioso, siendo que, en algunos casos, cosas que se juzgan como negativas, en realidad no lo son, por ejemplo el homosexualismo o, ¿quién tiene el rasero con el cual decidir lo que es bueno y lo que es malo? En aspectos personales, cada persona debe tener su propio rasero, porque de otra forma no hay libertad, entendiendo que la libertad de toda persona termina donde empiezan los derechos de los demás, y los derechos de los demás, son los derechos naturales de todos.

La idea de etiquetar a las personas por su preferencia sexual “anormal”, como pervertidos o enfermos es común en la sociedad occidental, y a no dudar, es consecuencia de los filtros dañinos del Sistema, que producen tal respuesta automática errónea. Del mismo modo resulta erróneo, asociar el cambio biológico inducido y la transformación física (sea exterior al cuerpo o sobre el cuerpo mismo), con la preferencia sexual; hay hombres que quieren ser mujeres y sin embargo les gustan las relaciones sexuales con mujeres, o simplemente, no les interesa actividad sexual íntima o les da igual el género de su pareja sexual. Se piensa que querer ser del sexo opuesto al biológico original y de hecho, someterse a caras y dolorosas operaciones y tratamientos, es únicamente debido al deseo incontenible de tener relaciones homosexuales, siendo que el homosexual puro es quien gusta de su mismo género sin cambiar nada en la pareja, es decir, hombre biológica y mentalmente dentro de la norma con otro hombre similar, o mujer biológica y mentalmente dentro de la norma con otra similar. Cuando ha operado un cambio físico o de apariencia externa en una de las partes, la relación deja de ser homosexual pura, porque la igualdad de género deja su paso a la equivalencia, sea física o psicológica. Veamos un ejemplo extremo evitando matices intermedios: un hombre que se opera y se somete a hormonas cambiando por completo su cuerpo para parecer mujer ¿sigue siendo hombre? La mayoría dirá que sí, pero ninguno lo tratará como tal, entrando en propia contradicción. Un punto de vista para distinguir entre hombre y mujer, que parte de los elementos socio culturales, de biología externa y de psicología de la personalidad, por encima nos podrá decir que es mujer, pero en otras profundidades, podría decir que es un hombre transformado o que no es ni hombre ni mujer porque unos indicadores dicen una cosa y otros dicen lo contrario. ¿entonces qué es?. Si nos alejamos de los filtros sistémicos, la conclusión que alcanza mayor validez, es que es un Ser Humano diferente, simple y llanamente. Lo que quiero demostrar es que pueden existir tantos matices como posibilidades, de tal forma que no podemos atenernos a ellos, sino reducir nuestro juicio a lo más sencillo para determinar si una persona es hombre o mujer; hay tres caminos: 1) preguntarle a la persona en cuestión y aceptar su respuesta; 2) atenernos a su capacidad reproductiva, pueda o no pueda ejercerla, quiera o no quiera ejercerla, y; 3) tomar todo el contexto y decir que es una persona que cumple con características de ambos sexos y no por esto considerarlo erróneo o rechazarlo. Todo este problema tiene su origen en que no hay géneros intermedios y sin embargo, nos abocamos al determinismo de género dentro de una sociedad diversa. Hay que entender que nuestro juicio no significa más que una interpretación personal de los hechos que responde muchas veces a ideas volátiles que son producto de la cultura y de nuestra experiencia propia pero que no pueden tener un peso tal que perjudique a quienes tienen una óptica contraria a la nuestra. Cuando no respetamos una posición ajena, no podemos esperar que el otro respete la nuestra. Aquí es donde la cultura sistémica sobre lo que es “normal”, se confunde con la verdad para que en una supuesta defensa a esa verdad, se justifiquen aquellos actos u omisiones que dañan a quien se observa diferente, y más aún, suponiendo que tengamos la verdad, la auténtica, la absoluta, la verdad que no depende del Sistema, tampoco justificaría acción alguna contra lo diferente, es decir, la posesión de una verdad relativa o de una verdad absoluta, no es justificante en ningún caso, para transgredir los límites que resguardan los derechos de los demás.

Por otro lado, la tendencia de asociar a la actividad con el género (las mujeres barren, limpian la casa y los hombres trabajan; los niños juegan con soldados y las niñas con muñecas) y luego asociar esa actividad con la preferencia sexual, es un error a todas luces. Del mismo modo lo es, asociar la preferencia socio biológica individual (el género que yo quiero ser dentro de la sociedad) con la preferencia sexual.

Sin el juicio del Sistema, podemos decir que no hay perversiones (concepción sistémica) dentro de una salud mental media, sino gustos diversos; que no es condenable la homosexualidad (ni ninguna práctica sexual) si es en consciencia, en común acuerdo y sin perjuicio de terceros. Si una mujer heterosexual se escandaliza al ver a dos mujeres besándose en público, lo lógico bajo ese mismo juicio, sería que una lesbiana se escandalice al ver besarse a una mujer con un hombre en público. Muchos homofóbicos son homosexuales no confesos que por cuestiones culturales no son capaces ni siquiera de reconocer que lo son debido a sus atavismos.

En el aspecto sexual, como en otros muchos ámbitos de la convivencia social, nos falta mucho para aprender a tolerar y respetar lo diferente, aunque la tolerancia involucra rechazo silencioso a lo que nos resulta desagradable, por lo que en los casos donde la diferencia no nos perjudica, subyace un dogma en nuestra mente, es decir, tenemos un problema de apreciación. Se tiene la idea sistémica de que lo normal es lo más abundante, o que lo más abundante es lo normal, lo sano, lo correcto, cuando la razón dice que lo normal es la diversidad. Si existe diversidad en plantas y animales ¿por qué lo consideramos normal y a la diversidad humana no? ¿por qué se rechaza lo diferente si son las diferencias las que establecen el proceso evolutivo de todo ser vivo?. Lo que quiero decir es que no hemos aprendido a aceptar la diversidad, en gran parte debido a las influencias del Sistema, las que dominan nuestras formas de pensar, de ver al mundo y en consecuencia, de actuar.

La intolerancia en todas sus formas, tiene su origen en las ideas erróneas que a todos niveles introduce el Sistema. Es tal la influencia de estas ideas, que podemos encontrar casos que rayan en el absurdo. Tolerar lo diferente, aunque es mejor que la intolerancia, refleja influencias negativas del Sistema en nuestra mente; es como una muestra de civilidad dentro de la sociedad contemporánea, pero el problema de la influencia negativa del Sistema subsiste en el individuo, no se ha ido con la tolerancia, lo único que ha cambiado, es el tipo de respuesta hacia el exterior. Por ejemplo, está el caso de un niño, a quien su madre tuvo que convertir de zurdo a derecho porque socialmente, a los zurdos se les consideraba homosexuales; una falacia sostenida en otra aún peor. Ni el lado diestro determina la preferencia sexual, ni la preferencia sexual tiene por qué ser condenable por sí misma. Pero por otro lado, la madre tenía razón en dos sentidos: si no hubiese quitado esa condición a su hijo, la influencia del Sistema es a veces tan abrumadora, que él hubiera podido creer que por ser zurdo era homosexual sin serlo y, si al tener relaciones con otro hombre encontraba placer, se hubiera convencido y perpetrado el error y después de eso, no le quedaría más que aceptarlo o rechazarlo con el consecuente trauma irracional, eso por un lado, porque por el otro, la madre también encontró razón al prevenir el rechazo a su hijo por parte de la sociedad.

La única diferencia entre tolerancia e intolerancia, es que en la primera no se ejerce acción alguna contra lo diferente y en la segunda sí, aunque ambas involucran no aceptación. La tolerancia y la intolerancia, además de ser producto de las ideas erróneas, son producto de las propias inseguridades que nos impiden aceptar públicamente las posturas que la sociedad rechaza por temor a que se nos tome como partícipes de esas posturas. Por ejemplo, si aceptamos y tratamos de igual a igual a un homosexual, pensamos que la sociedad nos va a acusar de homosexuales, condición que rechaza. También están los tabúes producto del ocultismo y la satanización sexual: se ha fomentado la relación inexistente entre lo sexual y lo malo; se ha colocado a la sexualidad como algo prohibido si no es en la intimidad del matrimonio (aunque en ciertas épocas, por algunos teólogos, hasta las relaciones sexuales dentro del matrimonio eran consideradas pecado). Al mismo desnudo se le condena y se le persigue, perpetrándose con esto el absurdo más sorprendente de nuestra cultura negando al mismo tiempo uno de los derechos más elementales de la condición humana y no sólo eso, sino que la misma cultura hace inaccesible ese derecho sin la consecuente represión o crítica por violentar, alterar o pervertir a quienes nos vean desnudos. Las consecuencias de este rechazo irracional y sistemático, es que cada nueva generación confunda el desnudo con la falta de decencia, como si la ropa nos aportara pureza, siendo que es todo lo contrario, cuando la cultura nos influencia a sentirnos ofendidos por el desnudo y es tal esta influencia, que se legisla para castigar a los nudistas. Pero un rayo de luz asoma cuando esta situación se tolera en ciertos lugares o bajo ciertas circunstancias, lo que da lugar a la adopción de una doble moral por parte de las autoridades, porque por un lado, no puede negar los derechos de las personas, y por el otro, se siente comprometido a proteger a las conciencias enfermas que se escandalizan ante un desnudo. Sin embargo, cuando la gente liberada de esos dogmas tiene oportunidad de ejercer el derecho a denudarse al aire libre sin sufrir persecución, no pierde la oportunidad de hacerlo con la consecuente felicidad que esa libertad le provoca. Es un hecho que quien más pudor experimenta ante su propia desnudez, es quien más grabado tiene en su mente el morbo en la sexualidad, es decir, es quien refleja mayores síntomas de enfermedad dogmática respecto al cuerpo humano. Aunque el morbo, como yo lo entiendo, es parte de la sexualidad; el problema viene cuando no se tiene control consciente de los estímulos y estos alcanzan un nivel donde la razón y la voluntad pierden poder a manos de los instintos. El caso contrario, el del exhibicionista, tampoco puede considerarse dentro de una condición mental sana, porque no lo hace por ejercer un derecho, sino por provocar morbo e indignación. Quién menos control tiene sobre su pudor, es quien más resulta susceptible a ser afectado negativamente por escenas prohibidas, es decir, es quien tiene el problema mental más arraigado; es quien más fácilmente pierde el control ante ciertos estímulos; es el hipócrita por excelencia respecto a sus sensaciones.

Ahora bien, ¿cuál es la condición para que un filtro del Sistema tenga impacto en la mente de una persona?. Recurriendo a lo sucedido con el niño zurdo, su madre aceptaba el dogma en cuestión, por ignorancia. Pero también interviene la condición social, la de no aceptación; el miedo al rechazo social justifica en el individuo conductas contrarias a la razón natural. La pertenencia y aceptación dentro de la sociedad, tiende a predominar respecto a nuestras decisiones, dejando de lado al análisis razonado.

Desde la razón, ¿quién podría mantener alguno de sus temores a ser rechazado por la sociedad a consecuencia de una característica natural de su persona, no aceptada socialmente, sabiendo que ese rechazo obedece a una enfermedad social?. La teoría suele dar una respuesta contraria a la práctica en este sentido. No quiero parecer como un autor de libros de superación personal, porque esos, además de buscar un objetivo comercial, se enmarcan dentro del Sistema mismo y sus dogmas (la mayoría podría titularse “cómo sobrevivir al Sistema si...”). Mi objetivo no es que una persona se supere dentro del marco de referencia sistémico, sino que se supere por encima del marco de referencia sistémico. Todos quieren superarse dentro del Sistema, y nadie por encima.

Debe resultar claro en este apartado, que la influencia del Sistema a la que todos desde pequeños hemos sido sometidos, pervierte nuestros juicios, muy especialmente en cuestiones de género, no sólo en aspectos sexuales (por haberse tratado de un tema tabú que en la actualidad sufre de un abrupto “despertar”, igualmente manipulado y viciado mercadotécnicamente por el Sistema). Los problemas de género, afectan primordialmente a las mujeres, ya que desde niñas se les enseña explícita e implícitamente que su valor social tiene que ver primordialmente con ser escogidas por un hombre como parejas; se las prepara como mercancías de consumo masculino con sello de garantía (virginidad) y con opción a la devolución; se las prepara para atender una casa, tener y cuidar de los hijos y, si la economía familiar así lo obliga, para que contribuyan trabajando fuera de casa. Sin embargo, esta situación, bastante cómoda para el género masculino es, además de criminal porque se atenta contra sus derechos más elementales, es producto de la irracionalidad. Veamos.

En la naturaleza abundan los ejemplos donde una especie conserva rasgos de estructuras corpóreas que miles o millones de años atrás formaron parte de sus características vitales para sobrevivir, pero que en su estado actual no cumplen una función específica. Igualmente, las características físicas de la mujer, como son: menor corpulencia, menor fuerza física, menor capacidad craneal (no involucra menor capacidad mental), etc., todo lo cual la hacen menos apta para la caza, por ejemplo; viene siendo un remanente genético que en la actualidad no debería diferenciarlas de los hombres, ya que para las circunstancias actuales, su menor capacidad física en relación con el hombre, no interfiere en la forma de vida, siendo inclusive más aptas para ciertas actividades físicas o intelectuales. Entonces la marginación y sometimiento de que son objeto, no proviene de un juicio razonable, sino de un tradicionalismo estúpido, injusto y conveniente para el género masculino en una sociedad de competencia, donde de antemano, ellos ya llevan ventaja sobre la mitad de la población (las mujeres). Todo hombre que se juzgue evolucionado, no puede por consiguiente albergar ideas donde se ponga a la mujer en una posición inferior por el sólo hecho de ser mujer (aunque gracias a los dogmas sistémicos, a muchos les parezca lo más lógico). La misoginia, el machismo, el hembrismo y la eterna lucha entre los sexos, todo producto del Sistema, antes que permitir conformar una amalgama humana perfecta hombre – mujer, favorece la desunión de los géneros en su estructura más fundamental, que es la familia, de tal modo que para que esta funcione, uno u otro se debe someter y, generalmente es a la mujer a quien le toca llevar ese papel, lo que resulta verdaderamente vergonzoso al nivel que pretendemos estar. Una mentalidad machista, además de ser poco evolucionada, refleja una personalidad cobarde, miedosa, insegura y retrógrada, que está por debajo del nivel evolutivo promedio de los primeros seres humanos. El hombre macho, cuando es víctima de la infidelidad, deriva en agresión; el hombre evolucionado, deriva en dolor. Esta respuesta emocional diferente, refleja el grado de penetración que los dogmas sistémicos (subyacentes en la cultura, principalmente) tienen sobre nuestro Ser. Hay que decir también que en algunas culturas, se lleva a cabo una forma de sociedad patriarcal hacia fuera de la familia, y matriarcal, hacia dentro.

Sin embargo, no pretendo con esto que todos los lectores adopten mis juicios, pues esa condición sería puramente sistémica: homogeneizar y que todos confluyan sobre un punto de vista no sujeto a cambio. Por el contrario, la liberación involucra diversidad de juicios, simplemente porque cada quien tiene y debe expresar su propia interpretación de la realidad, pero eso si, autónomamente y tratando de apegarse a la razón o en su defecto, evitando dañarse o dañar a los demás, respetando lo ajeno y celebrando las diferencias antes que intentar imponer nuestros juicios. Esta condición es sana, ya que si bien puede haber errores de interpretación, no todos los individuos se equivocan, ni en todos los temas, cuando en el Sistema, lo que se pretende es que todos acierten o yerren (lo más común) de forma homogénea, en todos los temas que le interesan al Sistema, perdiéndose de esta forma la individualidad (autenticidad) y la libertad de pensamiento (y con ella, viene la manipulación de las emociones). La civilidad, vista desde una concepción no sistémica, es la aceptación, defensa y protección irracional de lo establecido, a cambio de reconocimiento, seguridad, aceptación, pertenencia (igualdad irracional) y participación.

“Todos nacemos como seres originales, pero la mayoría muere como copia de otros.” (Carl C. Jung)

Sexto apartado
La violencia como producto sistémico

En la sociedad sistémica, el artificio de las clases sociales, genera injusticia y esta a su vez genera violencia de clases; la violencia de clases contribuye a hacer más difícil la convivencia entre las mismas, porque una clase social agraviada por otra distinta por el sólo hecho de no ser de la misma clase, engendra un odio sistemático hacia esa clase social que la agredió y adopta una actitud de rechazo abriendo más la zanja entre ambas; el rechazo alimenta actitudes agresivas volviéndose a generar la injusticia y la violencia. El círculo vicioso que esto representa, es un producto neto del sistema de clases, es, como se le conoce desde el punto de vista histórico, parte de la lucha de clases. Los comunistas planteaban para contrarrestar este mal, la existencia de una única clase social (nada más absurdo: simplemente no habría clases). Lo racional, es la inexistencia de clases. Para verlo más claro, usemos números: ¿cuántas clases de ceros o de unos hay?. El cero es cero y no existen dos clases de ceros; igual para cualquier otro número, igual para el Ser humano.

Salvo los casos donde la defensa de la vida no deja otro camino, todo tipo de violencia es un síntoma inequívoco de la irracionalidad humana, sea de la parte agredida o del agresor, aunque generalmente de ambas partes. Pero la violencia de clases no es la única que puede atribuírsele al Sistema. También existe la violencia entre clases iguales como producto del Sistema. La lucha por el poder, sea catalogado dentro de lo legal o sea catalogado dentro de lo ilegal (el control sobre el Sistema desde cualquiera de sus caras) entre miembros de la misma clase, es un claro ejemplo. Cuando un grupo social con ambiciones de poder se enfrenta al grupo social que lo ostenta, los principales perjudicados son los de las clases más bajas; son la carne de cañón que apoya a uno u otro bando por razones de supuesta conveniencia: los que apoyan al grupo dominante, lo hacen por conservar sus prerrogativas o porque están de acuerdo con su posición y condición actuales; en tanto los que apoyan al grupo que ambiciona el poder, lo hacen porque se sienten o les hacen sentir que el cambio es necesario para lograr ciertas reivindicaciones a su condición y posición. En ninguno de los dos casos aciertan: la lucha por el poder tiene un botín que no está sujeto a reparto con las clases ejecutoras, las más bajas, sea quien sea el grupo ganador. Un hombre honesto puede luchar contra los poderosos por la justicia y ganar, pero no obtiene eso, sino obtiene el poder, algo para lo cual no estaba preparado; regularmente, solo toma el lugar de los vencidos..., y el Sistema se mantiene porque no hay una visión más lejana.

La lucha por el poder absoluto, cada vez se encarece más y esto hace que pocos tengan los medios y puedan justificar plenamente los fines. Las luchas sociales cada vez más se sitúan en pequeñas trincheras que no buscan el poder absoluto, sino cotos de poder bien definidos; se han olvidado las luchas violentas por el control del Estado, pues para eso se ha inventado un modelo de democracia que como hemos visto, es todo menos auténticamente democrático; a cambio, se recrudece la violencia de clases, siendo esta la que más beneficia al Sistema porque separa y aisla, divide a los grupos y de esta forma hace más fácil el control de la gente. En este renglón entran los actos de bandas delictivas que cometen toda clase de delitos violentos contra lo que ellos consideran su opuesto: los secuestradores, los narcotraficantes, los asaltantes, etc., encuentran plena justificación a sus actos cuando los someten al juicio de la diferencia de clases o, simplemente cuando van en contra de lo que establece el Estado por medio de la Ley. El ladrón que asalta, roba y mata sin el menor pudor, carece de sentimientos de culpa porque en el fondo, siente que sus actos son parte de una reivindicación a su grupo social. Por su lado, las clases opulentas tampoco sienten el menor pudor cuando sus actos perjudican a la mayoría de las clases más bajas. Constantemente leemos en los diarios casos de asalto con violencia y nos quejamos de la inseguridad pública, donde unos la justifican por los niveles de miseria y pobreza de una parte muy grande de la población; otros, la justifican en base a la falta de educación y de oportunidades; otros más, la condenan sin más juicio que el de la calidad humana. En realidad todo esto es parcialmente cierto pero no es ninguna de ellas la razón de fondo. El individuo que comete un asesinato durante un asalto, no puede justificar su acto por hambre, tampoco por falta de educación y quizá en buena parte por falta de calidad humana. Pero cómo puede alguien tener calidad humana cuando por generaciones lo han sumergido en una clase social desventajosa, cuando la única forma de justicia que conoce es en base a la violencia, cuando sus únicas oportunidades para salir del hoyo tienen que ver más con el delito que con el trabajo y el esfuerzo diario, cuando existe una larga cadena de agravios en su contra y no ha habido del mismo modo un ápice de justicia a su favor. Quien mata a un miembro de una clase social distinta a la propia, es como el cazador que colecciona sus trofeos; lo que quita al fallecido, igual lo vende en menos de una décima parte de su valor, y lo que obtiene, lo gasta en vicios o lo que se le antoje al momento, y muy poco en satisfactores vitales, que regularmente los tiene cubiertos como una parte anexa del producto de sus delitos. La sociedad mata por rencor (alimentado día a día por la impúdica ostentación de los pudientes), nunca por hambre; mata por dolor, no por falta de educación; mata lo físico después de que el Sistema le ha matado la consciencia, el espíritu de humanidad que une a la especie. El desprecio por la vida de un semejante tiene su origen en la segmentación de la sociedad en clases y castas; en el hecho que ante los ojos del Sistema no somos iguales, como si hubiese varias clases de seres humanos y sobre esa base justificar derechos distintos y discretos; en la falta de libertad para elegir la forma de vida y la forma de pensar, aunque esta consciencia se encuentra muy adormilada por el Sistema. Desde el modelo educativo, se cultiva la segmentación, con escuelas privadas para los pudientes por un lado, y con escuelas públicas para las clases inferiores por el otro; cuando la forma de vestir, de moverse, de hablar, etc., establecen de facto un trato y consideración distinto generalmente relacionado con los identificadores establecidos de cada clase social. En la época victoriana, esta irracionalidad era lo más común y aceptado tanto por las clases con privilegios como por las no privilegiadas, y que comparada con el clasismo en tiempos del Imperio Romano, sólo se encuentran diferencias de matiz, más no de fondo. Los luchadores sociales violentos de la actualidad, son los Espartaco de nuestro tiempo. Un Ser humano dogmatizado, bien puede aceptar pertenecer a una clase social en desventaja, pero no acepta fácilmente que el producto de su esfuerzo debido a su inicial aceptación, beneficie en una medida ampliamente diferenciada a aquellos que por estar en una clase superior, no realizan esfuerzo alguno y, mientras haya desigualdad, habrá descontento. Por ejemplo, si un esclavo recibe una décima del beneficio total por su trabajo, querrá dos décimas; si recibe dos, querrá tres... y así sucesivamente, no detendrá sus deseos de justicia hasta que reciba los beneficios completos, lo cual deja lógicamente, a los explotadores fuera de la jugada; esta situación es un eterno estira y afloja: unos exigiendo cada vez más y otros reprimiendo en igual medida. A final de cuentas, el Sistema, mediante las reglas de mercado, gobierna la vida de todos y hasta a los poderosos los hace caer, claro que los que pagan son los pobres, siempre.

Hoy en día, oímos del miedo en que viven las personas a causa del terrorismo, de la inseguridad pública en la grandes ciudades, etc. Los principales promotores de presión para que estos males terminen, son ahora los mismos que consciente o inconscientemente los provocaron o al menos los solaparon a su conveniencia. Veamos: una persona camina por la calle y tira basura. Esto se reproduce por otras miles de personas. Llega la temporada de lluvias, se tapan las cañerías y se inunda la Ciudad; entonces le reclaman a la autoridad. Tomando la analogía, un rico contribuye a acentuar la desigualdad social y luego hace ostentación de su riqueza y de sus posibilidades sociales (tira basura) creando una falsa imagen de lo que es el bienestar (tapa las cañerías). Llega una crisis social (la época de lluvias) y los desposeídos agraviados lo secuestran (se inunda la Ciudad). Los ricos reclaman a la autoridad. Cuando el sistémico vive en pleno disfrute de su condición social, poco o nada le importa la injusticia social, salvo por los privilegios que esto le reporta; luego se queja cuando el monstruo que él ayudó a crear, afecta sus intereses. Quienes viven alejados de otras modalidades culturales dentro de su misma sociedad, no entienden a los grupos sociales que viven en esos “mundos” porque desconocen el espíritu que gobierna a esas culturas paralelas. Es como un citadino viviendo en el campo, o como un tigre criado en cautiverio queriendo enfrentar a la libertad.

En una sociedad civilizada, la violencia social es propiedad exclusiva del Estado. En esta parte no entraremos al análisis que demuestra tal afirmación, por pertenecer más a los temas tratados en la parte tercera de esta obra (El Desarrollo de la consciencia). Lo que aquí nos interesa por el momento, es establecer que la violencia es un elemento intrínseco del Sistema. No quiere decir que ésta se dé sólo dentro de las versiones del Sistema que nos dominan. Lo que quiere decir es que cualquiera de estas versiones necesitan de la violencia para ser lo que son; para que quede más claro: un Sistema de desigualdad invariablemente tendrá como uno de sus instrumentos y productos, a la violencia. No puede ser de otra forma. Los estudiosos sostienen que el uso de la fuerza es una prerrogativa que sólo el Estado puede ejercer dentro del marco legal; que cualquier otra manifestación violenta, venga de donde venga, por las razones que sean y bajo cualquier tipo de justificación, si la tuviese, por definición, entra en el ámbito de la ilegalidad. Es correcta esta afirmación si se atiene únicamente a lo que la Ley dice: quien tiene el monopolio de la violencia, es el Estado y por tanto, defenderá ese monopolio por medio de sus ejes principales: la legalidad y la violencia de Estado. Pero el Estado no siempre ejerce su derecho a la violencia por el camino de la legalidad. Por ser el único autorizado (por sí mismo) a ejercerla, suele aplicar antes que la normatividad escrita, la praxis donde el fin justifica los medios, de modo que frecuentemente comete abusos de autoridad. En realidad, cualquier tipo de represión, sobretodo violenta, apegada sea o no a la legalidad, es un abuso, aunque claro, para el Estado sólo es abuso si la acción rebasa el límite de lo que está escrito con anterioridad en forma de leyes y reglamentos, algunos tan ambiguos y ridículos, que parecen haber salido de una mente enfermiza, como por ejemplo en los que la actitud del agredido es la que determina si se cometió un abuso o se actuó correctamente, cuando se dice “se le sometió por la fuerza porque el manifestante opuso resistencia”, es decir, la falta no se castiga por la falta misma, sino por oponerse a lo establecido. Igual violencia se ejerce cuando el acusado de violación sexual, es exonerado por determinarse en base a dogmas absurdos y sexistas, que la víctima “provocó” al agresor. La violencia sistémica flota en el aire, ya sea en forma de dogma cultural, en forma de prohibición a un derecho humano, en forma de autoridad legal o ilegal; siempre donde existe el poder, existe la semilla de la violencia; donde existe riqueza, existe a la par la pobreza y esta desigualdad distributiva, tarde o temprano engendra violencia, si no en el sentido opuesto hacia desde donde se promueve, al menos en el mismo sentido, hacia los que se encuentran debajo: “en un gallinero vertical, las gallinas de arriba, defecan en las de abajo”. En la segunda parte de la obra, hablaremos de los mecanismos para contrarrestar la violencia sistémica, y en la tercera parte, se definirán los tres tipos de violencia que engendra el Sistema: violencia Tipo I o naciente, violencia Tipo II o resultante, y violencia Tipo III o circulante. Por lo pronto, sólo diremos que una sociedad sumergida por mucho tiempo en violencia Tipo I y Tipo II, denota su degradación cuando empiezan a abundar casos de violencia Tipo III, que es por ejemplo, matar por matar, robar por robar, delinquir por delinquir, etc., aunque en el fondo existe una razón, pero esta no nace o se asume específicamente en el agresor, sino en su categoría.

Séptimo apartado
Las libertades: consciente e inconsciente

La libertad, estrictamente hablando, es la posibilidad de hacer y pensar lo que, estando a nuestro alcance, se nos antoje. Esto por supuesto no suele suceder por dos razones: la primera tiene que ver con el respeto, tanto a nuestra integridad como a la sociedad y el medio ambiente; no podemos o más bien no debemos, ejercer actos que vayan en contra de la integridad física de cuanto nos rodea ni en contra de la integridad mental de nuestros semejantes por obvias razones. La segunda razón le atañe al Sistema: este establece un código de normas y delimita la cultura de modo que desde la óptica física por un lado, y desde la ideológica por el otro, se conforma un área rectangular de la cual no podemos salir. Los límites a la libertad que impone el Sistema, en general son adecuados para la convivencia entre los individuos. A esto he llamado la libertad consciente. Por otro lado, el Sistema también impone límites a la libertad de pensamiento, generalmente en aquellos rubros que se identifican como un peligro para el Sistema (directa o indirectamente), de tal forma que a veces ni siquiera tenemos idea de la libertad de pensamiento que poseemos porque tiende a ser cancelada desde nuestra formación. A esta libertad es a la que llamo libertad inconsciente.

Dentro de la libertad consciente, las prohibiciones en este sentido, además de buscar la sana convivencia y el respeto entre los elementos que conforman una sociedad, tienen el objetivo de ejercer el control sobre las personas más allá inclusive de sus derechos. Por ejemplo, en una ciudad no está permitido realizar actividades comerciales sin el permiso previo, siendo el permiso una medida de negociación y control; no se puede manejar sin licencia y esta se requiere para ciertos trámites que nada tienen que ver con el automovilismo; no se puede explotar un bien público sin autorización, siendo que la autorización sólo aporta un elemento de control y expande el beneficio obtenido a quienes autorizan. Por ejemplo, se les quita (o se les compra por un céntimo de su valor real) la tierra a quienes no tienen los medios para explotar los recursos que en ella hay, y se le otorga a los grandes capitales. Las normas tienen que ver con imponer una cierta educación que permita la convivencia de miles de gentes en un espacio cerrado como lo es una Ciudad, pero también se aprovecha para marginar a ciertos sectores, para hacer valer la autoridad (y como cualquier autoridad de facto es una irracionalidad, para hacer prevalecer la irracionalidad), para acotar las posibilidades de acción de las personas, para llevar un registro de los disidentes, etc. Algunas de estas prohibiciones tienen que ver con la cultura y con la religión; con las tradiciones o simplemente resultan vetos extraordinariamente absurdos, discrecionales, o bien, dolosos. Del otro lado de la moneda, hasta la declaratoria de los derechos humanos, refleja una tendencia confusa donde se ponen al mismo nivel de los derechos humanos naturales, los derechos políticos, sociales, económicos, jurídicos, etc., que son constructos artificiales que sirven para ejercer un mayor control sobre las masas.

Por el lado de la libertad inconsciente, uno de los objetivos de este trabajo, es precisamente dar un poco de luz sobre el particular. Volviendo al caso de los hippies, ellos cuestionaban muchos aspectos de la cultura socialmente aceptada; ellos buscaban y creaban nuevas formas de cultura, sobretodo basadas en la convivencia comunal. La bandera de este movimiento disidente fue la psicodelia y el símbolo el “amor y paz”, mientras que su slogan era “haz el amor y no la guerra”. Si bien este movimiento también tendía a imponer sus normas dentro de sus seguidores, no había sanciones a quienes no las compartían, eran más bien como una forma de identificarse entre ellos y distinguirse del mundo exterior, es más, no había nada escrito fuera de lo anecdótico, ideológico o artístico; ninguna letra que obligara a nadie. Aún con sus innegables errores y su falta de conocimiento, esta subcultura ha sido la tesis máxima de la anticultura contemporánea en la práctica, de tal forma que quedan justificadas las limitaciones en el tratamiento histórico del movimiento y sus pobres bases filosóficas e ideológicas (pobres en sentido cuantitativo y en cuanto a su estudio interno, aunque eran ricas por su valor intrínseco). El movimiento hippie fue la muestra viva más intensa y extendida del rechazo a la cultura tradicional, a sus dogmas, al Sistema de poder, a la existencia de clases con todas sus consecuencias y a las formas de organización de la sociedad de ese momento; fue el resultado de ejercer muchas de las libertades que la mayoría mantenía en el inconsciente. Muchas de sus particularidades, se deben precisamente a la idea central de dar borrón y cuenta nueva, olvidando cómo se hacían las cosas anteriormente y en base a las necesidades que van surgiendo, proponer y aplicar algo nuevo y novedoso, supuestamente en base a la lógica y la razón; quienes tienen referencias sobre el método de la Reingeniería de Procesos que se aplica en algunas empresas, podrán darse cuenta de que el fondo entre este método y la filosofía hippie, es exactamente el mismo, aunque los ámbitos son diferentes.

Todos somos libres de hacer lo que nos plazca siempre y cuando no dañemos a nuestros semejantes ni al medio ambiente de manera irreversible e irresponsable. Las normas sólo son aplicables para una sociedad no evolucionada, a una sociedad incapaz de tomar en propia mano sus responsabilidades, y el Estado antes de preocuparse por hacer cumplir las normas tendría como principal objetivo hacer evolucionar a la sociedad a costa de su propia desaparición, eliminando progresivamente las normas en función con la evolución de la sociedad. Todo lo contrario ocurre con el Estado sistémico, lo que pone en evidencia su agotamiento como marco de referencia social. El Estado sistémico busca la no evolución de la humanidad en lo que se refiere a la consciencia individual y a la forma de organización social porque entonces el Ser Humano terminaría rebasándolo y al no poder seguir justificando su existencia (el Estado) terminaría por desintegrarse y con él toda la estructura del poder: sería el fin del Sistema, el fin de un mundo divido entre ricos y pobres, entre privilegiados y desgraciados, entre buenos y malos.

Las libertades conscientes tienen que ver con las normas de convivencia vecinal, es decir, con los derechos de terceros; mientras que las inconscientes, tienen que ver con los derechos humanos naturales; las conscientes, tienen que ver con la libertad de pensamiento sobre todo aquello que resulta marginal para las estructuras de seguridad del Sistema; las inconscientes, tienen que ver con la libertad de pensamiento que repercute sobre las estructuras de seguridad del Sistema. El Estado sistémico no puede, aunque quiera y sea su soporte demagógico, garantizar los derechos humanos naturales, simplemente por estructura, por eso no promueve las libertades inconscientes sino hasta que la sociedad se lo demanda; lo más que puede es establecer las normas de convivencia, aunque como se ha dicho, sólo cuando la sociedad no es capaz por sí misma de reconocer el respeto a todo lo demás, por eso el Estado contribuye a mantener esa incapacidad social para poder ser él, quien ejerza el control, justifique su existencia y tenga la última palabra. La televisión ha pasado a ser Padre y Madre de todos, el educador por excelencia, quien tiene y preserva las verdades absolutas de la cultura sistémica.

Dentro de nuestras libertades inconscientes, están por ejemplo: el derecho a caminar desnudo por la calle, a ir y venir alrededor del mundo sin necesidad de un permiso, a hacer y decir lo que pensamos, pero sobre todo, a pensar con autonomía, a no servir ni hacer reverencia a aquello que no nos convence, a creer en lo que queramos, a vivir como queramos y donde queramos, a trabajar en lo que queramos, a decir no y a decir si cuando así pensamos.

Cuando yo tuve uso de razón, me enteré que tenía que servir a un país que no escogí, vaya, ni siquiera tenía opción de no pertenecer a alguno; cuando fui creciendo, me enteré que estaba rodeado de gente, muchos que no conocía ni me conocían, a los que tenía que obedecer porque tenían una autoridad sobre mí que nunca les di; cuando maduré, me enteré que mi vida y la de este planeta, estaban en manos de alguien con mucho poder; cuando llegué a la vejez, me enteré que poco o nada había ya en este mundo para mí por haber dejado de ser productivo según alguien; cuando fallecí, me enteré que mi vida nunca fue mía, sino del Sistema, así que mi verdadera muerte la tuve que remontar al momento de mi nacimiento. Si no somos conscientes de todas nuestras libertades, no podemos vivir a plenitud la única vida que tenemos; si no luchamos por ejercer esas libertades, y si bien aún sometidos la vida es maravillosa, ¿de qué habrá valido nuestra existencia? Seguiremos siendo un mueble de oficina más, una máquina más, un ente funcional más que sirve a los intereses del Sistema o un inadaptado más que sufre las represalias.

También tenemos otra clasificación de libertad: la libertad respecto al ámbito de dominio, específicamente la libertad de acción (práctica), y la libertad del Ser (pensamiento). Los únicos caminos que ofrece el Sistema para ser realmente libres en la acción, son: 1) el aislamiento y; 2) el enriquecimiento extremo. Ambas opciones cada vez más restringidas para cualquiera por lo que solo unos cuantos lo logran. En la tabla siguiente, la libertad del Ser se puede dar al mismo tiempo en la opción de aislamiento, porque regularmente esta es consecuencia de aquella; para la opción de riqueza extrema, existe la posibilidad, pero rara vez se da porque esta opción representa estar completamente inmerso dentro del Sistema.

Opción / Dominio
Libertad de acción
Libertad del Ser
Situación común
Restringida
Completa pero adormilada
Aislamiento
Amplia pero delimitada por el aislamiento
Completa
Riqueza extrema
Amplia
Comprometida con el Sistema
Ideal
Amplia
Completa

Una de las principales barreras para poder ejercer nuestras libertades inconscientes, se inscribe dentro del ligamen que une las partes tangible e intangible del Sistema, es decir, dentro del alma del Sistema. Por ejemplo, si un sacerdote católico quiere tener familia, debe hacerlo a escondidas, no sólo porque la norma de su organización así se lo exige, sino también porque los feligreses lo consideran negativo y en ocasiones, también porque el mismo sacerdote, asume que no es lo correcto: existe una relación íntima entre lo establecido externamente y nuestro juicio, de tal manera que obra, ley y pensamiento, se amalgaman alrededor de la misma aberración. Es común que dentro de las comunidades de todo el mundo, exista una organización de señoras “protectoras de las buenas costumbres” que fiscalizan toda expresión ajena, en base a juicios moralistas y, como normalmente estas organizaciones están compuestas de gente pudiente, rémoras del Estado, ejercen presión para provocar la censura. Estas organizaciones, representan el pináculo de la estupidez humana, pero no sin un objetivo oculto bien específico: que las cosas respecto a los privilegios de unos sobre otros, sigan sin cambios.

Ejercer todas nuestras libertades inconscientes, no es posible bajo el control del Sistema, sea a causa de sus leyes o a causa de la cultura inducida. El sólo hecho de ser ciudadanos nos reprime muchas de esas libertades. Por ejemplo, somos libres de elegir a nuestros gobernantes, pero si ejercemos nuestro derecho a no entrar al juego sucio de la seudo democracia, de cualquier manera seremos gobernados por alguien, que aunque nos simpatice, ejercer el derecho de no elección, debería derivar en el derecho a no reconocer una autoridad: no ocurre así. El sello de lo sistémico se identifica cuando el dogma rebasa y somete al derecho y a la razón (v.g., las mujeres en el Islam deben cubrir su rostro, cuando la razón dice que lo mejor es eliminar el juicio erróneo del observante, pero no se hace esto porque atenta contra la cultura base de esa versión del Sistema).


12 “enriquecerse y olvidarse de todo menos de uno mismo", una visión rebajada degradante de la vida humana que debe ser inculcada en el pensamiento de la gente sin escatimar esfuerzos, lo que de hecho ha ocurrido durante siglos. Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.

13 Es éste un proyecto de ingeniería social de envergadura. Ha sido así durante siglos, pero se ha intensificado y ha tomado mayor calibre desde el siglo pasado. . Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.
14 Aunque el sistema democrático de la antigua Grecia, era similar, no fue un proyecto viable en el largo plazo por dos razones: 1) Las elites del resto del mundo no compartían la misma ideología, sino se imponían por la fuerza de las armas, dejando a los Estados democráticos en desventaja por aislamiento y porque la elocuencia y la razón tardan más que la imposición en concretar acciones; 2) cuando el camino democrático no permite definir claramente cuál de las posiciones encontradas es mejor, se lesiona la unidad y se fomenta la anarquía perdiéndose el control del Estado. (nota del autor)
15 Tilomas Carrothers, quien escribe, tal como él mismo dice, desde una "perspectiva interna", ya que
trabajó en la administración Reagan en el programa del Departamento de Estado de fortalecimiento de la democracia, tal como lo llamaban ellos. Carrothers cree que Washington tenía buenas intenciones, pero reconoce que, en la práctica, la Administración Reagan buscó mantener "un orden mínimo en... sociedades no demasiado democráticas" y evitar "cambios basados en el populismo", y como sus predecesores, adoptó "políticas prodemocráticas como medio de quitar presión a tentativas de cambio más radicales, pero inevitablemente buscó sólo limitados cambios democráticos de perfil bajo, que no pusieran en riesgo las tradicionales estructuras de poder... Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.

16 Si la ciudadanía, como sucede a menudo, intenta organizarse y meterse en política para participar, para presionar a favor de sus preocupaciones, entonces hay un problema. Esto no es democracia, es "una crisis de la democracia" y hay que superarla. Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.

17 John Dewey, importante filósofo social americano cuyo trabajo se centró en temas de democracia. Sostuvo que las formas democráticas tienen escasa entidad cuando "la vida del país" (producción, comercio, medios de comunicación) está dominada por tiranías privadas en un sistema que él denominó "feudalismo industrial", en él, la clase trabajadora está subordinada al control de los directivos, y la política se ha vuelto "la sombra de las grandes empresas sobre la sociedad". Noam Chomsky, “El control de nuestras vidas”.

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